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El fútbol mueve millones de pasiones que están destinadas a distintos clubes del mundo. Estar medianamente cerca del estadio en el que juega a diario el equipo por el cual te romperías las cuerdas vocales de tanto gritar, es para miles, un beneficio innegociable. Sin embargo, muchas veces por diferentes motivos, hay que partir hacia nuevas tierras y una consecuencia es dejarlo todo: la familia, los amigos, el lugar de origen, y también los colores a los que uno ama.
Ya los partidos no se encuentran tan fácilmente en la televisión y cuando se acude a internet es para renegar debido a los constantes congelamientos de imagen. Los conocimientos futbolísticos de tu equipo empiezan a disminuir, el extrañamiento se agrava y competir en un torneo internacional se festeja como un campeonato porque allí se pueden ver los encuentros de manera más sencilla.
Aún así, otras alternativas empiezan a surgir. Acercarse a los estadios en los que hacen de local otras instituciones es una actividad que se puede llegar a producir de a poco. Vestir otro tipos de indumentarias, empezar a llevar otros colores y aprenderse canciones tratando de igualar el acento argentino son desafíos que se tendrán que afrontar. Todo va cambiando lentamente, y el surgimiento de cariño por conjuntos que antes no tenías en cuenta, empiezan a aparecer.
De Venezuela hacia Argentina
En Venezuela la crisis económica provocó que cientos de ciudadanos se esparcen por todas partes del planeta. Rosario, es una de la ciudad que recibió con los brazos abiertos a todos aquellos que decidían escapar de los conflictos permanentes de aquel país. Para tener una posibilidad de progresar había que dejarlo todo, y esa fue la elección de Tomás García que con 25 años decidió aislarse de las tierras que lo vio crecer.
Tomás nació en San Cristóbal, una ciudad venezolana que se encuentra a kilómetros de Colombia y es una de la más pobladas del país. En ese lugar se crió y aprendió casi todos sus conocimientos que tiene en la actualidad. También, hizo a sus amigos de toda su vida y compartió miles de momentos con sus familiares. Sumándole los amores que transcurrieron que fueron dos. En el año 2017 ante el presente económico y político de la Nación eligió tener una mirada hacia el futuro y tomar rumbo hacia la ciudad rosarina.
Aquí ya tenía algunos conocidos que lo ayudaron a instalarse para que amoldarse a una nueva cultura no se le haga tan cuesta arriba. Con el paso del tiempo fue relacionándose con personas, creando nuevos vínculos y aprendiendo de todo un poco. “Llegué a Argentina por un amigo que se había venido unos meses antes. Me comentó cómo era la situación y me ofreció alojarme en su departamento. A las semanas ingresé a trabajar en un kiosco y despacito todo se fue acomodando”, expresó el venezolano García acerca de sus primeros pasos en Rosario.
Aún así, nada fue fácil. Aparentemente todo se extrañaba, incluso hasta la comida típica de Venezuela. Pero si había algo que no se podía contrarrestar era su pasión por el Deportivo Táchira. Dicho club es uno de los más emblemáticos del país y su estadio se encuentra justamente en San Cristóbal. Tomás quién se considera un fanático de la institución tuvo que abandonar también a ella para mejorar su estilo de vida. “Iba frecuentemente a la cancha con mis amigos, creo que era una de las cosas que más me despejaban y me distraía de todos mis problemas. La pasión que heredé de mi papá todavía la sigo teniendo, pero la mantengo a distancia”, expresó Tomás García recordando viejos momentos.
Del Templo Sagrado al Gigante de Arroyito
Sin embargo, un sentimiento empezó a nacer dentro de él cuando creía que lo que producía Táchira no lo podía hacer nadie más. Tomás manifestó: “Apenas pisé Rosario me di cuenta de la rivalidad que existía entre Central y Newell’s. Lo primero que descifré eran las paredes pintadas alentando a los respectivos equipos”. Y continuó declarando algo trascendental: “A los cinco meses de mi llegada me invitaron a ir a ver un partido de Central, acepté la invitación para vivir una experiencia diferente. No me lo voy a olvidar más, fue un 2 a 0 ante Aldosivi, un equipo que desconocía”.
Claramente fue casi un amor a primera vista del que no se pudo revertir más y que ayudó a sanar, en parte, la distancia que provocaban los aurinegros. “Me llamó la atención la manera de vivir el fútbol que tenían los llamados canallas: como lo sentían, como lo sufrían y como lo expresaban”, lanzó García y rápidamente contó: “Antes iba al Templo Sagrado a apoyar hasta morir a Táchira, y ahora acudo al Gigante de Arroyito para alentar por Central. Nunca pensé que iba a suceder, no lo tomo como un reemplazo de clubes sino como una manera de subsanar el dolor. A Táchira siempre lo voy a amar e incluso sigo el día a día a través de las diferentes redes sociales. Me la rebusco para encontrar sus partidos”.
Ambos equipos pueden enfrentarse en un futuro en alguna competencia internacional, no es muy probable, pero puede surgir en algún momento dicho duelo. En relación a esto Tomás admitió: “Si eso se da, tendré que ser sincero. Central me enamoró con su hinchada y con su entorno, pero Táchira es el club con el que me críe y con el que pase miles de momentos. Claramente me inclinaría por el aurinegro”.
Colombia también se hace presente
Buscando e indagando nos encontramos con un colombiano llamado Luis Jiménez que llegó a la Argentina en el año 2015, proveniente de Cúcuta, en busca de una Universidad Pública para poder estudiar medicina. Siendo hincha de Independiente Medellín por una elección completamente personal, con la diferencia que no acudía nunca a la cancha para ver a su equipo debido a la distancia que hay entre ambas localidades.
“Me vine a Rosario para estudiar medicina ya que las Universidades en Colombia son muy costosas y aquí son públicas. Me instalé en una residencia al principio, también trabajaba pero como me demandaban mucho tiempo los estudios terminé dejando”, expresó Luis recordando aquel momento en el que abandonó su país para venir en busca de su sueño.
Sin embargo, al año de estar ya instalado y de conocer medianamente la ciudad, decidió encarar el parque independencia, pero no para pasar el rato con sus conocidos, sino para entrar al Marcelo Bielsa a ver un partido de Newell’s. “Fui con un amigo que va siempre a la cancha y hace rato que me venía diciendo de ir. Un día nos organizamos y fuimos, fue un partido ante Atlético Rafaela si mal no recuerdo, en el que fue empate en 1”, sostuvo el nacido en Colombia y rápidamente siguió: “Me gustó mucho la adrenalina que se vivió allí, más que nada el color de las tribunas. Yo no estaba acostumbrado a acudir a ese tipo de partidos, pero me encantó”.
Un sentimiento que se contagió
A medida que el tiempo fue transcurriendo, más seguido empezó a ir a la cancha para alentar por la lepra, siempre y cuando el tiempo y el estudio se lo permitía. “Hoy en día voy seguido, estoy luchando para recibirme lo más temprano posible, pero siempre que puedo me hago un tiempito para ir a ver al equipo que más me conmovió en Argentina”, contó el colombiano que ya lleva cuatro años viviendo en el país.
En cuanto a Independiente, el club por el que simpatizó toda su vida hasta llegar a la Argentina, Luis opinó: “Si bien soy hincha, creo que nunca me sentí como lo hice con la institución de Rosario. Yo creo que eso se dio porque acá tuve la oportunidad de poder ir a la cancha, cosa que en Colombia no podía. De igual manera, quiero a los dos”.
De esta manera es como jóvenes que llegan desde distintas partes, tratan de encontrar su pasión por el fútbol identificándose, en este caso, con los dos equipos más grandes de Rosario. Con el paso del tiempo podrá ser tan solo una anécdota para contar en sus países de orígenes, o podrán seguir estando en la popular alentando a algunos de los dos. Lo certero, es que da gusto ver como el deporte une diversas culturas en un solo ambiente, resurgiendo sentimientos que tal vez se creían perdidos.