Clapper txt_Matías Querol_Abr_2018
Björk apela desde el vamos a un expresivo lenguaje corporal para dramatizar la intro ascendente de un house-rock que acompaña la letra “Puedo sentirlo, algo importante está por suceder, está viniendo”. La artista va tocándose partes de su cuerpo, pero esto nada tiene que ver con un porno-click que pudiera encender los ratones, sino más bien nos liga (sensualmente) hacia un auto-reconocimiento de las sensaciones que la invaden.
Björk mira a cámara/cierra los ojos/se toca el abdómen/dientes/suspira/mira el cielo/arquea su divinura corporal; mientras el camión sigue su marcha contra todo obstáculo que se le pudiera presentar hacia la (nueva) vivencia del gran momento de sensualidad. La musicalidad de “Big time sensuality”, una vez que explota en su rítmica jamás detiene su marcha, como si fuera el torrente sanguíneo de la islandesa que corre a toda velocidad.
“Big time sensuality”, a través de las imágenes ByN, nos lleva a recorrer las calles de una ciudad norteamericana que pareciera irse transformando a medida que la artista va sintiendo cómo recorre por dentro su vivencia en la que pronuncia que sin “coraje” no hay relación posible. Otro de los momentos que sobresalen en el comienzo del videoclip es el gesto de súbita inmovilidad (como freno abrupto consciente) que se da en una vivencia que va más allá de las certezas, “no conozco mi futuro después de esta semana y no quiero conocerlo”. La artista mira a la cámara, y le da la espalda desafiante con gesto altivo de quien sabe lo que quiere, querer: verbo eternizado en infinitivo.
Björk se retrae, pero así todo avanza. Juega con la inseguridad afectiva que lleva conocer a un amante potencial y siente el revoloteo de mariposas que invaden su estómago y pintan con un «color» arco iris cada centímetro de la piel. El ByN entonces de las imágenes de “Big time sensuality” es un elemento uniforme para la libre expresión de los movimientos de un cuerpo/signo que siente y mueve y baila y sonríe al vibrar; cautivo del gran momento de la sensualidad que explota como una bomba terrorista en la ciudad.
“Big Time Sensuality”, artista que contagia al espectador con su baile
Es llamativo que Björk le hable a la cámara, y despliegue todo su arte escénico teniendo como fondo la ciudad del norte en movimiento; distante de una eventual y solitaria captura de pantalla frente al espejo en una habitación al modo auto-selfie. Björk baila y baila y extiende sus brazos al cielo ahogada por la inmensa emoción. Björk baila y baila sin inhibiciones con el corazón estallado de felicidad al sentir cómo el mundo a su alrededor queda rendido a sus pies; rebotan por la madera movediza y hacen rebotar a todo aquel oyente/espectador que la escucha/mira eclipsado por su belleza. “Nos acabamos de conocer , y sé que estoy algo intimidada, pero algo grande se viene y los dos estamos incluidos”; uno de los versos más hermosos de esta obra maestra.
Otras de las sutilezas visuales es la aparición de una camión de «Coca Cola» en el que se alcanza a observar en una fracción de segundo escrito en inglés “Enjoy” («disfruta»), justo en el momento en que va cantando el fragmento de letra que dice “se necesita coraje para disfrutarlo, lo duro y lo gentil, gran momento de sensualidad”. “Disfrutar” deja entonces de ser un slogan publicitario de una compañía multinacional y es re-significado por un «disfrutar» la sensualidad, con los riesgos de vulnerabilidad que implica no saber del otro/a en una relación de amantes esbozada como prólogo de fantasía inicial.
Nuestra artista en ByN nos presenta una avenida en Estados Unidos (banderas de aquel país aparecen a un costado de la pantalla que así lo confirman) y el contrapunto de un camión de «Coca Cola» que avanza a la par del camión grande que (nos) lleva a la sensualidad, donde Björk se abstrae de Todo y, a la vez, siente Todo como un hormigüeo vivificante que coloniza su piel. Todo a su alrededor se reduce a su vivencia singular de un amor sensual en ciernes, y su vivencia singular de un amor sensual en ciernes tiene el poder de transformarlo Todo a su alrededor.
El espacio urbano, y el funcionamiento general de la ciudad con la gente que circula y trabaja con el chip de la meritocracia utilitaria, es doblegado en lo alto de la pasarela rudimentaria a medida que el camión avanza y avanza hacia la (otra) meta, subversiva, de lo sensual. La ciudad del norte parece otra a medida que Björk hace jugar sus poros dilatados en la danza libre, soberana, y ajena a toda correctiva disciplina en la coordinación de sus (libres) movimientos.
“Big Time Sensuality”, mutar y hacer mutar a la ciudad en la sensualidad
Björk nos hace ver la ciudad mediada por su cuerpo/signo, como si pudiera transformar el ByN en derredor a partir de su propia vivencia que es, en verdad, un color in(existente) que nos enceguece. La sensualidad no es entonces en “Big Time Sensuality” un bien consumible dispuesto para su («libre») elección en una góndola de shopping center, más bien gesto valiente de jugársela por una relación amorosa que emerge contra todo control, de tránsito.
¿Quién estaría dispuesto/a a saber perderse en la marea de la sensualidad donde todo es posible? ¿Quién pudiera perder el control de sus propios movimientos y someterse al libre fluir de un deseo exento de guía? ¿Quién conduce en “Big time sensuality” el camión (grande) de la sensualidad (grande)? No saber nada de quién es el conductor en tanto espectadores nos conduce a pensar/sentir que el volante es manejado por nuestra protagonista, que el volante es su propia pulsión de vida irradiada hacia la comunión o el encuentro erótico de los cuerpos que se avecina.
“Big time Sensuality”, ByN o la transgresión de toda luz de stop
El ByN de las imágenes se vuelve un delicioso recurso en la ausencia del color de los semáforos que, aunque pudieran ser adivinados en que éstos permanecen en la luz de stop en rojo, pareciera insinuarse que el camión seguirá transgrediendo toda normativa que regule el tránsito o las relaciones. El camión en imágenes ByN, que avanza en línea recta por la avenida de la ciudad del norte, puede metaforizar sin más el corazón de nuestra artista que late de emoción por el auto-descubrimiento de una vivencia plena que la abraza.
Björk sabe y no sabe a la vez adónde es que va. Por eso es llevada por el conductor anónimo que es el propio latir de su corazón feliz; por un camión de mudanza que hasta deja entrever una soga precaria que atraviesa la mitad en el fondo de ese único plano fijo. Björk se muda a sí misma para ser-otra y dejarse atravesar por la vivencia de sensualidad, que es individual, pero que huele a rosas en la presencia del amante en su idealización.
Sobre el final, como toda buena artista, manipula los tiempos de nuestra expectación dosificando la expresividad con movimientos femeninos que acompañan susurros apenas audibles de los versos de la canción. La musicalidad baja ligeramente en intensidad y Björk nos aprisiona con su bello repliegue que es, a fin de cuentas, la contraseña secreta del pasado boom de ventas de la sensualidad en el mercado hoy pornificado del amor.
Nada podría lograrse (sensualmente) si los cuerpos siguieran al máximo potencial jugando con el porno-click al porno-star. Nada podría lograrse (sensualmente) si todo fuera quemar «previas» anulando el rico sabor que encienden las fantasías iniciales para avivar el deseo. La vemos irse de espaldas, en cámara lenta, como si quisiera decirnos que sigamos sus pasos, que nada malo podrá pasarnos si salimos a bailar y bailar por ahí un día desprendido de los días, a la vuelta de la esquina, sobre cualquier pasarela de madera donde podamos encontrarnos.