Clapper txt_LUCAS CALOMINO_Oct_2019

Cuando éramos niños entrar a alguno de ellos para comprar algo producía una alegría de otro mundo. Ver todas esas golosinas coloridas y sobresalientes a través de los cristales transparentes era algo único. Mayor era la felicidad cuando algún abuelo o padre aparecía de sorpresa con algún producto obtenido a través de ellos, y que iba destinado hacia nosotros. Lo dulce, una satisfacción inexplicable para los más jóvenes, su paladar siempre se los va a agradecer.

Sin embargo, con el paso de los años todo fue cambiando. Nuestra emoción por ellos fue disminuyendo, aunque sigamos asistiendo en el día a día a esos locales que siempre nos salvan cuando necesitamos algo. Esa satisfacción tendría que correr por la sangre de los chicos de ahora. La piel se les tendría que erizar a ellos cuando la presencia de miles de objetos dulces y salados se les hacen presente. Aunque no sucede.

Fueron imposibilitados a conocer esa realidad, posiblemente sea por el país en el que vivimos. Claramente que así lo es, las constantes dificultades a la que los argentinos le deben hacer frente año tras año, se tornan ya insoportables. La crisis impacta los bolsillos de los ciudadanos, los sueldos no aumentan y las golosinas quedan olvidadas. El alfajor queda detrás del vidrio, el jugo de naranja permanece en la heladera, y esos confites con diversos colores van a mantenerse en su caja. Detrás de esto, viene lo peor: la decadencia de los kioscos.

La situación en la ciudad de Rosario

La localidad del Monumento a la Bandera no queda exenta de esta problemática, sino que también se ven muy perjudicado los kiosqueros que trabajan de esto para poder vivir.
Claramente esto se refleja en la cantidad de locales que cerraron en este último tiempo en la ciudad. “En Rosario cerraron entre 1000 y 1200 kioscos. Si uno camina por el centro se ven muchos locales vacíos, allí antes se encontraban kioscos. Algunos se han mudado a la periferia para colocar esos puestos con ventana que hoy en día están muy de moda”, expresó Marcos Difilippo quién es el presidente de la Cámara de Kiosqueros de la ciudad.

Está claro que la gente no tiene tanto dinero para comprar estos productos, o quizás se den el lujo tan sólo una vez por semana ya que prefieran economizar. La sociedad tiene otras cosas que afrontar, y la primera decisión que toma es pisar lo menos posible los kioscos. Marcos Difilippo manifestó: “La crisis que debemos enfrentar es la que está en la calle. Los familiares ya no les compran las golosinas a sus hijos o a sus nietos. Y si lo hacen, optan por una marca de segunda o tercera línea”, y rápidamente continuó: “El gran problema es la caída del consumo interno y las grandes tarifas que debemos afrontar. Esto provoca que los kioscos caigan en crisis, por lo cual nos vemos obligados a trabajar muchas horas, somos un sector que se auto explota”.

Incluso, una complicación que se les agrega es que ya sus productos no se encuentran únicamente en kioscos, sino que hay otros locales que empezaron a vender sus objetos, por lo que la situación empeora. “Hay farmacias, librerías, verdulerías que nos venden nuestras cosas. Es muy injusto. Un montón de comercios venden las golosinas a un precio muy bajo porque no les interesa el margen de ganancia que obtengan. El kiosquero no puede comerciar ningún otro artículo que no le pertenezca, hay que pagar otra habilitación. Molesta mucho, sentimos que somos los últimos en el escalón”, pronunció con indignación el presidente.

El precio del dólar: un enemigo

La cotización de la moneda norteamericana claramente se lleva la atención de todos los kiosqueros. ¿Alguna vez te preguntaste cómo estipulan los precios si el billete verde va en aumento?
La suba del dólar provoca un desconcierto muy grande en nosotros. Es la realidad. Por ahí no aumentamos el producto un 25% pero sí un 15% y cuando vas a descifrar la ganancia tenes el mismo número que antes, y por ende, ganaste menos”, explicó Difilippo y agregó: “Si sube la divisa de Estados Unidos en gran cantidad, de un día para el otro, automáticamente los proveedores no transportan los productos. El 90% de los artículos se trasladan en vehículos, y por ende, usan combustibles. La primera medida que nos afecta a los kiosqueros es el aumento de la nafta. Yo no puedo subir los precios y que la gente no tenga el poder adquisitivo para comprarlos, tenemos que esperar lamentablemente hasta último momento”

Por esta situación, cuando el dólar estuvo detenido en años anteriores, ellos obtuvieron mayores ingresos y les iba bien, las golosinas eran consumidas y los paladares de los niños estaban felices. Marcos dijo: “Del 2010 al 2015 fue un auge en donde la gente adquiría mucho, sumándole también que había demasiados emprendedores. A pesar de eso, en los últimos tres años estos activos fueron desapareciendo y únicamente quedaron las grandes empresas que tuvieron una espalda enorme para aguantar esta crisis económica”.

Movi, mucho trabajo pero poca ganancia

La tarjeta de colectivo que transporta a los ciudadanos dentro de la ciudad, les da realmente una labor bastante grande a todos los kiosqueros. Incluso, hay demasiados que se quedan sin carga cuando el día recién comienza
. Quizás, aquí podría surgir una alternativa a la venta de los demás objetos, pero claramente no es así.

«El Municipio está al tanto de todo, nos recibieron muchas veces y hemos podido hablar. Hace un mes le entregamos un documento en mano con todas las problemáticas que tienen los kiosqueros dentro de la ciudad», moduló Difilippo y sumó: «En relación a la tarjeta de colectivos nos explicaron que el Ente de la Movilidad no está en un buen momento económico. Los otros Concejales plantearon en poner una máquina automatizada para no hacernos perder tiempo a nosotros. Se hablaron de cifras muy altas para reemplazar los posnet por estos artificios. También nos comentaron que no estaban preparados para afrontar semejantes gastos».

Obviamente, la incógnita es saber el por qué de esta disputa con la tarjeta Movi, ya que si se cargan miles de pesos al día puede ser un gran negocio. Pero claro, a los kiosqueros les deja poco y nada, y es por esto que Marcos fue contundente: «Cada mil pesos que se carga, obtenemos siete de ellos. Desde la Cámara de Kiosqueros no compartimos la idea de cobrar un plus, ni tampoco obligamos al cliente a gastar en algo extra. Entendemos la situación económica de todos los usuarios, aunque de eso se encarga el Municipio, nosotros no le decimos a nuestros colegas lo que tienen que hacer».

La continuidad de su existencia

Los kioscos, por suerte, van a seguir funcionando. Quizás, sean muchos los que tengan que bajar las persianas en relación a los reiterados golpes económicos contra los que deben luchar. Hay demasiados que deciden abrir sus puertas para entrar dentro de este mundo, que parece fácil, pero es muy complejo. «No tenemos el dato de cuántos abrieron, pero esto es algo de todos los días. Siempre que echan a alguna persona de su trabajo, lo primero que se abre es un almacén o un kiosco. De igual manera, son los primeros en cerrar. Muchos se piensan que trabajan 8 horas y ya está. Se complica llegar a fin de mes», declaró el presidente.

La sociedad, se aleja de ellos por la diferencia de precios que hay con los supermercados, y la gente trata de esquivarlos lo máximo posible porque la billetera no da a basto. Además, diversas empresas dedicadas a la redistribución de golosinas han decidido cerrar de igual manera, tales como Mielcita, Tía Maruca y Arcor que culminó con cuatro plantas en el país.

La mirada del presidente de la Cámara de Kiosqueros está en el futuro, tratando de que la cosa no empeore. Luchando en las diversas jornadas, los kioscos seguirán de pie en la ciudad de Rosario, tratando de facilitarle la vida a todos los habitantes que se acuden a ellos para sacarse el hambre o la sed que aparece rápidamente. Aunque, esperemos que con el paso de los años sean más los que aparezcan, y menos los que digan basta. Marcos Difilippo, concluyó: «Lo fundamental estará en la calle. Nosotros pedimos diferentes cosas para que los precios no aumenten tanto o que la gente gane más. Eso hará que el trabajador logre un mayor poder adquisitivo y así volvería a consumir».