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En «Alimañas en la casa nueva», Laurino cuenta la historia de Lucio, un chico que se muda a una casa recién construida, sin fantasmas ni misterios, en un barrio de nombre extraño cuya característica más admirable parece ser la prolijidad. Pero, hace miles de años, en ese terreno donde se edificó la casa, había un pantano donde habitaban, según dice su mamá, unas cosas llamadas alimañas (del latín animalia: animal indefinido, indeterminado, dañino, viscoso y pegajoso). Aunque para Lucio la casa es aburrida y no tiene noticias de ellas.
Esta novela, narrada en primera persona por su protagonista, inspira al lector o a la lectora a correrse de los límites entre la realidad y la imaginación. Lucio no es un chico que se asusta fácilmente e incluso, mira películas de terror que no le dan miedo y festeja su cumpleaños con una fiesta de disfraces con personajes terroríficos, contando de esta manera y de una forma original, que a veces, los adultos somos más temerosos que los más chicos.
De a poco, mientras Lucio observa y juega en el rincón telúrico del abuelo Bartolo y pinta el pasto de color azul, va descubriendo una serie de cosas raras y desopilantes, que hará que el lector o la lectora, se involucre en la historia y se sorprenda junto al protagonista. Además, las ilustraciones de Pilar Moreno, quien cuenta con una vasta experiencia en ilustrar libros, revistas y publicaciones digitales, acompañan de manera divertida el relato.
“El primer fragmento que escribí fue el que habla de las cañerías, y surgió porque en un momento en mi casa empezó a salir agua marrón y ahí imaginé: ¿cómo sería si eso que sale fuera Coca Cola? Así como tirando de un hilito apareció la idea de construir una casa ideal. ¿Cómo sería la casa ideal para Lucio? Todo tiene una lógica, pero disparatada”, dice su autora.
En cuanto a lo que le gusta de la literatura infantil menciona que es justamente la libertad. Y cuenta: “La imaginación puede dar rienda suelta a todo tipo de situaciones. Me gustó ponerme en los zapatos de Lucio, que es varón y tratar de pensar en las cosas que haría o qué pensaría un niño de 10 u 11 años ante la experiencia de una mudanza, por ejemplo”. Con una gran capacidad narrativa para construir voces infantiles, Laurino crea personajes entrañables para que chicos y no tan chicos disfruten de una buena historia antes de dormir.
Escritura y lectura íntimamente relacionadas
Verónica Laurino es bibliotecaria y su vida está atravesada por los libros. “Para mí la escritura está íntimamente relacionada con el placer, con la curiosidad, con el juego, con el amor. Trato de no vivirlo como una obligación, una carga o una rutina. Escribir me produce felicidad aunque el texto sea triste. Y la lectura es una parte fundamental en mi vida. Nunca me canso de leer libros, siempre descubro autores o autoras que no conocía, y todavía tengo muchos clásicos pendientes. Después llegó la escritura para completar ese círculo virtuoso. La escritura es una forma de vida, por eso creo que trabajar en una biblioteca es el mejor lugar que encontré para vivir”, expresó la escritora.
Sobre la autora
Laurino nació en Rosario en 1967. Escribe a la mañana temprano y cocina unas tortas riquísimas cuando van las amigas a visitarla. Después salen a caminar, así bajan los kilitos de las tortas. Anteriormente publicó los libros de poesía «25 malestares y algunos placeres» (Ciudad Gótica, 2006), Ruta 11 (Vox, 2007) y las novelas Breves fragmentos (2007, primer premio del Consejo Deliberante de Rosario) y Jardines del Infierno (Erizo, 2013). Le gusta mucho escribir con sus amigos y por eso publicó también los libros de poesía Comida china (Alción, 2009) escrito con Carlos Descarga, y Sanguíneo (Baltasara, 2014) escrito con su primo Fernando Marquinez. También ha sido incluida en numerosas antologías de prosa y poesía.