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Sorora, hermana, amiga, aliada. El término sororidad que deriva del latín sor y que se traduce como hermana, significa solidaridad entre mujeres y sugiere una ayuda mutua que genere cambios en en pos de un mundo más amable para todas. La solidaridad implica un intercambio que mantiene las condiciones como están, en cambio, la sororidad va más allá, ya que tiene como objetivo la modificación de las relaciones entre mujeres.
La palabra se “inventa” cuando se toma consciencia de que “fraternidad”, parte del slogan de la Revolución Francesa, tiene la raíz frater, que significa hermano. La antropóloga mexicana Marcela Lagarde acuñó este término para describir la situación de las mujeres en Ciudad Juárez: “Es una dimensión ética, política y práctica del feminismo contemporáneo – escribe – es una experiencia que conduce a la búsqueda de relaciones positivas con otras mujeres para contribuir con acciones específicas a la eliminación social de todas formas de opresión y al apoyo mutuo para lograr el poderío genérico de todas y el empoderamiento vital de cada una”.
Putita Golosa, por un feminismo del goce
“Putita Golosa. Por un feminismo del goce” (Galerna, 2018) de Luciana Peker, surge de sus columnas en Las 12 y reúne textos de género, ensayo, crónica y poesía. Está dividido en veintidós capítulos en los que se explaya sin reservas sobre los conflictos que enfrenta la lucha feminista. Con un título provocador revela al lector la violencia que opera en el lenguaje. Saca a la luz estadísticas y datos, cita a un sinnúmero de periodistas de género y feministas de carrera, recomienda lecturas y le habla a la mujer nueva, en un momento de la historia donde los paradigmas establecidos fracasan y las reglas ya son otras.
Peker denuncia la realidad de las mujeres, habla sin pelos en la lengua de lo que pasa, de lo que está mal pero es costumbre, de lo que lastima y de lo que “no se dice”, de los prejuicios y de las exigencias. Combate a capa y espada los mandatos, las teorías y los mitos heredados que sitúan a unas de un lado y a otras del otro. “Las mujeres hicieron una revolución. La hacen todos los días (…) El deseo es el núcleo de la autonomía feminista”, comienza el manifiesto de la revolución de las mujeres.
Sororidad, apoyo mutuo
La sororidad entre mujeres se volvió indispensable: la cohesión y el apoyo mutuo sin que importen las diferencias. “Se enseña que la peor enemiga de una mujer es otra mujer, que más vale nunca tener a otra mujer arriba, que las mujeres son complicadas y que es más fácil trabajar con varones”. En conversación con Clapps!, Peker afirma: “Dicen que hay una mujer en la televisión, que llegó una mujer a la presidencia, que hay una mujer jefa, etc. En los casos que las mujeres no quedaron vedadas por completo de un espacio público o de poder, llegó solo una por sobre las demás.
Era la idea de LA que llega y esa cerraba la puerta para que no entre ninguna más. Incluso, era común que las mujeres pidieran: quiero ser la única mujer en la mesa o en el programa de televisión. Ser la única, para configurar a “la que llegaba” y, además, con una forma de actuar más o menos similar a como actuaban los varones, con niveles de agresividad o autoritarismo, para que no lleguen las otras. Y ahora proponemos una sororidad que es una hermandad, es todo lo contrario. Es querernos y ayudarnos, es confiar en la otra, es dejar de competir y además es llegar para que lleguen todas. Eso no quita las singularidades, hay que respetar los liderazgos y cuando una mujer se destaca hay que bancársela, que la sororidad no aplane.”
Mujeres vs Mujeres
“... la que perdona una infidelidad, la que vuelve con el ex que la maltrató o no le pasó la cuota de alimentos, la que le escribió un chat al pibe que le gusta y le clavó el visto o la que llora por un tipo que vio dos veces pero que se le volvió un cielo de deseo que le nubla la vista”, enumera Peker en «Putita Golosa» y dice que esas son “las indignas” y que siempre reciben su merecido. No solo de un hombre que puede partirles el corazón sino de una nueva categoría: las amigas retadoras. No hay piedad para el dolor. Ni empatía o comprensión por lo que la otra esté atravesando, por la historia que carga, por los prejuicios y las enseñanzas, por las luchas internas y las derrotas acumuladas. Las mujeres son las primeras en juzgar a sus compañeras de cuarto.
El feminismo mal entendido desplazó el espacio para llorar, el consuelo, el estar para la otra no solo en las buenas, sino en las malas. “La pica femenina es real. Pero no inocente. Los medios muestran las malas relaciones y no las buenas. Un hombre le es infiel a una mujer y se matan entre ellas”, se lee en Putita Golosa. “Las sociedades sin tensiones – dice Luciana Peker – serían imposibles, inviables y aburridas. Pero la crispada riña entre mujeres desde niñas (con ese tono áspero, canchero y el cadereo que va surgiendo desde la más tierna infancia, por el peso de la educación por género) es, sin dudas, uno de los más asentados y menos cuestionados galardones machistas”. A veces, son las mismas mujeres las responsables de que esto prolifere. La guerra intrafemenina debe acabar para que no cobre efecto el “divide y vencerás”.
Madre e hija
En este intercambio con Clapps! Peker se explaya: “Por un lado, somos muchas las que nos definimos como feministas pero que además defendemos la sororidad. Pero también hay mujeres que están en contra de las mujeres. No es lo mismo ser mujer que defender los derechos de las mujeres, ni por supuesto de la diversidad sexual y las banderas de género. Yo creo que hay que ser generosas, que hay que pensar en las jóvenes, que hay que pensar en las hijas, que hay que ser amplias, no egoístas y que hay que pensar a los derechos como derechos y no como un privilegio sobre las otras. Las que no elijan ese camino, que no lo elijan, pero sí decirles que no son parte del movimiento de mujeres. En el movimiento nos defendemos entre nosotras”.
Es importante y es urgente transmitirlo. Hacer que estas enseñanzas de cooperación y compañerismo estén presentes en el diálogo diario de la casa y del aula. Peker le contó a Clapps! sobre la familia con cooperación: “No hay una maternidad, sino muchas maternidades, así como no hay una mujer sino muchas mujeres y cada una vive la maternidad como puede, como quiere, como le sale. Yo formé una familia que llamo cooperativa con cooperación, en donde los hijos tienen derecho a recibir y no hay relación recíproca, si hay cooperación. Una idea de la circulación del trabajo doméstico compartido, que mi hijo haga la cena, que se rieguen las plantas, ver el trabajo como el aire que se respira en la casa, hay una cosa de compartir, donde no estamos en pie de igualdad, pero si una idea de cooperación en la casa”.