Formados en el año 1987, Man Ray comienza su historia como nuevo proyecto pop junto al guitarrista Tito Losavio. Luego de la edición de un primer álbum Man Ray, en el que participaron como invitados Andrés Calamaro, Miguel Zavaleta, Ariel Rot y Richard Coleman, entre otros, la agrupación comienza un impasse artístico hasta su primer regreso en 1992. En este año, Man Ray edita Perro de playa, trabajo discográfico que significaría el salto a la popularidad llegando a obtener nada menos que un disco de oro. Una de las canciones hit que integraban ese repertorio fue “Sola en los bares” que habla sobre el conflicto emocional suscitado en alguien que se siente mujer pero está encerrada en el cuerpo (biológico) de un hombre.
Man Ray, la temática innovadora del travestismo
«Sola en los bares” es el primer track de Perro de playa, álbum que cuenta además con la participación de Charly García en la canción “Tierra sagrada”. Si bien “Caribe Sur” y “Olvídate de mi” fueron las composiciones que mayor rotación radial tuvieron, “Sola en los bares” fue una grata sorpresa en el circuito del rock argentino de los primeros ’90 debido a su profundidad poética a la hora de tocar la cuestión de la diversidad sexual. La temática del travestismo, por aquellos años, todavía estaba bastante vedada en el debate público; siendo su tratamiento y visibilidad considerado todavía una jugada trasgresión.
«Sola en los bares”, guitarra acústica para aceptar lo diverso
A más de 25 años de su surgimiento, “Sola en los bares” es un clásico que habla sin tapujos y con total libertad sobre lo que debiera dejar de ser algo «exótico» para ser parte de la vida común y corriente de todxs como aceptación de lo diverso. “Sola en los bares” es una canción de formato acústico que narra una situación real en la que la propia compositora (Hilda Lizarazu) fue partícipe en un encuentro causal con el personaje central de la historia desde la ventanilla de un colectivo.
«Sola en los bares”, obra musical producto del azar
Según cuenta Lizarazu en el libro “Antología del rock Argentino, la historia detrás de cada canción” (Maitena Aboitiz), “Sola en los bares” surge por casualidad cuando viajaba en un colectivo. Allí, cuenta Lizarazu, estando el semáforo en rojo de la calle por la que transitaba, vio la imagen de una travesti detenida en el umbral de una casa atacada con gesto algo melancólico; lo que activó en ella luego la escritura de la canción.
«Sola en los bares”, discriminación y un vestido azul francés
“Sola en los bares” cuenta la situación de exclusión y violencia simbólica que debió haber padecido el personaje central de la historia. «Está mareada, su cuerpo quiere descansar, es madrugada, sola en las calles, con su vestido azul francés, no siente nada”, de esta manera comienza la letra cantada por la voz de Lizarazu que sintetiza su visión fugaz del personaje en el umbral de esa casa antigua; buscando un refugio o acaso aceptación de sus elecciones de género.
«Sola en los bares”, identidad femenina que se elige y el encuentro fugaz
El recurso poético /vestido azul francés/ aporta en el sentido de fortalecer la identidad femenina a prueba de todo maltrato simbólico o real que pudiera provenir de un afuera violento. «No, no puedo creer, que estaba en ese lugar, y que antes de ayer, fumando la ví pasar”, en este pasaje Hilda Lizarazu- como autora- deja traslucir su experiencia de vida; aunque todavía no deja pistas certeras sobre si se trata de una mujer (biológica) o de una travesti.
«Sola en los bares”, a la espera de un príncipe salvador
Más adelante, la canción en su estribillo incorpora un cambio en la letra como riqueza narrativa al imaginar los sentimientos de ese personaje sentado una vez más en el umbral de la casa antigua, «No, no puedo creer, que vuelva al mismo lugar, como si alguna vez, un príncipe la fuera a buscar y a rescatar”. Un solo de piano luego toma las riendas llenando de emotividad y armonía la escucha.
«Sola en los bares”, ni hombre, ni mujer…
«Sola en los bares, no era hombre ni mujer, se transformaba”, en este pasaje de la letra se deja traslucir más claramente la temática del transformismo antes sugerida de modo implícito («huele a perfume de mujer sobre la cama”). “Sola en los bares” también tuvo su videoclip de difusión el cual busca reconstruir en imágenes parte de esos recuerdos fugaces del colectivo mutados en canción. Si algo puede mencionarse del videoclip es cómo la sensualidad deja de ser atributo de un sexo en particular; sino que forma parte de cómo cada cual sabe llevar la identidad que elige; aún a riesgo de no conformar a los dinosaurios de siempre que nunca faltan aprisionados por la moral y los protocolos.
«Sola en los bares”; videoclip de cuidada sensualidad
Las imágenes en primeros planos difusos del personaje central llevan a una cuidadosa y nada efectista narración fílmica que encaja con su armoniosa musicalidad. «Lo femenino» es fielmente representado en ese baile en círculo cerca del final de Lizarazu, moviendo sus faldas junto a un ventanal luminoso (metáfora de “verdad”), mientras el personaje se maquilla frente al espejo como encuentro imaginario y mutuamente comprensivo de dos mujeres; al modo del inolvidable film norteamericano «Las Horas» (Stephen Daldry-2002). “Sola en los bares”, hit queer a 25 años que no debe estar ausente de toda buena antología.