ANUARIO 2018, DONDE QUIERAS ENCONTRARTE…

Clapper txt_Matías Querol_May_2018

Jorge Drexler es uno de los grandes solistas de la música contemporánea, una de las “bellezas americanas” que más y mejor explotan la combinación de ritmos e instrumentaciones que pueblan nuestra Latinoamérica. Drexler viene demostrando a lo largo de su carrera que el eclecticismo no es un problema formal en lo estilístico; así como tampoco escatima versos y rimas afiladas para referirse a los conflictos humanistas (o más bien ya “humanitarios”) suscitados por la globalización; como es el caso de “Disneylandiadel álbum 12 segundos de oscuridad (2006).

Drexler, saber naufragar en las aguas de la fragmentación

Drexler emergió como artista a principios de los 90 en un contexto mundial de globalización económica y cultural que trajo aparejada la pérdida de los grandes relatos humanistas que cimentaron el mundo. Como dice en otra de sus canciones, y que refuerza el sentir posmoderno como clima de nuestra época, la historia es una red y no una vía” de progreso lineal. Drexler es hijo nativo de la fragmentación/hibridez/mixtura de sonoridades electrónicas y tradiciones folklóricas. Drexler pareciera resistirse a tomar de la góndola estilos musicales prefabricados que lo pudieran encorsetar en un lugar establecido. Si hay un rasgo que sobresale en su obra, precisamente es éste, la habilidad para desmarcarse de toda etiqueta nominadora.

Los cambios culturales por la irrupción de las nuevas tecnologías, la fragilidad de las identidades (la portada del nuevo álbum así lo confirma en la transformación de su rostro líquido), el sin sentido de las fronteras, razas y naciones, los hombres y las mujeres revolcados en las sábanas del amor, o siquiera el mero paso del tiempo, son algunas de las obsesiones que conforman los límites porosos de su obra. Así las cosas, ¿es posible hablar de la “belleza americana” sin hablar de este mundo complejo como clima de época posmoderno en el que emergiera hace algo más de 25 años?

 Jorge Drexler, convivir con la posmodernidad sin facilismos

Si nos dejamos llevar por el olfato, Drexler tiene un secreto bien guardado en sus composiciones que anida en gran parte de su discografía, esto es, la asunción no amplificada de las prácticas culturales que pudieran ser afines a este clima de época posmoderno. ¿Tomar el pulso de la era posmoderna convierte al médico/músico oriental forzosamente en un ciego apologista de lo posmoderno?

Allá lejos en el horizonte ubicaríamos un debate intelectual que nos demorara en la tarea de reseñar su nuevo álbum Salvavidas de hielo (2017), debate maniqueo y moralizante que estimulara el “Me gusta” o “No me gusta” vivir en esta fragmentación líquida que, por otro lado, escaparía a la elección individual. Queda claro que Drexler viene asumiendo en su vasto repertorio la sabia expedición por la vivencia posmoderna pero, y esto es lo mejor que nos regala en sus canciones, sin desesperar por volver al ancla que nos haga exhumar el cadáver (exquisito) del mundo sólido.

Mon Laferte, quien participa en la canción «Asilo»

Jorge Drexler, su nuevo álbum «Salvavidas de hielo» y mujeres del rock 

A propósito, el título de su nuevo trabajo discográfico, Salvavidas de hielo, refiere a esta asunción crítica, lejos de toda burda complacencia, del mundo líquido y efímero que complejiza nuestras relaciones. El “hielo” como elemento o estado (temporariamente) sólido nos lleva poéticamente a ese no-lugar en permanente invención y «movimiento«; título del track 1 al que volveremos en la segunda entrega. La inclusión de bellas «bellezas americanas», mujeres de peso en el rock en español, sobre todo en la segunda parte del álbum (Mon Laferte, Julieta Venegas, Natalia Lafourcade) acompañándolo en Feat, transparenta que el amor líquido en la fragmentación 3.0 ocupan la centralidad de su materia prima compositiva.

Frente a la angustia o desesperación que genera en todo náufrago la pérdida de referencias o faros “para que se vea desde altamar”, un gesto de supervivencia inmediato podría ser refugiarse en la queja estéril por añorar el puerto perdido, más allá de la bruma en el horizonte, y otro (en el que se ubica Drexler) un poner manos a su obra en el mundo líquido/irreal en el cual todxs vivimos fragmentados o angustiados por la fragmentación.

Jorge Drexler, artista complejo que (se) busca en el siglo XXI

Por todo Drexler es, sin dudas, un artista complejo. Y ahora que decir “complejo” está de moda, y opinólogos citan el adjetivo estrella para desembarazarse como bananas de los problemas, que sea un artista “complejo” no quiere decir necesariamente difícil para escuchar- nada más lejos- sino que, en lugar de construir una balsa para ir a naufragar como Nebbia y los suyos en los 60´, se zambulle directamente con su arte al mar y que «sea lo que sea»; pensando/sintiendo las oleadas del siglo XXI con los pases de magia que tenga al alcance de sus dedos.

Un ejemplo de esto es “Telefonía”, al cual volveremos también en la segunda entrega. “Telefonía” es una ironía musical que imagina un manejo/control/administración humanos de los engranajes invisibles o “vericuetos de la informática” donde somos arriados por el 4G. ¿Existe en este mundo complejo una reserva humanista en los consumos de la tecnología móvil para que /voz de ella/ se recorte de todo el ruido ambiente de la información?  Drexler, como buen artista finamente provocador, confronta no sólo con la naftalina pesimista de un “no hay salida” o estamos perdidos” con los aparatos táctiles del demonio, sino también se mide con la euforia conectiva (###) de un slogan “elegí todo” que es la ratonera que pisamos, toda vez, creyéndonos “libres” por consumir.

En fin, Drexler es un artista complejo que no le escapa a los matices y a las contradicciones vitales de su época que lo arrastran como yuyo en la correntada. Su tarea para algunos puede resultar sencilla, muchos hacen música, pero no lo es tanto. No es sencillo crear puentes de sentido sumido al naufragio. No es sencillo ganar tiempo (sólido) al salvavidas de hielo que envuelve su carne y le permite flotar/soñar para componer una nueva canción, canción que nos tocará lo que nos queda de almas, un rato más, antes que los rayos de sol derritan la sensación de que «todo está en calma«.