Clapper txt_Alvaro Arellano
Hacer o no ser, esa es la cuestión
¿Qué sucede cuando damos cuenta de que nuestro entorno laboral se convierte en un cuello de botella para el tránsito normal de nuestras emociones? ¿Nos indagamos si le dedicamos la vida a lo que nos gusta o si automatizamos conductas? Dudas, miedos, depresiones, prejuicios, patrones, lógica… causas y consecuencias de esa dualidad de cuestionamientos iniciales. Innumerables agentes que emergen en relación a una temática tan profunda y existencial, pero que repercuten en nuestro accionar de cada día.
La capacidad de trascendernos deja de lado cualquier supuesto, sobre todo, aquel que se arrime a considerarnos inalterables. Ese paso al accionar, se ejecuta inducido por una encrucijada donde la vocación y la obligación no conviven en un mismo espacio. “Preguntarse si a uno le gusta lo que hace, implica que uno se lo responda, si la respuesta es no, se encuentra en una encrucijada”, plantea Alvaro como cuestión central, y prosigue: “Hacerse esa pregunta implica tomar algún tipo de conducta, porque no tomar conducta después de hacérsela trae consecuencias también”.
Que siempre sea lo que siempre fue
Con ese último razonamiento, el entrevistado genera un quiebre en una charla que caminaba en sentido a lo laboral, pero la temática se amplifica y comenzamos a escrutar un horizonte que se ensancha dando lugar a otros interventores estructurales. “Freud habla del malestar en la cultura que nos exige a renunciar a la satisfacción directa. Que las cosas son como son y van a ser siempre de esa manera en parte es una formación”, explica a raíz de esa falta de auto-cuestionamiento sobre lo que queremos hacer realmente, que está en el inconsciente colectivo pero que se aletarga allí en el común de los casos.
Cuando terciarizamos los ojos para vernos
“Si hago lo que me gusta quizás sienta culpa, y si hago lo que tengo que hacer, no voy a tener culpa pero me voy a sentir mal”, un escenario, una disyuntiva puesta en palabras por Labarrere, pero que bien podría ser una réplica de nuestros pensamientos. Claro que esa observación puede ser tan propia como resultante de la amenaza de agentes externos que conforman parte de esa diagrama que es el ser. “La mirada ajena condiciona porque a veces uno se constituye en base a la mirada de los demás, lo que uno tiene que saber es que eso puede ser un condicionante, no un determinante, por eso uno no tiene que obrar en función a lo que los otros esperan”.
La distancia entre el ser y querer ser genera una crisis impulsada con fuerza por factores sobre los cuales no tenemos control pero sí la potestad de darle la entidad que merezcan. “Lo mediatico colabora en repetir esto del sentido común, de reforzar lo peor de eso, para sostenerlo y promoverlo. Ese sentido común es bastante dañino porque en general lo que produce es no poder pensar a cuenta propia con verdades cuestionables y arbitrarias”, analiza el entrevistado, ponderando aún más la capacidad analítica que nos permite generar una mirada crítica sobre lo supuesto.
«El trabajo dignifica» y otras postverdades
“Hay otra cuestión que yo pienso desde Freud, él habla que estar sano es amar y trabajar, pero él no lo piensa desde el trabajo alienado, habla del trabajo como el lugar donde el sujeto es lo que es, el lugar donde se puede expresar, eso sería estar sano”, analiza, en relación a un contexto laboral donde las condiciones las pone un tercero y el beneficio se lo apropia ese otro. “El trabajo no diseñado por uno genera molestias, en tanto, hacerlo de carácter independiente es buenísimo porque todo lo que responda a un placer en lo que hacés es para celebrar, siempre y cuando claro, no sea producto de que el circuito laboral te eche a patadas”.
Las verdades impuestas, la mirada ajena, lo mediático, pujan constantemente para que respondamos a arbitrariedades en detrimento de lo que el querer nos sugiere. Quizás la respuesta que nos arroja nuestra realidad laboral, nos interpele de manera tal que decidamos llevar nuestras dudas existenciales a otros ámbitos de la vida. Trasladar esas dudas a un campo más amplio, puede lograr un nuevo paradigma de vida que se familiarice más con nuestras vocaciones, que hasta el momento se vieron solapadas por lo impuesto en una construcción cultural estoica, que responde nada menos que a renunciar a la satisfacción directa.