Son las siete y treinta y cinco de una tarde de martes increíblemente calurosa en Rosario. Las mesas en Pichincha a medio llenar, y todos –absolutamente todos- están un poco transpirados. Así se vive el fin del verano por estas latitudes. Treinta y cuatro, treinta y siete, treinta y nueve, un millón de grados hace en la ciudad de la Bandera, del carlito y de las palabras sin la s final.
La Bodeguita, bar de cervezas, tapas y otros gustos por el estilo empieza a encenderse y Warecloud, el coworking que funciona arriba, está a punto de apagarse. Casi, pero no. Va cayendo, de a uno, un grupo de alrededor de 12 personas que se instalan en el frente del segundo piso para armar los equipos y materializar la contradicción más piola de cada martes a la noche: hoy hay No hay clase.
Vivimos tiempos confusos. Se nos mezclan los conceptos, se los estira, se los retuerce y, muchas veces, se los vuelve a dejar en su posición original. No hay clase es un programa que se basa en los late night shows televisivos, tiene ritmo de radio y se transmite por streaming. No es tele, porque no sale por la tele. No es radio, principalmente porque se ve. Y no es el streaming de los jóvenes que avisan que se pegan una duchita y prenden desde la compu de su cuarto, acá hay mucha producción. Entonces podríamos decir que es el programa que conducen 3 veintipicoañeros todos los martes a las 22hs, de Youtube y Twitch al mundo. Hablan de coyuntura, de lo que se hace en Rosario, de personajes mediáticos y de nostalgias varias: la receta del profesor Utonio para crear al millenial perfecto.
Más fácil que definirlo, es contar su origen. Aimará Ferro, Stefano Prestera y Juan Cruz Albergoli terminaron de ser un grupo durante la temporada 2021 en Pinamar haciendo radio para M90. Y volvieron con la idea de que tenían que hacer más.
STEFA: No sabíamos bien qué, pero queríamos hacer ruido.
JUAN: La revolución.
Los primeros programas son una versión mucho más sencilla que la que se ve ahora. Poca luz, cámaras menos nítidas y conceptos menos claros. Es que dos años al aire afianzan los límites y alcances de un programa que se va redefiniendo constantemente.
Son las ocho y ya llegó El Panda. Está en la sala de reuniones que usan de estudio, armando todo para el comienzo del programa. Él es el operador y director durante el vivo. Línea fundadora dicen los tres. Después se va a ir sumando progresivamente el resto del equipo, desplegando trípodes, ajustando cámaras, ambientando la escena. Hoy es la segunda transmisión del programa por Gelatina y la vara está muy alta.
Gelatina es el canal de Youtube dirigido por Pedro Rosemblat. El de Saliendo que es Elektrica para muchos, el Cadete para otros, el Pibe Trosko para los que cargan ya varias primaveras. Su desembarcó en Youtube empezó hace 2 años con sus resúmenes semanales de un país que solamente puede ser real si es ficción. Al año siguiente apostó por agregarle un programa diario de actualidad y análisis político, al que después se fueron sumando otros. El 2023 lo encuentra con un estudio propio, una técnica que hace que se vea y se escuche bárbaro y una apuesta más federal. Se agregaron a la programación del canal tres programas de tres provincias distintas: Punto Sur, desde Usuahia; Mascotas de nadie, desde Tucumán; y ¿a que no adivinan cuál es el streaming rosarino?
Para entender cómo llega No hay clase a uno de los canales de YouTube más conocidos del país se puede ensayar una suerte de organigrama sencillo y lineal. Pedro Rosemblat le escribe a Tomás Quintín Palma para preguntarle por algún contenido de Rosario, Tomás Quintín Palma le escribe a Nano Catalá, Nano Catalá los recomienda a ellos.
AIMA: Nano ya había venido al programa. Es amigo mío. Y se lo recomendó a Quintín, y Quintín se lo recomendó a Pedro. Ahí Nano me pasó todo el chisme en un segundo, me pasó los screenshots de Pedro diciendo que le encantaba y a los meses nos escribió.
El resto es historia. Presente. Porque todos los martes son el programa de Rosario de Gelatina.
Detrás de cámara todo es silencio y atención. Y risas, también. El programa empezó hace más de media hora, sale bien la transmisión, hay gente en el chat y Juan explica la razón que los hace tener tres portarretratos con imágenes tan disimiles como Miley Cyrus, Santiago Del Moro en plena era Much Music y a Tinelli, la cobra de Bolivar, comiéndose un alfajor.
JUAN: Cada uno tiene que tener un santo, un referente en No hay clase. Alguien que nos representa. Pero no esa persona en general. A mí no me representa Tinelli cortando tangas con una tijera en 2009. A mí me representa este Tinelli. El de los 90s, que de la nada se metía alfajores en la boca sin mediar palabras.
Como muchos de nuestra generación, la nostalgia parece ser un componente preponderante en sangre. Diferenciar entre distintos Marcelos Hugos, podría ser lo más aburrido del mundo para un adolescente actual y, sin embargo, a nosotros se nos puede ir la vida en ello. Hablando con datos, con argumentos, con pasión.
JUAN: No lo vamos a entender nunca a Tinelli, está a años luz de nosotros.
Es que no se entiende nada últimamente. ¿Qué hace interesante a un streaming? ¿Cómo se logra que te vaya bien? ¿Qué números significan que te vaya bien? ¿Hay guita en algún momento?
JUAN: Es lo que nosotros nos preguntamos (risas) ¿Tenés la respuesta?
Pareciera que la incertidumbre sigue yendo a la par de los logros. No hay clase hoy está en su mejor momento, su pico de popularidad y de voluntad por parte de quienes lo hacen semana a semana. Y sigue reformulándose. Capaz por eso, y no por tanto biri biri técnico, es que cuesta definirlo.
STEFA: Es un programa de amigos que se fue formando de a poco y que hoy no tiene techo.
AIMA: Yo me crie con Cris Morena y Hannah Montana. No te puedo mentir. No hay clase, para mí es una fantasía que muta constantemente y que te hace sufrir, pasarla bien. Nos hace crecer, a veces te enojás, pero es un sueño hecho realidad y que va a seguir teniendo distintos sueños que se van a hacer realidad.
JUAN: Pero no un sueño como los de los cinco años, cuando querés ser astronauta, lo buscamos.
Termina el programa. Empieza una discusión que, lejos de ir calmándose, va subiendo de temperatura. Ante la insistencia de uno de los espectadores en el chat, la cuestión de hablar o no sobre la situación de narcoinseguridad en Rosario se materializó. Unos pensaban que sí, sobre todo ahora que están en un canal abiertamente político. Otros que no tiene nada que ver con el programa. Otros más escuchaban atentos.
Lo que pareciera ser una interna es, en realidad, la prueba fehaciente de que No hay clase está vivo. La semana siguiente llevaron a Agus Dadamio, periodista de la ciudad, para que analice la situación de la región.
Ah, y también fue Merakio. Tranqui.