Clapper txt_Matías Querol_Jun_2018
¿Qué se puede decir de “En la ciudad de la furia” que no se haya dicho? ¿Le confiaremos más a la data de Wikipedia que a nuestra propia memoria emotiva a la hora de escribir esta reseña? ¿Se convertirá el texto de esta reseña en otra efemérides retro track como tantas; fórmula de rentabilidad periodística que nos impediría tomar el riesgo siempre incómodo de mirar al futuro? ¿Tiene “En la ciudad de la furia” alguna clave de escucha para no quedar tallada como un mármol en el pasado?
“En la ciudad de la furia”, precioso talismán para la escucha
Así las cosas, queda claro que no es nuestra intención un homenaje ensalzado de los prolíficos ochenta, más bien, la idea que nos toma es re-situar el sentir opresivo de la urbanidad que nos azota en la canción y trasciende a su emergencia 30 años atrás. Sin dudas, “En la ciudad de la furia” se ha vuelto uno de los íconos del rock en español, precioso talismán que aplaca la “furia” que seguimos sintiendo en la carne, hombres y mujeres, cada nuevo día en que posamos un pie en la urbe del siglo XXI.
“En la ciudad de la furia”, dirigido por Alfredo Lois, es uno de los videoclips ByN más recordados del rock en el sentido de haber sido el ByN una elección estética cuando el color ya había desembarcado desde hacía una década en la TV argentina. “En la ciudad de la furia” es, de todas las canciones/videoclips del rock en español que refieren a la enajenación de la vida urbana, una de las que más ha quedado en la retina, la que describe poéticamente con versos arrasadores cómo es sufrir (y resistir) un espacio público cada vez menos público. ¿Qué es lo que contiene el hit que lo vuelve un estandarte dark de la retracción; a tono con el The Cure de finales de los ochenta? ¿Dónde nos cautiva su videoclip?
“En la ciudad de la furia”, un ángel sobrevuela el ByN cemento
Damos “play” a lo que hoy es un link y antes un VHS grabado de MTV. Vamos deteniéndonos en cada una de las escenas que siguen teniendo una vigencia total en nuestro presente. Una sensación de asfixia nos invade al volver a los históricos edificios de “Buenos Aires” en esos planos aéreos que agigantan metafóricamente el “progreso” del ByN cemento. Los edificios sobrepasan al hombre territorial, hablan o gritan un estallido simbólico que ensordece al hombre que camina y se detiene y se diluye en su identidad como la figura del cuadro de Munch.
Vemos la subjetiva de un ángel sobrevolando las cúpulas. Vemos el humo de la chimenea que expulsa una de las fábricas. Sentimos el ruido de las bocinas de los autos que va creando una atmósfera densa en un día que es (in)hábil para “un hombre alado”; con sus alas derretidas por “la luz del sol” como en el mito de Ícaro. El ByN cemento de la urbanidad en el videoclip es un detalle relevante, sobre todo porque Doble vida en su arte de tapa alude al mismo concepto ByN de “En la ciudad de furia”. Esto explica que la canción fuera elegida corte de difusión para promocionar el álbum producido por Carlos Alomar (quien trabajara nada menos que con David Bowie) y que hiciera explotar a Soda en toda Latinoamérica.
“En la ciudad de la furia”, un ángel sobrevuela el ByN cemento
Adelantándonos a los versos que aparecen en la letra, y deteniéndonos en la cuestión arquitectónica que realza la labor de Cerati bautizado “arquitecto” por García Moreno tras su fallecimiento, la figura de las “terrazas desiertas” pone el acento en los edificios significantes que punzan todo el tiempo en la canción/videoclip; lejos de ser ubicados como telón de fondo o simples elementos escenográficos en lo narrativo. “Me verás caer, como un ave de presa, me verás caer, sobre terrazas desiertas (…)”. Los edificios gritan en el ByN cemento, como si pidieran auxilio, como si pidieran re-situar la mirada de los hombres del llano, que no levantan la vista para una pasiva contemplación que los pudiera de-volver a una vida urbana solidaria e integrada.
No hay contemplación posible en la ciudad de la furia, tan sólo patológica hiperacción en la multitud de un “todos” amorfo. Seguimos la línea de tiempo del videoclip. Un primer plano de un anciano con arrugas pronunciadas sí contempla hacia fuera de la ventana la fuerza natural. La mirada contemplativa simboliza un futuro temporal que alterna con su otro-yo joven, hombre que calza un largo sobretodo y camina con rictus paranoide por las calles ambientadas en aquel presente de 1989. El sobretodo es un escudo simbólico en la guerra desatada de esquirlas en el aire que pulverizan todo verso que pudiera enunciarse en una “fábula”.
“En la ciudad de la furia”, cuerpo a cuerpo en estado de guerra
“En sus caras veo el temor, ya no hay fábulas” es el fin del lenguaje y el imperio de un cuerpo a cuerpo vaciado de signos en la ley del más fuerte. El cuerpo a cuerpo de la guerra se hace imagen ByN cuando al hombre del sobretodo lo llevan torpemente por delante en la vereda y, claro está, nadie del “todos” amorfo emite las escasas 3 sílabas de unas dis-cul-pas. No hay lenguaje, tan sólo paranoia colectiva, como si fueran hormigas enloquecidas que escapan del hormiguero en direcciones opuestas, como si nadie de ese “todos” supiera adónde es que van y para qué.
Uno de los planos de “En la ciudad de la furia” que despierta atracción estética es la cabina de Entel que aparece marginada en un plano general (Empresa Nacional de Telecomunicaciones estatal para los más jóvenes), la cual queda envuelta en una trama compleja de significaciones a la luz de lo que pocos años después serían las privatizaciones y las reformas del Estado en el menemismo. No sólo se privatizaron las empresas del Estado, sino que con ello irrumpieron cambios culturales que apretaron las clavijas hacia una relación social imantada por la “furia”: competitiva, individualista y meritocrática.
Imaginamos que el hombre del sobretodo escapa, busca un rincón, siquiera el toldo de un kiosco (que todavía no es un drugstore autoservicio) o cierta moldura de cemento de otros ángeles alados que lo cobijen y le curen sus alas. Es el cuerpo a cuerpo de la guerra. Es la fricción violenta que enciende la mecha y provocará la llama ardiente que hará trizas las cuatro paredes de la intimidad (“entre tus piernas…”) que, como todo buen estribillo, demora su aparición como ruptura musical del ByN opresor con el cuchillo de un SI menor, que lo corta, y abre “otra piel” entregada al encuentro.
“En la ciudad de la furia”, riff de la despersonalización
El ByN entonces contagia en el espectador opresión/angustia/paranoia de una Ciudad paranoia (álbum de los locales Mortadela Rancia como dardos venenosos dirigidos contra la chatura rosarigasina) que se entrelaza con la base rítmica que despliega el riff de guitarra y las primeras estrofas que nos escupen la ciudad hostil que nos azota en la despersonalización, “Me verás volar, en la ciudad de la furia, donde nadie sabe de mí, y yo soy parte de todos. Con la luz del sol, se derriten mis alas, sólo encuentro en la oscuridad, lo que me une, con la ciudad de la furia (…)
El bajo de Zeta tocando las 3 notas principales comienza a levantar vuelo con la guitarra funk que pre-anuncia el estribillo/talismán que figurará como una bandera blanca de cese al fuego pero teñida de un blue velvet sensual. “En la ciudad de la furia” muestra un contrapunto de principio a final. Las imágenes ByN de una “Buenos Aires tan susceptible” forman la secuencia visual que acompaña el riff inicial. La combinación de las 3 notas de la base van generando una tensión que permanece inalterable hasta la aparición del estribillo refugio/trinchera/resistencia/ que atenúa la “furia” del afuera. “Me dejarás dormir al amanecer, entre tus piernas, entre tus piernas (…)”.
“En la ciudad de la furia”, estar azulado en el ByN cemento
Lo más admirable del videoclip es, por lejos, la inclusión casi imperceptible y azarosa de una tonalidad azulada que se vuelve apenas disonante del ByN uniforme de los otros planos. El ByN es la opresión/asfixia/temor/que siente el hombre en la “tierra”. Podemos intuir que la tonalidad azul connota el intersticio de fuga de la furia, tregua intermitente como un semáforo de peatón que le permite a éste resistir, y que conjuga con la frase con la que lucha con el filo de su vulnerabilidad: “Me desnudaré, por las calles azules, me refugiaré, antes que todos despierten”.
Aunque no pudieran verlo ojos eléctricos de un espectador preso de la ansiedad, vemos que no todo es ByN opresivo en el videoclip de “En la ciudad de la furia”. Por cierto, el hecho de estar configurados en #ModoAvión nos habilita a quedarnos eclipsados a estas imágenes en una demora que nos hace escribir, sacar los dedos del teclado y volver sobre la obra, para seguir escribiendo como bohemios ajenos a los estándares del justo medio, con la misma libertad compositiva que olfateamos tuvo el querido Gustavo al definir la duración de casi 6 minutos en su canción.
“En la ciudad de la furia”, resistencia azulada en 2018
Y si hablamos de “bohemia” o “libertad” compositiva, esto último nos hace ligarlo (como si tomáramos una cortada intransitada en la ciudad) a “Estoy azulado” del álbum Nada Personal (1985) y a la riqueza desplegada en aquellos versos ya citados: “Me desnudaré por las calles azules, me refugiaré antes que todos despierten”. Estar azulado/estar a su lado (“al amanecer, entre tus piernas”) es el refugio que el estribillo/talismán nos regala a los oyentes para exorcizar el “diablo de tu corazón” (otra autoría de Páez que habla sobre la “furia” de CABA) que nos sigue poseyendo en la ciudad liberalizada de pobres corazones y pibes sin calma.
Ahora llegamos al final de esta primera entrega. Vimos recién que “En la ciudad de la furia/videoclip” acaso juega al inter-texto entre dos canciones de Soda, filtrando un “azul” apenas disonante del ByN opresor de la urbanidad. El “azul” de las “calles azules” no termina siendo ruptura total del ByN opresor, sino más bien el color de la misma imaginación que tiñe poéticamente la “furia” hasta que “la luz del sol” nos haga volver de nuevo, como principio de realidad, a perdernos entre los codazos del ByN cemento.
El plano del embotellamiento de los autos, la aparición de un taxi 404 (la banderita “libre” leída toda una ironía), y los flujos en la era de las comunicaciones subliminalmente sugeridos con la cabina de Entel, nos hacen sentir que la resistencia “azulada” sigue siendo la misma en 2018; y que Soda y su hit resisten “caer como un ave de presa” a la bolsa común de las ofertas del día que hoy nos vende el locutor en la FM retro-track. (continuará)