El Salmón, bohemia ByN que nada contra la corriente

En ByN el mundo se mira en blanco y negro. En ByN volvemos a revivir ciertas imágenes que llamaron a nuestros sentidos y atesoradas, en algunos casos, en lo que todavía nos queda de almas. "El Salmón" es, sin lugar a dudas, uno de los videoclips en ByN del rock argentino que ha quedado fijado en las retinas y trascendido los límites geográficos del país; sobre todo porque Calamaro es venerado por toda la rica constelación del rock en español debido a su paso por Los Rodriguez. A poco de volver a presentarse en la ciudad de Rosario en el precioso Anfiteatro Municipal (30 de Noviembre) volvemos al hitazo ByN que también grabara Indio Solari.

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Si tuviéramos que echar mano a un adjetivo que refleje la sensación/idea que nos deja “El salmón” podríamos arriesgar sin demora: “marginal”.  Como es sabido, “El Salmón” forma parte y titula homónimo el álbum quíntuple que saliera a la luz en 2000, cambio de siglo que reduce a cero la paranoia previa del caos informático y profundiza la malaria que sumergía por entonces a la Argentina. El rock como forma de vida es crudamente expuesto en “El salmón” tejiendo una trama de excesos/soledad/vacío/desencanto que juegan como baluartes de una forma de vida («marginal») que resiste ser atraída por los flujos de la normalidad.

El Salmón”/videoclip tiene un planteo estético sostenido de principio a fin por una modesta y rica resolución, sobre todo a la hora de valerse de un punto fijo en plano secuencia que nos hace ver “la misma dirección” del rocker/marginal; y que tensiona como contrapunto/atajo en relación a los autos y camiones que circulan sin cesar como alegoría de estos flujos de la normalidad.

El rocker/marginal camina en sentido vertical, que va desde el plano superior al inferior del plano, como si quisiera potencialmente (en su lejanía) cortar por la mitad la circulación de los autos y camiones que marchan por una ruta que se presume regulada por vialidad nacional. A su vez, y como rico complemento de la sonoridad explícita en la canción, su apelación a sonidos ambientales ganan como fondo de un rock crudo, indócil, ajeno a todo ornamento de arreglo compositivo; reversionado tiempo después por el frontman de Los Redondos: Indio Solari.

“El Salmón”, retracción desafiante en tiempo real

El gesto rocker de “El Salmón” es, como no podría ser de otra manera, altivo y seductor en un extravío suyo por las líneas de fuga de una llanura que rivaliza con el ByN cemento y las líneas rectas de la ruta. “El Salmón” conduce al espectador a mirarlo de frente en su paseo, que no es un paseo, sino un andar flanëur como retracción desafiante y sin prisa para confundirse con una ruralidad pre-nacional, sin echar mano a GPS alguno para saber los exactos kilómetros que restan para llegar a ningún lugar.

“El Salmón”/videoclip propuesto en ByN nos pone como espectadores provocativamente frente al tedio de observar- en tiempo real- el movimiento de nuestro rocker/marginal, que calza sombrero de cowboy y gafas oscuras, pateando y pateando como un llanero solitario el barro pampeano en busca del verso imposible.

Esta apuesta por el sonido rock cuadriculado (guitarras al frente y teclados acompañando pocos y suficientes tonos) parece complementar al dedillo el fondo existencial de este drama retroactivo narrado por Cuino, autor de la letra que re-introduce la figura del “hotel” como no-lugar del rock, al decir de Cerati en “Tracción a sangre” y que suena hoy a un triste presagio sobre lo que sería su desenlace: “Otra ruta, otro pueblo, otro cuarto de hotel, vida nómade, un santuario de desechos, me dejó…”. “El Salmón” es una confesión sin medias tintas- que elude el buen tono- sobre cómo el rock sobre-estimula a un puñado de “salmones” encerrados en los hoteles, que hacen música para atenuar sin más el cansancio mental que los lleva a estar solos, consigo mismos.

“El Salmón”, Sueiro y Ángel Cristo como socios de la soledad

“El Salmón” pone en escena la angustiosa soledad y vacío existencial del rocker marginal pos-bises aunque acompañada en una divertida corrección en su letra (“uh perdón…”) por dos inefables “socios de la soledad” como Víctor Sueiro y Ángel Cristo: “Debo contar lo que yo sólo sé, uh, perdón, Víctor Sueiro, Ángel Cristo también”.

El salmón” invoca a los fantasmas partenaires  del secreto de la vida/muerte como Sueiro y Ángel Cristo. El periodista argentino, conocedor de primera mano del túnel de la muerte (recuperado con un dejo de ironía), y el célebre español, domador de fieras y valiente retador; aquel que se ha batido a duelo con lo más salvaje y primario del mundo.  El fragmento en su letra “Dame, dame un poco de tu amor, yo a cambio te ofrezco una montaña de horror”  es otra de las frases rockeras al mango que llevan a la necesidad individual de amor y, a la vez más, a la confesión en primera persona acerca de los demonios narcisistas que el mismo rock impone, precisamente, por estar ecualizado como un contreras a gozar de la marginalidad que linda, en tanto sentir de artista, con todo lo otro de las cornisas.

“El Salmón”, mainstream de frivolidad en Pinamar

Pinamar” aparece en la letra acaso como símbolo de la frivolidad confrontado al reviente en el “Bolsón” (“cuchara”, “botellas de marcas extrañas”, “resaca”). “El Salmón” es, por tanto, himno rocker siglo XXI, otro capítulo que enaltece al rock como forma de vida y resistencia pos-política al modo de “Demoliendo hoteles” de García en los ochenta. “El Salmón” es altivez marginal de una marcha solitaria por el atajo despoblado de los marginales. No querer estar en “Enero/Pinamar” parece ser una negación visceral al mainstream mediático a cambio de un “Bolsón”, asociado al despojo material hippon que, a su vez, contradice a la figura citada en la canción de la “suite”.

“El Salmón” exacerba las contradicciones del rocker marginal que no está en ningún lugar y vive contra la corriente y sigue “la misma dirección, la difícil…” La guarangada “cagar en el mar” mete ruido en la frase para escapar de la imagen careta del “Pinamar” platinado/siliconado/4×4/ de los 90´.La alusión a “Pinamar” tal vez algo más pudiera decirnos, sobre todo en la versión que hizo Indio en la cual cambia su letra y cita a “Yabrán”. La mafia policial/política/corporativa de los noventa está representado en la figura fantasmática del mafioso paseando por sus playas, antesala de lo que fuera luego el asesinato del periodista José Luis Cabezas en el verano 1997.

“El Salmón”, bohemio por los aires

Sobre el final,  las imágenes del camión con acoplado y el avión que pasa (haciendo el único movimiento de cámara en 180° y forzando alguna clase de cruce identitario ególatra entre el rockstar y el gigante metálico que escupe fuego) son ejemplos de la habilidad del director de plasmar fílmicamente cómo es la marcha obstinada de un rocker marginal que nada-en su Nada- contra la corriente (“siento llegar el vacío total de tu mano me voy a soltar”) y sufre la soledad como punto final en la canción, sin retorno, con puteadas dignas de un niño revoltoso que quiere y no quiere a la vez (“me llegó una carta que dice THE END, no tiene remitente, déjame de joder”).

En el año 2013, Calamaro edita el álbum Bohemio, en el cual se destaca como hit mayormente difundido “Cuando no estás” y “Bohemio”. En el videoclip de “Bohemio”, uno de los mejores que tenemos vuelve a recrear la escena original de “El Salmón” pero interpretado, al igual que en “Cuando no estás”, por una joven travestida con su look que emula sensualmente sus gestos y posturas. En las imágenes del videoclip (también en ByN) “El Salmón” vuelve a ser citado a sí mismo, como si fuera la eternización de una condición bohemia que escapa- no sin riesgos- a toda acertada elección de ir por el carril demarcado por las líneas continuas de la ruta nacional.

Lejos de toda conveniencia, a la distancia de todo consejo acerca de las ventajas de volver a circular por los flujos de la normalidad como un auto más por la ruta nacional, y aunque la cultura rock de los excesos cada vez resulta más fuera de tiempo y de las buenas vibraciones, “El Salmón” seguirá irredento por la bella «misma dirección«, por ese andar contra la corriente que lo lleva a que nos encante escucharlo cantar en los «días sospechosamente lights».