Clapper txt_Matías Querol_May_2018
“Bang Bang y somos historia” es una comedia dramática cuyo nudo gira en torno a una tentativa de asalto que se da en el interior de un teatro; justo al momento en que el personaje que interpreta al actor (Vidoletti) está presentando al público los primeros parlamentos, excesivamente solemnes, de su obra unipersonal.
“Bang Bang y somos historia” desarrolla en su estructura narrativa un robo (fallido) que queda muteado en el intento. A los pocos minutos nomás de iniciada la obra, irrumpe un grupo de 3 hombres vestidos con trajes negros, armados hasta los dientes, con el propósito explícito de hacer suyos los objetos de valor del público. Todo parece indicar que la banda de delincuentes sabe lo que hace, vale decir, son profesionales del robo.
«Bang Bang y somos historia», otras razones más que robar
En este aspecto, el espacio café-concert montado en el SUB-CONCERT resulta inmejorable para el desarrollo del guión y la puesta en escena del verosímil; sobre todo en la cercanía de las mesas y sillas dispuestas para el público en relación al escenario. El público entonces es interpelado en varias oportunidades para que entreguen, sin oponer resistencia, sus objetos de valor.
Lo risueño y disparatado en “Bang Bang y somos historia” acontece cuando el público/rehén reconoce desde el minuto cero la impericia de estos malvivientes en relación al “trabajo” de robar. No les sale una bien, aparecen obstáculos impensados, y nunca terminan de convencerse del todo de su condición de malvivientes; casi como si estuvieran forzados a “robar” pero motorizados por otras razones que el público espectador habrá de descubrir.
La historia de “Bang Bang y somos historia” toma de súbito un giro inesperado en la ausencia de un elemento de utilería que se vuelve simbólico, la “bolsa” o “bolsita” donde podrán acumular los objetos de valor robados de las mesas. Ahí mismo, la comedia comienza a volverse comedia (dramática) pero, así todo, jugando en un plano de sentido lateral. ¿Por qué razón al trío de hermanos tanto les cuesta ser delincuentes y robar los objetos de valor? ¿No vinieron a eso?
«Bang Bang y somos historia», risas del público por todas las mesas
Las risas del público comienzan a multiplicarse en cada una de las mesas como en una selección musical azarosa en random, y por vía de estos desplazamientos de sentido y conflictos internos del trío de ladrones que, en lo manifiesto, quieren robarse las pertenencias del público pero, en lo latente, aspiran también a ser reconocidos, artísticamente.
El hambre de gloria del trío de ladrones por llegar al “Madison Square Garden”, el resentimiento tardío con el padre que sólo les enseñó a “pescar” en un mundo globalizado que exige otras habilidades y, sobre todo, sus nombres propios en español (“Martínez”) doblados/doblegados por el inglés, ponen al descubierto la colonización mental que afecta al trío simplón seducido a pertenecer al establishment cultural. ¿Qué es lo más vale en la obra? Sin dudas, el valor de salir en la TV cotiza mucho más que todo el oro (material) del mundo de una joya que pudiera estar alojada en la cartera de una dama entre el público.
“Bang Bang y somos historia” ubica en escena a este trío que, nada más y nada menos, aspira a conquistar el país del norte y… ser visibles. Una vez más, la ausencia de la “bolsa” o “bolsita” donde poder acumular los objetos de valor es lo que abre la puerta con sutileza hacia este desplazamiento de sentido acerca de las razones que mueven en verdad a Los Martínez a tomar las armas; ser visibles.
«Bang Bang y somos historia», libre asociación con el cine mundial
“Bang Bang y somos historia” podría ser asociado en lo formal a “Robó, huyó y los pescaron” (Woody Allen-1969), así como en el aspecto dramático al film Taxi Driver (Martin Scorcese-1976). Esta última, aunque pudiera parecer fuera de lugar, creemos no lo es tanto, teniendo en cuenta la misma desposesión de recursos de visibilidad personal que llevan al personaje de De Niro a ensayar frente a su espejo creando un otro-yo (“Are you talking to me”), y sobre el final, a perder la chaveta del todo echando mano a la violencia homicida como último recurso de visibilidad.
Los hermanos “Martínez” tan sólo piden eso, visibilidad. Los hermanos “Martínez” hijos del barrio, nacidos y criados en el mundo real de laburantes, no quieren saber ya nada de su micro-historia familiar, dejando todo por “ser Historia” en el Arte Mayor. Este ansia de trascendencia sobrevuela en el trío Martínez (“somos historia…”) pero no puede ser alcanzada acumulando tan sólo objetos materiales como: joyas, relojes o billeteras del público.
«Bang Bang y somos historia», la «bolsita» u otras formas de violencia
En esta línea, la “bolsa” o “bolsita” que tarda en aparecer resulta un eje dramático bajo el cual se produce este desplazamiento de sentido, que obliga al público a pensar en las otras facetas que adopta la violencia. No hay una violencia única, ejercida en este caso por los hermanos delincuentes con sus chumbos, sino que la violencia también la ejerce ese ARTISTA, elitista, subido al caballo de la voz engolada y el terciopelo bordeaux.
El personaje del ARTISTA es el actor en escena que, a partir de su parlamento insoportable en el inicio, activa causalmente la aparición del trío de “delincuentes” que sólo tuvieron en sus manos una caña de pescar como legado paterno. En verdad, el trío Martínez nada quiere saber o tener los objetos de valor que reposan en el fondo de las carteras o bolsillos, sino que va detrás del Valor mayúsculo que es el reconocimiento, artístico.
La disputa radical es por acceder a flashes/aplausos/fama. Lo que “Bang Bang y somos historia” comunica en lo sustancial es que no habría lugar seguro en el mundo globalizado ya en los finales de los 90. No hay ARTE que pudiera resistir en su trinchera o refugio de la cultura (así mismo violenta en la segregación del “vulgo”) la guerra fría por el reconocimiento en que se ha transformado el mundo en que vivimos. Tarde o temprano, ese otro barrial irrumpirá con furia para vengarse con tan sólo dos disparos Bang Bang de la exclusividad de las alfombras rojas.
«Bang Bang y somos historia», recursos expresivos
Un recurso saliente en «Bang Bang…» es la incorporación de una pantalla de TV en el espacio que materializa el paraíso efímero donde policías/periodistas participan cómplices en un exterior/interior que saca a los personajes del lugar. Ahí mismo, el robo, los objetos de valor, y la toma de rehenes, quedan en un segundo plano porque lo que importa es salir, visiblemente, en la TV.
El acto fallido (del robo) del trío Martínez es su complejo de inferioridad como familia por ser poca cosa, tan sólo “Martínez”. El trío pretende borrar su pasado familiar/vulgar/rudimentario/invisible aunque vuelve en la ternura del diminutivo que usa Sonny con su “Bolsita” (Rey), en la fragilidad del hermano neurótico y su dependencia a las pastillas (Giusti); así como en el diálogo cursilero del hermano tontón Joe (Fumis) con su novia por celular que mutea el robo. Estas interrupciones son las que llevan al público a sentir que otras son las motivaciones del trío Martínez, que robar no es el foco de la obra. Lo familiar resiste, hasta ahí nomás, la furia enceguecida del mainstream noventista mediático que llegó para quedarse, violentamente.
Otro de los recursos geniales en “Bang Bang y somos historia” es la incorporación de voces en off que comunican al público los verdaderos pensamientos/deseos de los protagonistas, así como el recurso de cortar la luz en la sala. Esto último acerca al publico con los actores que interpretan el trío de delincuentes, que aspiran a ser actores catapultados desde el subsuelo rosarino de “morondanga” al pico de la fama en el “Madison Square Garden”.
«Bang Bang y somos historia», actores/delincuentes/actores
Esto último es lo mejor logrado en Bang Bang…, vale decir, ubicar en el plano manifiesto la representación actoral de un trío de delincuentes que sueñan ocupar otros roles (actorales) en sus vidas. Aquí es donde el título conecta con la historia de un modo brillante. El doble disparo (“Bang Bang”) es el que lleva al trío, invisible por el apellido Martínez, al paraíso efímero de la visibilidad. Los disparos Bang Bang son los que llevan al trío Martínez a la trascendencia, a perdurar en una historia que pronto el mundo olvidará; así como a esta reseña escrita pasado mañana.
¿Acaso al lector digital formateado en el social media no le despierta el mismo instinto asesino ser pasivo receptor del parlamento insoportable en el inicio del ARTISTA solemne? ¿Cómo resistirse a la tentación homicida de barrer de la faz de tierra al ARTISTA, el que primero “asesina” al otro con el arma sanguinaria de un lenguaje encriptado? Ya no hay un ESCENARIO para el ARTISTA unipersonal que haga elevar del llano a los simples; choferes de taxi como De Niro o pescadores madrugadores con su mate y su portátil.
“Bang Bang y somos historia” advierte que el primer disparo no provino de uno de los chumbos del trío Martínez, sino que fue dado por el ARTE mayúsculo, aquel que borra las historias mínimas de la gente común que desaparece del centro de la escena y que son recuperadas por el “mate” y la “vereda” hoy digitadas por asesores de comunicación en spots políticos.
«Bang Bang y somos historia», víctima que es victimario
¿Dónde se ubica el espectador en “Bang Bang”? ¿Se pone en el lugar del ARTISTA como víctima de una toma de rehenes? ¿O más bien el que parece ser la víctima (atado de una silla sobre el escenario) es el victimario, el que primero ha disparado sus palabras/solemnes que aniquilan y someten al olvido la historia de vida familiar de los Martínez? Incluso, en un pasaje, hace su aparición un policía de civil (Soto) que, luego de confrontar con los ladrones como garante de la legalidad, se vuelve rápidamente afín a los mismos deseos, queriendo formar parte de la cruzada que los lleve al “Madison Square Garden”.
El propio policía lanza su pensamiento en voz en off, refiriéndose al ARTISTA, (“Uh, que cara de puto que tiene éste…”) pero este parlamento nada tiene que ver con algo homofóbico, sino que revela el propio sentir marginal de un policía con una vida de mierda, mal paga. La confrontación muta entonces en una identificación del trío con el policía, todos del mismo barro. Los ladrones y el policía de civil están del mismo lado, y del otro, únicamente el ARTISTA elevado en su obra unipersonal. El enemigo es el ARTISTA en su ESCENARIO. El enemigo es la cultura oficial que exhibe las charreteras de la civilización, el ARTISTA que sabe cómo es sobrevivir en el mundo de hoy que exige: entregar la vida por un flash.
«Bang Bang y somos historia», al calor de un nuevo orden mundial
No es menor que Bang Bang nos haga recordar a Taxi Driver; sobre todo porque el año de su estreno (1976) revela el surgimiento de un nuevo orden mundial que llevaría la cultura del trabajo (“pescar”) y a la materialidad del oro a la papelera de reciclaje a favor de la timba financiera. La inclusión de un clásico de la música disco sobre el final como bonustrack, con el que el elenco se unifica y baila al compás, impone el trending topic de la cultura del éxito y la bobera que emergiera, ahí mismo, por aquellos años 70.
¿Quién pudiera resistir ser tan sólo un “vulgar” tachero pasado de rosca por las calles de la ciudad como De Niro en Taxi Driver? ¿Quién pudiera tan sólo esperar, el tiempo que sea necesario, que un bicho de río muerda la carnada sentado en una “vulgar” reposera como Cacho en “Resumen Porteño”? “Bang Bang y somos historia” muestra el fin de una historia pero, sobre todo, apela al humor inteligente para mostrar los nuevos modos desesperados (y violentos) de querer re-inventarla para sí mismo y las propias ganancias resultantes por tan sólo mostrarse «pescando» en Instagram.
INFO: «BANG BANG Y SOMOS HISTORIA» SE PRESENTA TODOS LOS JUEVES A LAS 21:00HS EN SALA SUB-CONCERT (ENTRE RÍOS 579). RESERVAS: 341-2297187