Clapper txt_ELVIO ALCARAZ_May_2019
«Es una noche especial / no te la vas a perder / toca el corazón / de Patricio Rey», arengaban los fanáticos mientras hacían la fila para entrar al Salón Metropolitano. Eran las diez de la noche y el parque Scalabrini Ortiz se iba despejando, solo vestigios de una previa rockera y algunos vendedores de remeras encarnados por los personajes habitués de García Bar, trataban de seducir a las pocas personas que quedaban merodeando. Ya sólo quedaba la última previa y el público ricotero se impacienta con alegría, canta, vocifera, hace alarde de ser uno de los principales impulsores de la futbolización del rock.
Adentro, y tras bambalinas, el tercer pilar de Los Redondos, la Negra Poly, coordinaba cuestiones de seguridad del evento. En el otro extremo del recinto, tras los comandos de sonido, dispuesto a hacer lucir a la banda, se encontraba el cuarto Soda Stéreo. ¡Si! Leyó bien, Adrián Tarverna, el histórico sonidista de la banda liderada por Gustavo Cerati, es desde hace tres años el encargado de hacer sonar a uno de sus supuestos «rivales». Lo que da que pensar si esa grieta se cerró, o si alguna vez verdaderamente existió. En el medio, entre Poly y Taverna, miles de personas esperaban al mítico Skay Beillinson.
«Si vos sos las ramas que miran al cielo / Yo, las raíces que a la tierra van / si vos sos la noche, yo soy el día / si vos sos el fuego, la leña yo soy» fueron las primeras estrofas que el héroe de la guitarra argentino cantó, entrando en escena como un titán, marcando los pasos como si sus piernas pesaran 300 kilos. “Arcano XIV” se llama ese hit, con el cual le bastó para enardecer a la masa. Eduardo (como dice en el DNI del frontman) hizo pocas intervenciones, pero concretas, una de las veces que le habló a su público, lo hizo para presentar a Richard Coleman, su segunda guitarra desde hace un tiempo, que casualmente fue colaborador en dos de los discos de Gustavo Cerati como solista.
El escenario huérfano de escenografía mostró un espectáculo al mejor estilo vieja escuela, fondo negro y luces, abundantes en cantidad y en potencia, pero sólo eso, austeridad. Por momentos ese juego lumínico deslumbró, y por otros pareció que el iluminador estaba carente de ideas, sobre todo pensando en la impresionante parrilla de iluminación con la que contaba a su disposición. Pero eso poco importa cuando vas a ver a un artista que brilla por sí solo y no necesita de artilugios escénicos.
«¡No lo soñé ieeee-eeeh! / se enderezó y brindó a tu suerte / ¡No lo soñé ieeee-eeeh! / y se ofreció mejor que nunca» el himno ricotero explota a cualquier grupo de rockeros argentinos que se jacten de dicho título, imagínense lo que puede pasar entre miles de personas que van a ver al flaco con la certeza inconsciente de que ese grito es un desahogo para el alma. La emoción no se hace rogar, pero por suerte esta canción no marca el final del show, como si lo hace en los recitales de su ex-compañero Indio Solari, apenas va por la mitad y Skay avisa que la banda hará un receso de diez minutos. Antes de ese sonaron ocho temas, con la sorpresa de escuchar “El ojo testigo”, uno de los temas de su próximo disco, el cual presentó anunciando que solo lo había tocado una vez en Gualeguaychu.
«Pasé la frontera con los ojos cerrados / vi fuegos helados arder / y como una sombra que viaja conmigo / la parca siempre detrás», las teclas del órgano hammond brillan y le dan paso a la viola afilada para que el riff de “Oda a la sin nombre” sea coreado con la letra O, expulsando el aire de los pulmones y haciendo un helicóptero con lo que se tenga en la mano, al mejor estilo de Gastón Ranquilevich, el personaje de Peter Capusotto. Es uno de los puntos máximos del show con temas de su carrera solista, como también lo fue “El golem de Paternal”, pero obviamente cuando suenan temas de Los Redondos, la cosa se pone altamente inflamable, como pasó con “Criminal mambo”, con el que cerraron la segunda etapa del show a los 18 tracks.
«Esta es la historia / la historia de un hombre común / que un día mirando hacia el cielo / lo deslumbro una señal«. “El sueño del jinete” fue la señal de que el show terminaba, fue el tercer y último fragmento de un tridente de bises con el que se despidieron de los rockers rosarinos. Pero con un aliciente para los fanáticos, porque el próximo 27 de julio Los Fakires y su líder se van a presentar en la no tan lejana ciudad de Pergamino. La última vez que vimos al flaco fue en el Cosquin Rock de este año, donde hizo un show similar, pero ante más de treinta mil personas. Esta vez la audiencia fue mucho menor por ser un evento propio, pero la energía y emotividad fue la misma abajo y arriba del escenario.
También estuvimos presentes en la Kermesse Redonda que encabeza Sergio Dawi, con los otros ex redondos, Tito Fargo y Semilla Bucciarelli, donde con mucho menos espectadores, pero con el mismo fervor por escuchar los temas de Patricio Rey, se vivió otra fiesta ricotera. Skay Beillinson está ligado y lo va a estar de por vida, a la banda que lo hizo ídolo, pero desde hace unos cuantos años es uno de los máximos exponentes de Argentina, por sus temas, por sus propias composiciones y porque cuando lo vez arriba del escenario con su Gibson SG, demuestra que es una leyenda viviente del rock nacional.