“En la ciudad de la furia”, ser parte de todos en el ByN cemento (II)

En ByN el mundo se mira en blanco y negro. Palpitando lo que será el estreno en Rosario de "Séptimo Día"/Cirque du Soleil en el mes de agosto, y al cumplirse en junio 30 años de la grabación del álbum Doble Vida (1988), Clapps! lanza la segunda entrega de una reseña pormenorizada de "En la ciudad de la furia", uno de los videoclips en ByN más recordados del rock en español. Configurados en #ModoAvión, nos fugamos de los cánones periodísticos para evitar por todos los medios que esta reseña se convierta en otra efemérides retro-track. ¡Dale play!

Clapper txt_Matías Querol_Jul_2018

Estamos configurados en #ModoAvión. Seguimos obsesionados volando por los aires con la canción ahora «encontrándonos» en la esquina de la galería Dominicis. Observamos la forma de una abertura de aluminio que nos retro-trae a los años ´80. El #ModoAvión nos da impunidad total a la hora de escribir por fuera de los cánones del social media que nos impondría el manual de la micro-reseña a 140 caracteres. Volvemos al videoclip tras haber lanzado la primera entrega. Sentimos que “En la ciudad de la furia” se presenta como un vaivén entre el “adentro” y el “afuera”, “cielo” y “tierra”, entre el “interior” habitado por un hombre cautivo (una celda en los planos así lo revela) y un“exterior” indiferente y cruel.

El espacio que habita el personaje en el interior está vaciado de muebles o cosas, como si hubiera continuidad espacial/vivencial/visual entre el afuera (dominado por el ByN cemento) y el adentro ByN, que no contiene en sí nada personal que pudiera doblegar el aislamiento y donde se ubican los Soda como grupo tocando sus instrumentos. Hasta el gesto de Gustavo abrazándose a sí mismo en una de las escenas como juego de seducción pone de relieve esta soledad que se adueña de los personajes.

Uno de los logotipos de Soda más presentes en los 80 y 90

“En la ciudad de la furia”, interior/exterior y el uso de los galpones

El videoclip, como se sabe, fue filmado en una antigua fábrica de molinos ubicada en el barrio porteño de San Telmo, lo cual pre-anuncia el uso de los espacios antes “productivos” y luego volcados a la economía de servicios al calor de un nuevo orden económico y cultural. Fiel a la estética posmoderna incipiente de la época, en la que asomaban ya los primeros lofts en series y películas, lo que antes era fabril/industrial/portuario se vuelve un escenario estético para la expresión de la cultura rock.

Los espacios fabriles y portuarios, a partir de finales de los 80, serían re-significados teniendo en cuenta el proceso de des-industrialización que “En la ciudad de la furia” describe, menos como una denuncia social “barrial” del vaciamiento de la cultura del trabajo, y más desde las gafas oscuras de la fuga, auto-exclusión y espanto rocker.

“En la ciudad de la furia”, pánico innominado antes del “panic attack”

En el videoclip se dan escenas de cansancio físico (pero sobre todo mental) en el personaje del sobretodo que, por momentos, es herido de “muerte” por las “flechas salvajes” que vienen desde todas las direcciones del afuera. Algo siente su cuerpo, lo vemos suspirar, como si de pronto se desvaneciera y cayera rendido como una paloma sobre el ByN cemento. Es la opresión en el pecho y falta de aire y sudoración en las palmas de las manos y es algo absoluto como la misma muerte, en vida. Es algo absoluto. Sabe/siente que tan sólo podrá apaciguar su sensación pero escépticamente “nada cambiará”.

Ya no hay fábulas”, sólo lo Real. Es un ataque de “temor” o pánico sin nombre que sube desde las entrañas hasta la garganta y los dientes apretados. Es el pánico y la ansiedad y todo lo demás, pocos años antes a que un psiquiatra a mediados de los 90´pudiera diagnosticar con pluma ligera de poeta «trastorno de ansiedad” o “panic attack”.

Frente y reverso del álbum «Doble Vida» (1988)

“En la ciudad de la furia”, piernas entrelazadas en la oscuridad

Llama la atención la manera en que la poesía de Cerati plantea una “Buenas Aires tan susceptible” con “destino de furia” apenas atenuada por el plano fijo de un amor real de piernas entrelazadas. La violencia se atenúa con amor y el amor es, en definitiva, más que las escenas propagadas en los medios masivos de una pasión ilimitada al modo de una performance de rendimiento sexual, el paréntesis de intimidad (…) que los amantes se dan para dormir; uno al lado del otro.  El énfasis dado al verbo “dormir” tiene, en este caso, el mismo efecto desconcertante para la cultura rock del exceso que Spinetta le da en “Cantata de puentes amarillos” (1973), “Ya no poses nena, todo eso es en vano, como no dormir”.

Este elemento compositivo en la letra (“dormir”) desliza ternura que es lo que puede amortiguar la “furia” del afuera. Me dejarás dormir al amanecer, entre tus piernases un verso bello/bellísimo que pone el acento en una suerte de concesión que “se dan” mutuamente los amantes. Nadie posee a nadie, nadie controla a nadie. No alcanza en estos amantes tan sólo haber consumado el coito dios, sino que la escena de las piernas entrelazadas entre sábanas blancas es una línea de fuga hacia el adentro (…) para protegerse de las “flechas salvajes” de la barbarie civilizada que totaliza el afuera.

“En la ciudad de la furia”, plano fijo de un amor fugaz

El estribillo/talismán hace que no podamos olvidarnos jamás de esta escena como plano fijo de un amor fugaz (“desaparecer entre la niebla”) donde los rostros de los amantes se nublan, donde los nombres propios de éstos nunca son pronunciados por la boca del otro, pero que invariablemente hacen que la canción estimule literalmente al oyente/espectador en sus zonas erógenas, haciéndolo imaginar el roce de sus propias piernas entrelazadas con otras en la “oscuridad.

Es llamativo que “En la ciudad de la furia” tenga una estructura musical/visual que dice todo lo que queremos ver/escuchar, esto es, describe con sutileza el ahogo que vivimos en las grandes ciudades como fenómeno global pero, a la vez, en el momento en que más lo estamos necesitando, nos entrega el plano fijo del amor de las piernas entrelazadas en su estribillo: a la hora azul, antes del alba.

“En la ciudad de la furia”, otros solistas que leyeron la misma furia

No hay que olvidar que en 1988, año en que se graba y promociona “En la ciudad de la furia”, ya se venía perfilando una crisis social y económica que, un año después, estallaría en hiper-inflación y saqueos por el golpe de mercado. Por el mismo tiempo, la pérdida del lazo social (“Track Track” en Ciudad de pobres corazones de Páez y “No me verás en el subte” o “No toquen” de García Moreno en Cómo conseguir chicas) son creaciones que abrochan el fin del optimismo en la primavera alfonsinista (pos- leyes de “Punto final” y “Obediencia debida”) y la irrupción de nuevas formas de vida eficientistas empujadas al estrés y el máximo potencial.

Así mismo, por el mismo 1988, Melero lanza una de las frases de Conga que sintetizan el clima de época de un mundo sin rituales sagrados ni corazón, “cuánto vale un hombre, cuando no hay ningún valor”. El hombre sin valor, el hombre sin nombre, el hombre que camina y corre, mentalmente. El hombre en el ByN cemento confundido con el ByN cemento, cemento de un Muro que caería poco tiempo después lejos en Berlín. “En la ciudad de la furia” es también contemporánea al álbum Tester de violencia de Spinetta, en el cual “La bengala perdida” sobresale como genialidad total en el hecho de hacer poesía voladísima con la violencia desatada en las canchas de fútbol; aunque cierto es que pudieran colarse por ahí versos elitistas: “allí donde se dice gol (…) no somos tan malos, ya la cancha estalla en nada”.

“En la ciudad de la furia”, efemérides del futuro o anti-retro

En fin, hasta aquí hemos llegado en esta especie de recuperación de uno de los clásicos del rock argentino que es “En la ciudad de la furia” de Soda. Tuvimos algunas aproximaciones a la canción para tratar de evitar que esta reseña, a 30 años de su grabación en los Estados Unidos, se convierta en otro embole retro-track. La idea que tuvimos fue volver a los prolíficos ochenta como juego discursivo que definimos “efemérides del futuro”, y que seguiremos explorando en el futuro, como guiño a los jóvenes que persiguen sus deseos contra todo obstáculo de nostalgia lacrimosa que se les ponga en el camino.

La idea fue compartir lo que nos sigue dando la poesía rock como precioso talismán que nos ayuda a imaginar, para llevar en el bolsillo, o en la cartera, antes de abrir la puerta de casa a patear el ByN cemento. Por último, como dice la letra de “Vuelve” , canción de la “belleza americanaJulieta Venegas, y que viene ahora a cuento para recuperar la vida en la urbanidad, “Vuelve a mi ciudad, vuelve para acá, no te dejes engañar por el miedo”.