Clapper txt_MATÍAS QUEROL_Jun_2019
Manuel García es uno de los nuevos trovadores chilenos que hicieran su irrupción en condición solista a mediados de la década del 2000. Su primer trabajo discográfico, Pánico (2005), tiene a la composición homónima como obra maestra de la canción latinoamericana en una aguda vinculación entre poesía y sufrimiento mental.
Previamente a la composición de su primer álbum solista, García fue parte de la agrupación folk-rock Mecánica Popular, que formara junto a Mario Villalobos en el año 1997. Pánico fue elegido en el 2008 por la edición chilena de la revista Rolling Stone en el puesto 34_ en la categoría Mejor Disco Chileno de todos los tiempos. Aquí & ahora tenemos el enorme placer de perdernos en una reseña minuciosa de esta canción que, sin dudas, es la que mejor canta/lucha a la experiencia sufriente del “Pánico”.
Manuel García, surgimiento del pánico como categoría psiquiátrica
Omitimos saber a ciencia cierta las motivaciones que pudieron llevar a Manuel García a componer su canción “Pánico”, y que ahora analizaremos configurados en #ModoAvión.; invitación a los lectores/lectoras a volar con las letras y la música de Manuel sustrayéndonos por unos instantes off-line del loco scroll. ¿Se habrá tratado de una experiencia personal de sufrimiento psíquico? ¿Habrá sufrido Manuel un (Ataque de) “Pánico”? ¿Se habrá sentido cerca de algún familiar, amigo o pareja que acaso lo haya padecido?
Para quienes lo desconocen, y haciendo un poco de ligera investigación acerca de cómo llega a nuestras vidas este padecimiento psíquico instalado con un nombre y una verdad irrefutable en nuestras sociedades, la categoría diagnóstica “Ataque de pánico” surge en el campo de la psiquiatría biologicista en los Estados Unidos en el año 1980; década que proclamaría a Ronald Reagan y Margaret Tatcher como líderes políticos de un nuevo orden mundial sostenido en el libre mercado. A propósito, “El viejo comunista”, canción que sucede a “Pánico” en el álbum, tal vez algo tenga para decirnos en clave nostálgica sobre aquello y un sesgo político que sobresale en la música de Manuel.
Lo que en 1980 se da en llamar por la psiquiatría hegemónica “Ataque de pánico” (o “Panic Attack” ) previamente, y según las mismas investigaciones teóricas, recibe el nombre inespecífico e inexperto de “corazón de soldado”, haciendo referencia a los múltiples casos de soldados de la Primera y Segunda Guerra Mundial que acudían a las guardias de los hospitales sintiendo que estaban sufriendo un infarto (o que estaban por morir) cuando en rigor se trataba para sorpresa de la ciencia médica de extraños fenómenos psíquicos sin riesgos somáticos evidentes.
Manuel García, guitarras acústicas superpuestas en el “Pánico”
Volviendo a la canción, “Pánico” es el track 6 de un total de 13 creaciones y, sin dudas, es la punta de lanza del álbum ya manifiesta en la conservación de su título homónimo. Manuel en “Pánico” describe poéticamente una escena de (Ataque de) “Pánico” de un modo sensible, agudo y brillante. Tanto tenemos para decir/sentir del “Pánico” cuando nos dejamos afectar por la música que nos regala Manuel que nos lleva hacia una comprensión humanista de este fenómeno de sufrimiento psíquico de alcance global. Tanto tenemos para decir/sentir del “Pánico” que nos regala Manuel que, intuimos en su estribillo, nos entrega una llave maestra para re-significar la soledad y transformarla en un encuentro local de almas con ese otro que está sufriendo.
“Pánico” inicia con la instrumentación de guitarras acústicas en capas de arpegios entremezclados que presentan la escena de un cuerpo/mente en soledad; sumido a un miedo que va en aumento de principio a final. “Pánico”, desde la musicalidad, es una canción desesperada, acelerada, presa de una ansiedad galopante- como dice en alguno de sus versos- propia de “caballos de circo”. Manuel es un antropólogo sesudo que capta/canta la vivencia personalísima e intransferible de ese cuerpo/mente que está sufriendo “Pánico”, en el momento mismo que lo está sufriendo, y lo va dejando asentado en su diario de notas (musicales) y garabatos de imágenes poéticas que son tan arrasadoras como todo aquello perturbador que referencian.
Manuel García, empatía por el cuerpo/mente que sufre “Pánico”
Vamos a perdernos en la letra de la canción. Vamos a sentir empatía por ese otro que está sufriendo (Ataque de) “Pánico” y que Manuel nos lo acerca a través de la entonación de su delicada voz, es decir, aquel otro que está sufriendo, sin más, la pérdida de sí mismo y la figura poética de /“los espejos se secaron en la casa abandonada”/ presente en la canción expone lo que las voces autorizadas de la Salud Mental definirían como una des-subjetivación brutal. “Los espejos se secaron en la casa abandonada, y el espacio de violines se volvió telas de araña, huye un corazón enfermo, por el corredor escapa, y en el comedor de cedro engancha y se le quiebra un ala”.
El “corazón con el ala quebrada”, que canta en su letra, resulta ser una metáfora bellísima de la pérdida de libertad e inmovilidad que el “Pánico” deja en el cuerpo/mente desvalido de quien lo padece; ironía del destino de un cuerpo/mente preso de una economía de libre mercado que solidificara líquidamente en el año 1980, por cierto, cuando surge la categoría diagnóstica psiquiátrica “Ataque de Pánico” en los Estados Unidos.
Ahora bien, ¿Podemos establecer alguna relación causal entre la neo-libertad que se abre en lo económico/cultural en 1980 con el padecimiento psíquico que los Estados Unidos exportara al mundo con la etiqueta del (Ataque de) “Pánico”? ¿Podemos plantearnos tan sólo un par de signos de interrogación, para no tomar al pie de la letra lo que baja del norte como verdad irrefutable, y que nos obliga a acatar lo que el doctor quiere sobre nuestro cuerpo/mente soberano?
Manuel García, sentir politizado en el pánico y la neo-libertad
Manuel García antropólogo se vuelve una suerte de traductor no patologizante de aquello que siente el hombre sin nombre aludido en la canción, como si Manuel fuera un buen tipo que trabajara en el fango de la Salud Mental Comunitaria, por el cierre de los manicomios como bien lo marca la Ley Nacional de Salud Mental N_ 26.657, y por abrir un paréntesis como resistencia a las pepas psicofarmacológicas que hoy son un furor de ventas en el mundo.
Manuel da un paso adelante en el campo de la batalla, cultural. Manuel levanta su bayoneta poética y ofrece su corazón de soldado para reducir toda intentona reduccionista que pudiera diagnosticar el sentir sufriente como una “enfermedad” individual (nominada “Ataque de pánico”), encerrada en un cuerpo/mente individual, y sin trazar vinculación alguna con la cultura de la ambición en la que vivimos y que podría llevar al “Pánico” en una auto-explotación sin patrón ilimitada.
Si bien Manuel nos habla de un corazón /“enfermo”/ que /“escapa”/, la canción en una escucha atenta hace despertar de la modorra a todos los mortales acerca de la necesidad de hacer valer un nuevo sentir politizado, que piense un poco más a fondo por qué uno siente morir en vida cuando es atacado (por nada o nadie visible) en el “Pánico”. Como alguien escribiera alguna vez, ¿Es posible politizar las sensaciones como el “Pánico”? ¿O tan sólo la política obedece al intercambio de las ideas y la persuasión en un arte de lo posible?
¿Podremos detenernos en el instante decisivo de estar sufriendo una muerte en vida (“en sangre tibia”) y pensar el sentir como algo que también se desprende de un tiempo histórico de “neo-libertad” que lo provoca? ¿No será que “El viejo comunista”, al que Manuel canta “se sienta a fumar la tarde entera”, está desconcertado o abatido o inerme frente al nuevo mundo de “neo-libertad” que la Dama de Hierro vino a convidarle, mundo que se “abre al mundo” y no sabe ya cómo carajo dar con un arma nueva (que no sea la hoz y el martillo) para enfrentarlo?
Manuel García, figuras poéticas de un arrasamiento
“Todo es soledad sin calma para el corazón en casa”, es una de las frases que describe con claridad el sentir de ese cuerpo/mente que no puede parar un segundo desbordado por la ansiedad. Manuel, no sabemos si en forma más o menos intencional, lucha/canta poéticamente para hacer aparecer a un otro cuerpo real frente al cuerpo/mente individual que sufre esta “soledad sin calma”.
No está solo el hombre sin nombre que está sufriendo el “pánico”. Hay un otro real que lo abraza y baja con la efectividad de un ansiolítico, con tan sólo un puñado de versos de un estribillo que es un giro de 180 grados en la comprensión del fenómeno desde una perspectiva humanista y de DDHH; y no tan sólo desde lo alto de un panóptico de control psiquiátrico.
Las figuras poéticas más dramáticamente fuertes son: corazón/sangre tibia/muerte/soledad/casa/espejos. El estribillo se vuelve acelerado/desesperado/inquietante; como si quisiera detener/contener con su canto al cuerpo/mente de ese otro que huye en “soledad sin calma” por la “casa abandonada”. “Si en sangre tibia se muere, no te desesperes porque yo también lloraba. (…) si en sangre tibia se muere, no te desesperes porque yo también lloraba”.-
Manuel García, cuando Uno ya es OTRO en el “pánico”
En primer lugar, y poniéndonos el chip filosófico en este libre juego discursivo en #ModoAvión, Manuel le habla en el estribillo a ese otro (que está sufriendo) pero que siente él mismo que ya es OTRO cuando sufre. Por eso Manuel utiliza la tercera persona para dirigirse a él: “se” muere, en lugar de “te“ mueres. Ese otro que sufre “Pánico” ya es OTRO cuando sufre (extraño para sí mismo y para los que quisieran asistirlo), ya está sintiéndose OTRO y la figura poética/“los espejos se secaron en la casa abandonada”/ bien lo plasma en la canción.
No hay espejos en los cuales ese otro pueda reflejarse como Uno mismo en su identidad, porque el cuerpo/mente que sufre (Ataque) de “Pánico” queda extraviado en el desierto de una subjetividad que es arena sobre arena, no sabe ya quién es, por qué hace lo que hace, y es aplastado por una angustia que lo inmoviliza. Como dice la letra de “Esta vez” (Café Tacvba-2007) y que puede ser citada como parte de una misma sensación de pérdida de la propia identidad, “De pronto ya no sé que pasa en mí, de pronto ya no sé quién soy, de pronto ya no reconozco nada de lo que un día fui”.
Manuel se topa con la escena del sufrimiento psíquico y la describe con justeza como quien sabe cómo poner el cascabel al gato. Manuel asume que ese otro que sufre se siente un OTRO (“Él”) y no un “Tú” dispuesto al diálogo porque, como dijimos, en la primera frase del estribillo dice “se muere” en lugar de “te mueres”. Pero lo maravilloso es la frase siguiente, porque ahí el fantasma extraño de un Él difuminado en “espejos que se secaron” se vuelve un Tú-real (“no te desesperes”), se vuelve un cuerpo/mente vuelto más acá al diálogo, en presencia de alguien real que tratará de calmarlo.
Manuel incorpora la dinámica Tú/Yo que hace re-aparecer con el canto de su voz: “Yo también lloraba”. “Yo también lloraba” es decir, poéticamente, que aquello que la psiquiatría hace llamar “Ataque de Pánico” no es algo anormal y que nos hace rozar la locura, sino que es parte de todxs y que estar junto al otro en el diálogo, local y afectivo de un Tú/Yo, es parte del primer compás de cuerdas de nylon que suena para la tramitación futura del conflicto.
Manuel García, el llanto de la angustia como primera letra muda
Manuel-poeta hace lo más brillante de la canción, pase de magia excepcional que rompe la sumisión acrítica a la pepa milagrosa de un clonazepam (que es pan para hoy, y hambre para mañana) en la solución del problema. Manuel aparece con su canto en la escena misma del sufrimiento psíquico y lo describe con una sensibilidad que conmociona a todo aquel que estuvo más o menos cerca de ese infierno.
Manuel interviene con la medicación musical justa en el momento justo; hace valer el llanto de la angustia como la primera letra muda que activará la futura comprensión del sufrimiento. “Yo también lloraba” es el gesto fraternal, humanista y ético de una igualación frente a ese otro que sufre por dejar de estar sintiéndose Uno mismo, frente a ese otro que ya es OTRO confundido su cuerpo/mente con las figuras del TODO que en la canción gritan el arrasamiento desértico de su subjetividad: “cuervos/caballos de circo/ miradas de la estatua/ dibujos de la alfombra”.
Manuel García, compartir el PÁN_ico.
Otro punto altísimo en la lucha poética al “Pánico” que Manuel emprende es esta figura del /“ TODO”/ que repite desesperado en el verso: “Todo es soledad sin calma para el corazón en casa”. En este punto, vale mencionar que el vocablo “Pánico” viene del griego “PAN” que significa “TODO”. En la escena del sufrimiento, el “Pánico” deviene en el cuerpo/mente en la “casa abandonada” porque “TODO” está en él, y no hay chance de salir de ese laberinto dramático que iguala sus “ojos” y el “cielo: “Si en su diario ha dibujado ojos que parecen cielo”.
Jugando un poco con las palabras, como lo haría un analista/analizante en el espacio de trabajo analítico conjunto en un diván, podemos pensar que del PÁN_ico como sufrimiento del TODO puede desprenderse un “compañero” real (etimológicamente “compañero” viene del latín comedere que alude a “compartir el pan”) que Manuel nos ayuda a vislumbrar como una pulsión de vida que se abre como un faro luminoso en la oscura marea; un compañero real en el núcleo de la escena del sufrimiento del “Pánico”. Un compañero real, tan sólo estando con ese otro y pronunciando la única frase que asume la vulnerabilidad y se aleja como una balsa de madera de todo heroísmo salvador: “Yo también lloraba”.
Manuel García, voz, manos y ojos que saben llorar
Manuel le dice al otro en la canción “No te desesperes”. Manuel nos dice, a instancias de ese otro que sufre, que la cura misma puede venir por dejar correr las lágrimas para una futura comprensión de las mismas, en el mejor de los casos, con la ayuda de un analista o profesional del campo psi: dejar correr las mismas/otras saladas lágrimas de Manuel y las de ese otro que está sufriendo. “Yo también lloraba” es un encuentro de almas en el sufrimiento pero, a la vez, un verbo conjugado en pasado imperfecto (“lloraba”), vale decir, acción que no termina de un día para el otro (y como solución inmediata), como parecen decirnos sin decir las pepas de la psicofarmacología que hoy imperativamente aparecen en la escena como respuesta primera.
No es novedad para quienes hayan padecido “Pánico” de que se trata de una experiencia oscura en la que se siente de cerca la “muerte”, que el corazón sufre palpitaciones fuertes, el aire comienza a faltar, y que el cuerpo expide sudoraciones sin aparente peligro inminente de una amenaza real que lo ocasione. ¿Cuál es la clave de escucha que Manuel García nos deja como aprendizaje más fuerte? ¿Dónde es que atesoramos para siempre la obra maestra de esta belleza americana? ¿Puede una canción latinoamericana quedar guardada para siempre como un talismán en el espacio infinitesimal de un pastillero para el bolsillo?
El estribillo repite, una y otra vez, “Si en sangre tibia se muere, no te desesperes porque yo también lloraba”. Manuel nos dice que la muerte en vida (“sangre tibia”) que nos deja la sensación del “Pánico” no es algo individual, no es una “enfermedad” individual de tratamiento individual (por la vía sólo del psicofármaco), sino que es un producto histórico-social que incluye al otro, a la angustia de ese otro, y al llanto en plural como síntoma más evidente (“no te desesperes porque yo también lloraba”), para poner manos a la obra y trabajar para uno mismo que, en definitiva, también lo es para el otro.
En fin, el meta-mensaje que flota en nuestro aire es “no es raro” que sientas lo que estás sintiendo, porque no estás solo, y “yo también lloraba”. Ahora te hablamos a vos, lector/lectora que te hiciste un espacio/tiempo para volar con nosotros y Manuel en #ModoAvión. Si estás siendo atacado a estas horas por el “Pánico”, si estás sintiendo extrañas sensaciones en tu rincón y te cuesta pronunciar frase alguna porque un nudo te aprisiona la garganta, Manuel viene a cantarte al oído un susurro, “no te desesperes”, porque Manuel (heredero de Violeta y Víctor en la lucha/canto por la liberación) tiene voz y tiene manos y tiene “ojos”, que saben seguir llorando, y no quieren parecerse al “cielo” por el que vuela todopoderoso el halcón del norte.