Clapper txt_EUGENIA MICHIELS_May_2019
Guillermo Turin Bootello es fotógrafo y desde el año 2008 trabaja en la Secretaría de Cultura, donde cubre eventos relacionados con la agenda de la misma. Es egresado en Comunicación Social en la UNR y su formación como fotógrafo tuvo un camino autodidacta. Guillermo nos cuenta que practica la fotografía desde hace muchos años pero que recién en los últimos años empezó a asistir a talleres, como algunos de la Musto (Escuela Municipal de Artes Plásticas Manuel Musto), y otros con fotógrafos de la ciudad, como Andrea Ostera y Héctor Rio. Actualmente, Guillermo está estudiando con Guido Biglioli.
Guillermo nos regaló una selección de fotos muy especial para él, relacionada con un viaje que lo dejó maravillado y que compartió con nosotros en su Limbo: Zánzibar. Zánzibar es una islita casi perdida en el mundo, perteneciente a Tanzania (África); la que Guillermo visitó con su compañera el verano pasado. La maravilla del paisaje, la calidez de los lugareños y las sensaciones que despertó el lugar en él, fueron algunos de los motivos por los que Guillermo elige esta selección de imágenes para destacar.
“Hubo como una suerte de planteo o necesidad de retratar a la gente de ahí; tanto a los isleños (que son oriundos de Zánzibar), como a un grupo de chicos que se pueden observar en las fotografías con telas rojas; son de una tribu que se llama “Masái”, que no son de Tanzania, vienen de Kenia. Es una tribu semi-nómada que están en distintos países del África y también caen eventualmente a la isla”.
Guillermo pasó bastante tiempo en la isla y tuvo la oportunidad de comunicarse con los isleños tanto mediante el lenguaje oral como el visual. Sus fotografías tratan justamente de ese acercamiento entre culturas, del intercambio. “Hubo una necesidad de querer retratarlos, y toda una búsqueda para encontrar la forma de hacerlo. Había una cuestión casi antropológica, esta cosa de ir vinculándome con ellos en el día a día”.
Como manera de vincularse, Guillermo encontró la fotografía. Nos cuenta que en ese viaje en particular sintió una conexión bastante intensa con la fotografía, porque le ayudó como herramienta narrativa, como una forma de llevar una bitácora de lo que estaba viviendo. La isla le generó un montón de sensaciones asociadas con la extrañeza, la fascinación. Y nos contó: “Todavía es algo que proceso bastante, casi todos los días reaparece de alguna forma, a veces en forma de sueños u otras veces en formas de charlas”.
Las fotos de Zánzibar son una forma de retornar a la isla. Guillermo señala que todavía puede vincular cada una de las imágenes a las sensaciones del momento en que las capturó. ¿Cuáles son esas sensaciones? Hay una constante que se puede observar en su Limbo, un hilo conductor que aparece muy marcado en algunas fotos y reaparece en otras sutilmente, casi como el arrastrar de las olas en la arena. Es una sensación generalizada de armonía, de tranquilidad. “Había algo que me impactaba mucho de la armonía que hay entre la gente, que tiene la gente con su entorno, con el día a día” nos cuenta Guillermo.
Los oriundos de Zánzibar tienen una expresión para denominar este sentimiento que Guillermo percibió en la isla y que supo retratar de manera acertada en sus imágenes: “Pole Pole”, que significa “tranquilo”. Tiene que ver con la filosofía de vida de los isleños, que a todo le agregan esa expresión: “tranquilo, tranquilo”. Como una necesidad o búsqueda de estar en paz. Y esa paz se percibe en las fotos de Zánzibar; un acercamiento al movimiento del agua, los colores del atardecer, las expresiones de sus habitantes, la comodidad; y ese horizonte que se observa en todas las imágenes como infinito, como llamándonos a visitar a la isla, que parece lejos pero que Guillermo logra acercarnos en su Limbo.