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El aumento en los costos de edición, por un incremento en el precio del papel y la distribución, y un descenso en las ventas explican el derrumbe de la producción de libros. Mientras que en 2016 hubo tiradas de 5.000 copias, el año pasado hubo 1.000 en el sector comercial. En lo que respecta a las producciones autoeditadas, las tiradas a nivel nacional fueron sólo de 100 copias. Para las editoriales independientes no sólo lo económico es motivo de preocupación.
Editoriales independientes, ayuda estatal con Espacio Santafesino
Los métodos de difusión y la ayuda estatal también forman parte de los tantos escollos que hay que sortear. Quienes trabajan en el sector, aseguran que el gobierno de Santa Fe apoyó lo suficiente la formación de un campo cultural propio. Lo hizo, por ejemplo, a través del programa para editoriales impulsado por Espacio Santafesino. Este consolidó proyectos que hoy tienen mucha vidriera.
ES Ediciones es la editorial del Ministerio de Innovación y Cultura de la Provincia de Santa Fe. Esta funciona desde el 2008 y se dedica a desarrollar proyectos editoriales que difunden la riqueza cultural del territorio santafesino, contando con un catálogo orientado a la literatura, las artes plásticas, la historia, la cocina, la fotografía y el cine. Al mismo tiempo, ES Ediciones co-edita junto a Ediciones UNL la colección “Los Premios”. Allí, se publican los títulos de poesía, narrativa y ensayo que resultan ganadores de los Premios Literarios Provinciales años tras año.
Editoriales independientes, la voz de Nicolás Manzi
“Tanto la provincia como el municipio alientan nuestra actividad en la medida que pueden hacerlo. Pero a nivel de difusión el panorama es otro”, asegura Nicolás Manzi, de editorial Casa Grande. “Para que la existencia de un producto sea anunciada hay que convivir con la idea de que la difusión tiene que pasar por los medios nacionales, que son los porteños. Estoy convencido que en Rosario, y en cualquier otra ciudad de la provincia, la gente se entera más de lo que pasa en Buenos Aires que de lo que hace el vecino de la vuelta”, continua el editor, que está convencido de que dicha “derrota cultural” data de hace muchos años atrás.
“El problema no es el vecino, ni somos nosotros, el problema es más profundo y nace de la comodidad de no preocuparse por hacer algo que ya viene hecho”. Manzi afirma que sería más sencillo decir que se hace lo que se puede, pero no quiere conformarse. “Hay editoriales que quizás están en ojos de los medios en mayor medida, pero esto no es constante. Hay editoriales para las que es más sencillo mostrar su producción. Otras no tenemos esa fluidez y quizás eso sea algo para mejorar”.
Editoriales independientes, El Corán
A la producción de libros, también se suma la de revistas locales. En 2011, un grupo de escritores e ilustradores impulsaron el nacimiento de El Corán y el Termotanque, una revista con un enfoque literario acentuado en cuentos y poemas. En paralelo, el grupo creativo mantuvo una página web donde colgaban sus trabajos. Este año la revista no salió, y se transformó en un proyecto en línea con el agregado de informes, crónicas y ensayos culturales de Rosario.
Quienes encaran el proyecto afirman no tener sustento económico. De vez en cuando, en ciertos casos particulares, reciben un aporte mínimo. “Los primeros números de la revista los hicimos poniendo de nuestra plata. Después nos sustentamos con la venta de ejemplares. Tuvimos, también, un aporte por parte del bloque de diputados socialistas, pero no del gobierno en sí. Eso nos sirvió para hacer cosas, pero no fue un aporte oficial. Los proyectos siempre los encaremos de forma autónoma”, expresó Lucas Paulinovich, uno de los iniciadores de la revista.
El Corán formó parte de concursos y convocatorias provinciales que no llegaron a nada. Paulinovich está convencido de que hace falta acentuar y modificar políticas culturales en la provincia, sobre todo en torno a la circulación de producción local. “Hace falta poner más recursos, darle mayor espacio a los proyectos, generar ámbitos de circulación de las producciones locales, tratar de jararquizarlas. Debería existir una política de distribución donde el Estado asuma esa tarea que es, por lo general, el punto donde se frustran todos los proyectos. Uno puede llegar a juntar la plata, llegar a realizar el trabajo, incluso puede pagar parte de esa labor. Pero a la hora de la logística llegan los problemas. Santa Fe se destaca en su énfasis en la cultura, pero me parece que es un énfasis con una perspectiva que deja de lado algunas cuestiones muy valiosas, y que deberían entrar para conformar una ambiente cultural con más posibilidad, con más facilidad para despegar la creatividad que hay en la provincia y sobre todo en una ciudad como Rosario”.
Editoriales independientes, la voz de Carolina Musa
Por su parte, Caro Musa está convencida de que la difusión de los proyectos editoriales locales no es sólo una cuestión de política cultural. La editora al frente de Libros Salvajes afirma con seguridad: “Son muchas estrategias superpuestas que se potencian unas a otras y que son, por definición, tareas de la editorial. Por ejemplo: la presencia en ferias de todo el país, la actualización constante de redes sociales y la búsqueda de otras posibilidades de distribución”. Las grandes cadenas como Yenny, El Ateneo y Cúspide no forman parte de esas otras posibilidades distributivas, pero esto no incomoda a los apasionados del oficio como Musa. “Creemos en los libreros que aman el oficio y que pueden recomendar con pasión porque, antes que nada, son lectores extraordinarios que pueden hablarte de un libro o de un autor sin necesidad de ir a mirar la lista de precios”, aseguró.
En el afán de poner en acción las estrategias mencionadas por Musa anteriormente, los editores de Rosario impulsaron la Feria de Editoriales Rosarinas. Esta nació en 2016 y desde entonces funciona como centro de exhibición y venta de revistas y libros editados, encuadernados y producidos en la ciudad. Originalmente se realiza en la plaza Pringles, aunque también pasó por otros emplazamientos de la localidad. La FER, como le llaman sus integrantes, participa activamente en el Festival Internacional de Poesía de Rosario, así como también en la Semana de la Lectura. Su última edición fue el 27 de abril de este año en el marco de la llamada “Noche de las Librerías”, un ciclo en el cual las casas de libros de la ciudad mantienen sus puertas abiertas hasta la media noche.
Editoriales independientes, Feria del Libro y un nuevo impulso
La FER pisa fuerte en Rosario, y por eso contó con su propio espacio en la Feria Internacional del Libro. En la sala C del primer piso del Centro Cultural Roberto Fontanarrosa se percibió durante una semana un panorama visual distinto, con un color diferente al del resto del establecimiento. Allí se concentraron algunos de los tantos sellos locales, asentados en tablones, desplegando decenas y decenas de libros. Detrás de ellos sus editores, acompañados por colaboradores y amigos que se sumaron a dar una mano. El diseño y los nombres de los autores sobre las tapas desprendían destellos de una localía indiscutible. Es fundamental para este sector contar con un espacio como el cedido por la organización de la Feria del Libro para darse a conocer. Es imprescindible para que estos artífices de la edición puedan decir: acá estamos y esto es lo que hacemos.
La plaza Pringles espera nuevas FER, como también los fieles lectores que valoran el arduo trabajo de estos emprendedores apasionados, diligentes, que dedican sus horas extras del día para sacar adelante su pequeño negocio editorial con pasión y sin recelo. Como Caro Musa que, además de dar talleres de escritura hace más de diez años, edita libros para niños de todo el país hace más de cuatro. Como Lucas Paulinovich que, una tarde cualquiera de 2011, encendió su computadora y le dio inicio a un blog que más tarde terminaría convirtiéndose en revista, en un mundo que comenzaba a aspirar a un panorama digitalizado. O como Nicolas Manzi, que encontró en su oficio la posibilidad de acercar a lectores y autores.
Todos ellos encaran proyectos muy distintos, pero los une mismo objetivo: armar un catálogo, ponerlo a disposición de los interesados, sacar las cuentas para que no se derrumbe la casa y todas aquellas cosas que, por lo general, a los escritores no les apetece hacer. Es cierto que pocos de ellos viven exclusivamente de la venta de libros, y que la mayoría tiene otro trabajo para abastecer el bolsillo. Sin embargo no se toman su labor como un hobbie sino como una apuesta a largo plazo, aún teniendo que sortear los obstáculos que le competen al gobierno y a las políticas culturales del mismo. Si los medios de comunicación no les prestan la atención necesaria, ellos se reúnen en ferias.
Si el gobierno no difunde del todo sus publicaciones, si no termina de darles el espacio que merecen, ellos mismos lo crean. De la misma manera que crean libros, con la misma pasión que amontonan palabras. Todo esto, en gran medida, es lo que aún sostiene el ritmo y la presencia de los editores independientes. Y lo que seguirá manteniendo en pie a la industria librera local: el amor por la página escrita.