Clapper txt_EUGENIA MICHIELS_Sep_2019

Mariano Basavilbaso nació en Rosario pero se crió en Villa Cañas (sur de Santa Fe), actualmente reside en nuestra ciudad, donde pasó por varias carreras, entre ellas medicina y antropología; hasta que en 2012 encontró una cámara Zenit analógica de la URSS que era de su papá. A partir de ahí Mariano comenzó a interesarse por la fotografía.

El primer taller que hizo fue con Emilia Taljame, sobre fotografía básica y revelado en blanco y negro, siempre con una cámara analógica en mano. A fines de 2015 Mariano compró una cámara digital y en 2016 comenzó a estudiar en el ISET 18 la carrera de Fotografía.

En las primeras semanas de cursado arrancaron las marchas por las primeras medidas de recortes en educación, las que comenzamos a cubrir como tarea de una materia. A partir de eso, y lo que aprendí en poco tiempo, la calle, la gente, los movimientos, los tiempos…me hicieron interesarme por el fotoperiodismo. En ese invierno del 2016, la cooperativa La Brújula, saco convocatoria para colaborar en el medio” nos cuenta Mariano, y agrega: “Ahí estuve varios meses, conocí mucha gente, pude cubrir notas que a mí me interesaron mucho, y que esperaba conocer, lugares que de no ser por la fotografía no hubiera podido llegar”.

Perfiles de otros lugares, puntos de bitácora

Mariano nos presenta en su Limbo una serie de perfiles que fue capturando en sus viajes. “Son viajes, y mí necesidad de conocer personas en diferentes situaciones a las que vivo yo” nos aclara, y agrega: “Por ejemplo Artemio, un pibe que labura de los 12 años en campos sojeros del norte paraguayo, o Luis que terminó la escuela pero quiere ser lince (gendarme paraguayo); o hermanos de Rosario que corre su sangre boliviana y trasmiten de generación en generación su cultura, fuera de su territorio natal”.

Las fotos no son lugares específicos, ni personas. Son fragmentos de mí, quizás espejos. Qué mejor forma de entenderme que conociendo otras personas y realidades”.

Mariano nos cuenta que las personas a las que fotografía es gente que va conociendo, “amigos del viaje”; entre el intercambio con esas personas cuenta que es fotógrafo, y como una especie de respuesta mágica: sale la foto. La foto como una sorpresa constante al servicio de la curiosidad, tanto de un lado del obturador como del otro.

Mariano se toma su tiempo para conocer a esas personas antes de retratarlas, y utiliza un plano de cuerpo entero o americano para visualizar la escena completapara tener una imagen para recordarlo, y quizás, volver a encontrarnos”.Sus retratos son una especie de «ayuda memoria»,  o “puntos de bitácora”. Por eso también realiza tomas de paisajes, para contextualizar a esas personas en su entorno. “Las personas crean y le dan identidad al espacio”, así lo define Mariano.

Perfiles de otros lugares, la celebración de las raíces

En el Limbo de Mariano se pueden apreciar una variedad de colores, rostros, expresiones, vestimentas y paisajes que hacen a sus fotografías un medio para expresar la celebración; la celebración de las raíces.

Las corridas de toros y el hombre que está con plumas es en Casabindo (Jujuy), que es la única corrida de toros del país; una celebración que une la religión católica impuesta y las creencias de los pueblos originarios que aún no se borraron”, nos cuenta Mariano, haciendo referencia a dos de las fotos que presenta en su Limbo.

El resto de las fotos son en el Alto Paraguay, donde los pueblos limitan con el sureste boliviano y el matogrosso, en el sur brasileño”.

Pero no es cuestión de irse lejos para retratar las raíces; hecho que se puede observar en las fotos que Mariano nos presenta en su Limbo.
Las fotos de lxs paisanxs fueron tomadas acá, en Rosario, en la Carpa del Encuentro, que es el templo del chamamé. Ese día fue el festival campesino, en ese lugar todxs los fines de semana se juntan los correntinxs que viven acá, o a  lxs que les gusta el chamamé a bailar y bailar durante horas, es hermoso, y también a adorar al gauchito Gil y la Virgen de Itatí”.

Mariano, con esta serie de fotografías, nos presenta un mundo que está ahí afuera, que casi no se ve si no se lo pisa, si no se lo siente; nos revela realidades para celebrar, y qué mejor manera de hacerlo que compartiendo, aunque sea, un poquito a través de sus imágenes.