Escuela: ¿lugar para la ecuación o la vocación?

En Clapps! hay espacio para la reflexión de los más jóvenes; aquellos que todavía están atravesando o acaban de dejar la escuela secundaria y son asaltados por preguntas difíciles sobre el futuro de su vocación. En esta nota encontrarás algunas líneas acerca de cómo la institución educativa todavía no linkea con los nuevos tiempos.

Se trata de una imagen tomada de una suerte de carta abierta. Si, ya sé que internet está llena de este tipo de virales, pero algo tendrá que me detuve a leerlo para terminar abriendo un archivo nuevo en Word.

Me pregunté por qué una nota de una escuela dirigida hacia los padres de sus alumnos llamó tanto mi atención: Lo peculiar es que la institución raramente no se está aliando con los papás para reprimir o castigar a los estudiantes, al contrario, los está defendiendo y estimulando.

¿Perdiendo el tiempo con matemática?

¿Cuántas veces durante mis años de secundaria habré colgado delante de los apuntes, preguntándome por qué estaba perdiendo mi tiempo en horas de clases particulares de matemática cuando podría estar leyendo Operación Masacre o Rayuela? Todos esos veranos calculando logaritmos y memorizando fórmulas que hoy son un montón de numeritos y letras mezcladas que no significan absolutamente nada.

“¿Para qué voy a rendir un examen con ecuaciones si yo quiero ser periodista?” Me preguntaba una y otra vez al borde de las lágrimas, sabiendo que en ese momento todos mis amigos estaban en la plaza tomando birra o ya estudiando para los cursillos de la facultad…

tf04bg81-644x362¿Qué demuestran un par de ecuaciones? ¿Qué tanto me identifica el resultado de un examen?

Y estábamos todos preguntándonos lo mismo, porque ya con 17 años los deportistas del salón sólo tenían en la cabeza llegar a jugar en primera, porque habían dedicado su vida a entrenar todas las mañanas en el club, sabiendo que podían, que eran capaces de vivir del fútbol y que la Campaña del Desierto no iba a modificar su sueño.

También estaban las militantes del grupo, que añoraban la idea de algún día cambiar al mundo y que podían recitar la constitución nacional entera o relatar la segunda presidencia de Perón a la perfección, sin darle importancia a la tabla periódica.

 «Donde quieras encontrarte…»

Y demás está decir que al que ya se estaba inscribiendo en arquitectura le importaba muy poco leer Don Quijote de la Mancha, y a la que quería ser maestra jardinera le iba a ser más útil la clase de Problemática Educativa que la de Fìsica.

Los 35 del curso queríamos hacer cosas que realmente disfrutáramos o que nutra nuestras capacidades, porque no nos servía en lo más mínimo acumular información que no íbamos a volver a usar nunca más después del examen de trimestre.

18371202-jpg-r_1280_720-f_jpg-q_x-xxyxxGarcía Márquez, letras que se fugan de la trigonometría

Que afortunada me siento años después, al recordar que alguna vez me crucé con esos profesores lo suficientemente cumpas como para valorar mis trabajos prácticos sobre García Márquez y que nunca me abandonaron en una mesa de examen sabiendo que jamás fui capaz de calcular un seno y coseno sin hacer trampa.

Cito a Albert Einstein, a quien siempre lo tildaron de mal alumno: “La educación es lo que queda después de que uno ha olvidado lo que aprendió en la escuela”.