Clapper txt_Álvaro Arellano_Mar_2018
Lo risueño de que la búsqueda de un electrodoméstico o un viaje en cuotas dispare la invasión de precios de heladeras o de low cost en el inicio de Facebook, empieza a generar preocupación cuando nos planteamos por un minuto hasta donde llega ese estudio sobre nuestros intereses. Esa raíz preocupacional despierta curiosidad y nos lleva a esquematizar una y mil hipótesis de lo que hacen con los datos y preferencias que servimos en bandeja. El dilema que se presenta con los hechos acaecidos es, ¿Con qué fines manipulan nuestra información personal? ¿Qué efectos alcanza esa manipulación?
Hace pocos días estalló el escándalo que puso de manifiesto la utilización que hizo el actual gobierno estadounidense sobre datos personales que posee Facebook, a través de la consultora Cambridge Analytica. Esta situación implica, no sólo la reincidencia (de Facebook) por la filtración de datos privados, sino que en este caso la finalidad no apunta a intereses de mercado sino a la influencia política sobre los usuarios. Con este escenario, podemos imaginar un nuevo paradigma geo político, donde la explotación y manipulación de datos cibernéticos, puede generar efectos colonizadores sin disparar un arma.

Big Data y las mentiras de la pos-verdad
En la era de campañas atadas al big data, pareciera que la inyección de miedo, resulta más eficaz a la hora de los resultados que lo fehaciente de cualquier hecho. El desprestigio y difamación dirigido a entidades o personalidades, está diseñado y amoldado a los intereses que ofrecen nuestros perfiles, en lo que se conoce como segmentación de mercado. Como ejemplo podemos linkear al caso estadounidense, donde se les hacía llegar a miembros unidos al perfil de facebook de la Asociación Nacional del Rifle (de las más antiguas y numerosas organizaciones en EEUU) datos sobre la intención de regular el uso de armas por parte de la fuerza opositora a Donald Trump, en época de elecciones.
Estas condiciones son tierra fértil para que el más poderoso instaure su propia verdad o en este caso logre “cambiar el voto de la gente, porque saben sus gustos y saben como direccionar consignas”, comenta Pablo Bilsky en base al caso Cambridge Analytica. Todo un entramado que decanta en las fakes news (noticias falsas), lo cual el entrevistado señala como piedra angular en este esquema: “Si ves a un electorado sensible a determinadas noticias, vos le plantas noticias falsas para reforzar prejuicios y darle lo que quiere escuchar”.
La nueva colonización
Los peligros del caudal de datos que se manejan es tal, que no suena descabellado establecer una analogía entre el vigor de una puja de poderes por territorios físicos y por el espacio cibernético. “Existen dos geo políticas hoy en día, una vinculada a lo territorial, a las guerras, y la otra a nivel de las redes”, sintetiza, y sostiene los pilares de esta era como “una colonización de la red, donde existe una complicidad con el usuario, casi involuntariamente de parte de este último que lo puede tener hasta por cuestiones laborales“.
Están un paso adelante en el tema aquellos gobiernos que diseñan políticas con datos estadísticos en una mano, porque persiguen trasladar esa fórmula, ese éxito pragmático global a su propio ámbito. “Hoy los gobiernos emplean mucho las redes para instalar temas, se invierte mucho en eso, en influir y formar opinión a través de las redes porque son gobiernos que están a la vanguardia”.
Quién controla a quién
Pensar en cortar este circuito que utiliza los datos como materia prima, a priori, parece imposible a esta altura. “Se suelen aplicar multas pero las pagan y lo siguen haciendo, acá hay una utilización clara, con pruebas documentales de la influencia decisiva sobre un sistema electoral que pone en jaque el sistema democrático”. El grueso del problema radica en los métodos para abatir este dilema. “Acá el poder lo tienen las empresas, el Estado va detrás, y eso pasa porque el más débil no puede controlar al más grande, el estado es muy pequeño al lado de las corporaciones”. Esto explica Bilsky, en virtud al caso en Estados Unidos, pero como una lógica que se repite a lo largo y a lo ancho del mundo, donde no tener un perfil de Facebook hace un poco más complicada la tarea de tráfico de datos, aunque no lo suficiente para resguardar la privacidad, ya que “las redes colonizaron internet”.