Clapper txt_NICOLÁS ELICECHE_Ago_2019
– ¿Te duele? ¿está muy apretado?
– No, no. Tranquila que estoy bien. Vos prestá atención que yo ya me olvidé como era. – Le respondí mientras mis dos manos estaban atadas detrás de mi cabeza.
– Bueno, sigo con la cuerda tranquila entonces.
Expandiendo mi curiosidad
Mi viaje dentro del BDSM continúa explorando las distintas prácticas que se engloban dentro de esas 4 siglas, en esta ocasión voy a escribir sobre una relacionada al Bondage… Me olvidaba de contarles que asistí a una reunión informal de Litoral Kinky en donde la pasé increíble, pero lo que paso allí fue todo off the record, así que lamentablemente no puedo escribir nada. Sin embargo, puedo decirles que allí me invitaron a participar de un taller de Shibari para principiantes, al cual accedí sin mucha información del tema.
Obviamente apenas llegue a mi casa google de que trataba la práctica del Shibari. El amigo Wikipedia dice lo siguiente: “El Shibari (縛り, literalmente «atadura») o Kinbaku (緊縛, literalmente «atadura tensa») es un estilo japonés de bondage que implica atar siguiendo ciertos principios técnicos y estéticos, y empleando cuerdas generalmente de fibras naturales.” Después, el día del taller, le pregunte a la “profe” y me agregó su definición de la práctica: “Una forma «simple» de definirlo sería ‘bondage japonés’, ese término viene acompañado de todo un imaginario que se vincula con conceptos como lo erótico, sensual/sexual, contemplando muchas veces dinámicas D/S o dentro de sesiones de SM, y si bien esto puede estar o no más cerca de escenas tradicionales de la práctica, a la vez vemos ejemplos desde otros lugares mezclándose con lo artístico, lúdico, teatral, espiritual; como forma de expresar cariño o dialogo, y en algunos casos como dispositivo para intentar resolver trauma, empoderamiento, meditación. Infinitos modos de vincularnos con otrxs con la cuerda como vehículo.”
Hora de Clases
Pero, volvamos al taller para principiantes al que acudí. No tenía mucha información exacta de lo que iba a suceder, más allá de lo que investigué del tema, pero por otro lado no quería averiguar tanto. Quería sorprenderme. Apenas confirmé mi asistencia me preguntaron con quién iba a ir, algo que me descolocó, ya que pensé que era un taller en donde se podía participar de manera individual. Sin embargo, había que acudir con un acompañante para poder experimentar tanto ser atado como atar.
Si bien me agarró una especie de colapso por no saber a quién invitar, o como decir: “Che, ¿me acompañas a un taller para aprender a atarnos?”. Pero por suerte, rápidamente vino el nombre de una gran amiga a mi cabeza que sin dudarlo acepto y se mostró bastante interesada en el tema, lo cual era un plus. La verdad que los días previos a la clase comencé a tener ansiedad grande, algo que no pensé que me iba a pasar. Creo que cada vez más voy entendiendo el concepto de sexo vainilla.
Finalmente llegó el día, coordiné con mi amiga para encontrarnos en la puerta del lugar para entrar juntos. Ninguno de los dos habíamos vivido o experimentado algo parecido, y nos daba un poco de apuro no saber qué nos íbamos a encontrar, además admito que no somos las personas más sociables del mundo, necesitamos un poco de tiempo antes de soltarnos a hablar. Era obvio que teníamos que llegar juntos. Cuando nos saludamos estábamos contentos y relajados, cruzamos una sonrisa pícara por la situación.
Descalzos
Nos recibió la organizadora del evento con buena onda y nos pidió que nos sacáramos las zapatillas antes de entrar a la habitación donde iba a tener lugar la clase. Apenas ingresamos vimos que ya había gente sentada en el piso, pero lo que más me llamo la atención fueron todas las cuerdas ordenadas que había en el centro de la habitación.
Entramos descalzos y nos recibieron con un saludo amistoso, creo que éramos la pareja que faltaba para que se inicie la clase, no recuerdo bien ahora y no es de importancia. De fondo había música que no logre distinguir, estaba muy baja. A la “profe” no le gustaba el silencio y quería algo de ruido ambiente nos dijo. Si bien el día estaba caluroso, la habitación estaba bastante fría, y al estar en medias, el frío del piso se sentía bastante. Algunos sacaron unas mantitas o camperas para sentarse encima al principio. Una vez que entramos en calor, todo eso termino en un rincón.
Al ser una actividad en donde se utiliza el cuerpo, comenzamos estirando para evitar lesiones y poder disfrutar el día sin dolores, mientras nos contaba un poco de lo que trataba la actividad y lo que íbamos a aprender ese día. Algunos de los participantes hablaban y contaban un poco de su experiencia y lo que entendían por shibari.
Como era para principiantes, hicimos nudos básicos para atar una o dos extremidades. El primero denominado “columna simple” lo practicamos de manera individual en el tobillo de cada uno, para sentir el roce de la cuerda en la piel. Luego lo practicamos en el compañero, haciendo hincapié de hacerlo despacio y tranquilos fijándonos de no apretar y lastimar. Siempre tenía que haber un espacio de un dedo entre la cuerda y el cuerpo. Debo admitir que al principio fue complicado, pero luego de un par de intentos me salió casi tan prolijo como a la profe.
A pesar de ser un nudo “simple”, lo practicamos varias veces hasta que a todos nos salió bien, recién ahí continuamos al siguiente ejercicio. Al ser una práctica en donde se amarran e inmovilizan partes del cuerpo es necesario hacerlo con precaución y cuidado, porque un descuido o la negligencia puede causarle un dolor o lesión al otrx. La seguridad, como siempre es prioritaria. Y no hace falta hacer hincapié que el consenso y la charla es fundamental.
Llegó el momento de atar dos extremidades, comenzamos nuevamente practicando en las piernas de cada uno para luego pasar a las manos del compañerx. La verdad que me estaba divirtiendo bastante, sobre todo porque en un momento pensé que tener una cuerda alrededor de mi cuerpo o manos podría causarme una especie de claustrofobia, pero me sentía muy cómodo. Sumaba que el ambiente del grupo era muy calido y las explicaciones de la profe muy precisas y fáciles de entender.
Llegando al final
Tras haber practicado por un largo rato en las manos del compañerx, comenzamos a aplicar esos nudos en ciertas estructuras y posiciones. “Estas posiciones tradicionalmente dieron el nombre a lo que ahora entendemos como ‘patrones’, y en general hacen referencias a partes del cuerpo ubicadas de cierto modo, como ‘pierna’, ‘brazos hacia atrás’, ‘brazos hacia arriba’, etc”, me contó luego la profe cuando termino la clase.
No quiero hacer muy larga la crónica para no aburrir, pero estuve con las muñecas atadas por detrás de mi cabeza, junto con la cuerda que “envolvía mi cuerpo”, también estuve acostado boca arriba con las piernas flexionadas con los talones lo más cerca posible de la cola, mientras dos juegos de cuerdas inmovilizaban ambas piernas. Y finalmente también aprendí a pasar la cuerda por mi propio cuerpo y formar una especie de rombos a lo largo de todo mi torax.
Pero lo que quiero resaltar del taller es otra cosa, no fue aprender a hacer nudos e inmovilizar, fue conocer un arte y practica distinta y completamente alejada de mí y creo que de muchos. “Muchas veces se confunde la práctica y se simplifica a solo «aprender» una estructura, es importante no olvidar la conexión con el otrx, que nos presta su cuerpo, porque finalmente eso es lo más importante, no es solo final sino todo el proceso”, me explicaba la profe.
Algunos encuentran el placer sexual en las cuerdas, otros algo distinto, paradójicamente en mi caso estar atado era casi liberador, estaba en libertad. Pero como toda práctica, es muy subjetivo y propio lo que genera el shibari. Sí hay que tener en cuenta que es un momento de confianza entre las partes, en donde unx entrega su cuerpo para que otrx lo ate. Es un momento de conexión. Es sentir el roce de la cuerda por la piel y las partes del cuerpo y dejarse llevar.
Obviamente me di cuenta que no es algo que puede realizar cualquiera mirando un video en YouTube. “Mi recomendación es: tomar clases presenciales, no intentar quemar etapas de aprendizaje, tener ética del cuidado y empatía hacia la persona que trabaja con nosotrxs. El narcisismo de lxs atadorxs puede devenir en negligencia, y la negligencia puede traer consecuencias física y psicológicas que se pueden evitar. Darle importancia al feedback de lxs atadxs”, aconsejó la profe para los interesados.
El taller duró cerca de 3 horas y media, no se hizo pesado, sino que cuando finalizó me quede con ganas de más. Cuando nos íbamos con mi amiga nos miramos y dijimos que teníamos que conseguir cuerdas y juntarnos a practicar para no olvidar lo aprendido. El poco contacto que tuve con el shibari me hizo darme cuenta que hay un mundo de prácticas sexuales por contar y experimentar. En mi caso les cuento que estar atado fue estar en libertad.
– Che, ¿pudiste conseguir las cuerdas?
– Sí, vení a mi casa que practicamos lo que aprendimos.
– Dale, pero esta vez yo quiero ser el atador.
– Genial, yo iba a decirte que a mí me gustó sentir el roce de la cuerda en mi cuerpo. Pero ahora quiero sentirlo un poco más en la piel.