Clapper txt_Aimará Ferro_Mar_2018

Siempre es un placer subirse a un colectivo y alejarse de Circunvalación. Más si pagaste 280 pesos un coche cama semi vacío sin explicación alguna, sentís que le ganás por unas horitas al sistema para volver a perder al arrazar el Mc Donalds más cercano a Retiro.

-¿Y ahora qué hacemos? Faltan 24 horas para el Lolla.

-¿Vamos a buscar a Lana al hotel?

-Nah, ya salió hoy a saludar fans, no creo que vuelva a salir. Vamos al Malba.

-Ya estamos en Saavedra, es un viajón . Vayamos al barrio chino a comprar cosas inútiles de 30 pesos.-

Lollapalooza 2018, en busca de algo más que una feta de fiambre

En el tren armábamos los itinerarios para los tres días de festival y nos dábamos cuenta de que comer fiambre todos los mediodías nunca nos iba a dar la energía necesaria como para sobrevivir a tres días seguidos de caminata y llanto. De todos modos, no importaba porque el 16 de marzo nuestra ansiedad estaba en otra: no veíamos la hora de llegar al predio, porque la primer banda que planeábamos ver era Militantes del Climax, un soundtrack exacto de nuestro 2017. Y acá es donde además las amistades se rompen. Al mismo tiempo, en el Main Stage 2, justo al lado, se presentaba Indios y el grupo gigante se iba a fragmentar por tres días en base a los gustos musicales.

Mi sub-grupo eligió perfecto. Los pibes llenaron perfecto el escenario. Con sus vientos incluídos, los Militantes, detonaron la apertura del Lollapalooza recreando una buena parte de sus temas más funkys, detonando todo con Hit-Hot. Fue la manija perfecta para arrancar la jornada. Mi Amigo Invencible salió al mismo escenario, el Alternative, unos 20 minutos después. Con las botellitas de agua recién cargadas esperábamos a la banda que dio comienzo a la movida de los mendocinos hermosos que estamos viviendo. Un tema y medio escuchamos, no sabíamos si era el sonido o el cantante lo que nos hacía mal. Estaba muy ilusionada por escuchar el nuevo EP lanzado unos días atrás, pero no fue posible. No podía creer lo poco que me estaba gustando ese show. -¿Y si vamos a Miranda? Es acá al lado-

Corriendo por el pasto recién cortado llegamos al público enorme de la banda liderada por Ale Sergi y Juliana Gattas. Ya los había visto en vivo pero en el Teatro El Círculo, cuando el formato del show era distinto. En esa época ellos estaban presentando su último disco, Fuerte, que se basa en una performance de hora y media donde los cantantes sufren idas y vueltas mediante clásicos y temas nuevos, contrayendo finalmente matrimonio. Esta vez, vestían de rosa chicle y cantaron apurados pero a todo volumen sus éxitos más 00s, junto con los bailarines y drags más virtuosos de la fiesta Plop. No esperaba menos de Miranda. Siempre dando un show exhaustivo, inundando al público con personalidad, talento y freaks. Sin olvidar, claro, a Ludovica, su baterista estrella y uno de mis descubrimientos YAS QUEEN más grandes del año pasado.

Stage 1, Dante Spinetta y la perlita Anderson.

Corriendo al Main Stage 1, encontramos la presentación ya empezada de Dante Spinetta, perfecto para tirarse un ratito en el pasto y disfrutar del legado más directo de Luis Alberto. El momento en el que Dante tocó «Mi Vida», extracto de Puñal, su laburo más pulido, fue imponente. Además recorrió temas de todos sus álbumes, agradeciendo al púbico, bardeando a los de sonido y haciendo chistes. Todo al mismo tiempo.

Ya sintiendo la falta de comida real en el estómago, pero distrayéndonos con la actuación del nuevo amor de mi vida, Anderson. Paak & The Free Nationals, las seis de la tarde pasaron volando. Los dementes que se abrazaban a las vallas en espera de los Red Hot Chilli Peppers, al principio movían las caderas con desconfianza, pero al momento de subir a la plataforma con el equipo de batería plateado, el californiano compró a la totalidad del público. A mi entender, Anderson es una de las perlitas del Lollapalooza 2018.

Chance The Rapper y el rap en lo alto

Chance The Rapper fue todo. El rapero nacido en Chicago se lució en el escenario principal repasando sus tres discos de estudio y justificando sus tres Grammys. Con carisma y talento, nos convirtió a todos al cristianismo, reactivó el predio con el hit rompe cabezas del verano Scooby Doo y creó un lobby ideal para los Peppers.

Daban las 21:55 y el aire del Main ya estaba viciadísimo. Habían pasado artistas por el resto de los escenarios: batalla de rap en el escenario más chico y discriminado, Perry’s; Pelotas, quienes deben tener el rango etareo más alto del festival; el dúo Royal Blood; Zara Larson, quien ya habían brindado un sideshow días antes en el Vorterix de Capital; y la bomba energética de Imagine Dragons. Sin embargo, aún quedaba el plato fuerte: Red Hot Chilli Peppers, quienes estaban superpuestos con la ex integrante latina de Fifth Harmony, Camila Cabello, y seguidos por el dj Hardwell, que nos sirvió para retener a un grupo de gente así los que nos avivábamos corríamos hacia alguna formación del tren Mitre saturado.

Hora 22, Can’t Stop y Snow

A las 22 horas explotaron el escenario con Can’t Stop y Snow, pero no sin antes subir el azúcar del público con una zapada encabezada por Flea y Chad, este último necesario para mantener la esencia de la banda. Con un Anthony Kiedis cancelled debido a acusaciones de abuso, agresiones y exhibicionismo, un Flea adoarable y talentoso, pero a destiempo, y un increíble Josh Klinghoffer que se adapta como puede a un repertorio teñido con obras propias de Frusciante, los Peppers llegaron a dar un show que dejó maravillado a 100 mil fans.

Aunque no todo fue Stadium Arcadium. Los californianos reservaron 15 minutos de la hora y media que fue suya en San Isidro, para revivir tesoros como «Nevermind», que no la tocaban desde 1996; «If», desde 2006; y «Hump the Bump», desde 2007. Dieron lugar a los himnos «Californication«, «Higher Ground», «Tell me baby» y lo mejor armado de Dark necessities: Go Robot y Goodbye Angels. Más de uno viajamos a nuestra adolescencia con lo poco que tocaron de Blood Sugar Magik: «Under The Bridge» y «Give It Away».

Red Hot, y la amenaza de lluvia

Los Red Hot Chilli Pepper entraron, tocaron y se fueron. Que tampoco es poco. A las doce de la noche los manijas se quedaron en el Main 2 al electro de Hardwell y los precavidos corrimos hacia el Mitre, donde nos esperaban tres cuadras de fila.

Todos sabíamos de las tormentas previstas para el fin de de semana, pero fue como si la organización del Lollapalooza se hubiese enterado esa misma mañana, adelantando a último momento una hora y media todos los shows. Por lo tanto, desde la estación de trenes de Nuñez, tuvimos que tachar la presentación de Marilina Bertoldi, imaginando que si caminábamos rápido desde la estación de San Isidro hasta el hipódromo, tal vez, llegaríamos a ver a Luca Bocci.

Nunca pasó. La formación estuvo parada cuarenta minutos con nosotros de rehenes porque una chica en el vagón consiguiente había sufrido convulsiones. Y así comenzaba la desgracia: no íbamos a llegar ni corriendo,ni tomando un uber o un taxi lo lograríamos. Un chico al lado mío cerraba los ojos y exclamaba “¡Perdón Bocci, perdón!”.

Un poco de caos matizado por una rubia hippie

Entrábamos al predio casi corriendo y esquivando vallas, ya que habían cambiado todo el sistema sin avisar. Cuando por fin pasamos el cacheo policial ya todos corríamos y hablábamos apurados: que mi amiga se iba a ver a Tash Sultana y yo a The Neighbourhood, y que nos encontrábamos a las cuatro y cuarenta en el tercer palo de la zona de comidas.

Eran las tres y veintitrés minutos y ya había escuchado los temas más importantes de The Neighbourhood desde atrás y molesta por todos los cambios, me pregunto qué tan enojada podría haber estado si me contaban en ese mismo instante que eso no era nada, y que el día siguiente no íbamos a llegar tarde porque se iba a cancelar todo. Era una carrera contra el tiempo porque la banda que había elegido me estaba aburriendo y se me ocurrió ir hasta Tash Sultana, no la conocía y me daba intriga saber por qué mis amigos se desesperaban tanto por verla. Tenía siete minutos para llegar desde el Main Stage 1 al Alternative y esquivando adolescentes que posaban para Instagram y grupos de chicos con hamburguesas en sus manos, llegué al objetivo.

Me encontré con una rubia hippie haciendo un solo de guitarra increíble tirada el piso, después saltando, y otra vez en el piso. Vi sólo tres minutos porque Tash se fue saltando y todos gritaron. Suficiente como para querer saber más de ella cuando llegue a algún lugar con wi-fi. El solcito y el pasto a las cuatro de la tarde parecían una buena idea para escuchar a Mac Demarco y funcionó sólo por 15 minutos. El hambre y el calor incitaban a que deje el Alternative, corra hasta algún punto de hidratación, cargue mi botellita de agua y empiece a hacer la fila en algún puesto de Havanna. “Por hoy unos alfajores a la tarde iba a viajar como loco, así me guardo plata en la pulsera y mañana me compro una buena hamburguesa»; pensé.

Las pulseras recargables como $$ y Lana como La espera.

Bueno, la “plata” en realidad es un maneje que hace la producción para quedarse con más dinero. Con tarjeta de crédito le cargás un monto de saldo a tu pulsera (que también es la entrada) y adentro del predio solo podés manejarte con eso, los billetes están prohibidos. 400 pesos me sobraron por el día cancelado. 400 pesos que no volveré a ver jamás. Lo que si funcionó para nosotras, fue mirar desde el pasto y la sombra, el show de Damas Gratis. La gente ahí se prendió fuego y se energizó para el resto del día. Excepto los fans de Lana del Rey que sólo hacían valla y tuvieron que morir aplastados todo ese tiempo.

¿Cuánto faltaba para Lana? En el medio el american teen Khalid, la mala onda de Liam Gallagher y al mismo tiempo el rapero Mac Miller. Prefiero guardarme un lugar para lo que verdaderamente me importa. Si hay algo que te da dolor de panza es ver como colocan el decorado para el show de tu artista favorita durante una hora: reposeras, palmeras, hamacas e instrumentos de Lana del Rey habían remodelado todo el Main Stage 2.

A las siete de la tarde todavía no había llovido. O por lo menos no lo sentí, porque me encontraba sola y apretada en el escenario secundario, rodeada de adolescentes que no daban más de lo nervios y ya no podían ni respirar. Media hora después Lana Del Rey salía a escena vestida de negro, acompañada por su banda y bailarinas. La gente gritaba enardecida, llegando a un punto máximo de demencia en el saludo en español pero con acento americano y ruso.

“¡Hola, Buenos Airrres! Hace mucho tiempo estaba esperrrrando volverrr aquí”

Lana y el despliegue de la sensualidad

Fue una hora y cuarto en la cual Lana no dejó de agradecer e interactuar constantemente con el público. Interpretó canciones nuevas y los clásicos que el mar de humanos que la endiosaba no paró de corear en ningún momento. Demostró ser todo lo que se esperaba de ella, y aún más. Talento, dulzura y sensualidad. Cerrar con «Off the raíces» fue perfecto, y más aún simplemente desaparecer del escenario y dejar a todos con ganas de más.

¿¿¿Saben cuantas veces volví a ver el show por internet??? La mitad se fue corriendo hacia el escenario principal donde ya había comenzado The Killers, y el resto estaba tirado en el pasto, tratando de encontrar una razón para seguir viviendo. Después de presenciar Videogames con truenos de fondo y Lana a 30 metros, no se vuelve muy rápido a la rutina.

The Killers, el sueño de muchos sobre el escenario

Llegamos justo para ver el momento más épico del Lollapalooza. Un chico en el público sostenía un cartel que decía que su sueño era tocar la batería con The Killers. Subieron al equivocado, a Maxi, que a la primera ya agarró mal los palillos y los bajaron por no saber qué estaba haciendo, la cara de Brandon Flowers, formidable. Hermosa escena en la que Maxi se quedó en el escenario semidesnudo y bailando cual borracho en Olavarría.

Cuando por fin contactaron al verdadero baterista, Agustín, cerraron el tema con toda la gente prendida y celebrándolo. Agustín héroe nacional. Maxi, otro cancelled. Un final perfecto, el último buen recuerdo del Lollapalooza, porque no hubo más. El tercer día fue cancelado sin reprogramación por el fuerte temporal de la noche anterior y los daños provocados por el mismo.

Hubo gente que llegó desde otros lugares a San Isidro sin saber y músicos que trataban de encontrar soluciones para contener a los fans. Aurora, por ejemplo, salió al hotel a cantar para ellos, Milky Chance trató de encontrar un lugar para tocar gratis pero no fue posible, y artistas locales como Benito Cerati, que fue el primero en avisar por redes sociales sobre la cancelación, invitaban a fiestas en CABAEsto nos dejó el Lollapalooza: Shows más que satisfactorios y la incertidumbre de un Parl Jam y compañía cancelados. Amanecía en el 19 de marzo y ya cada uno se volvía a su campo.