Este martes 27 de junio llega el final de nuestro Twin Peaks: La historia de Alison DiLaurentis -la Laura Palmer millennial- luego de siete años se despide de la televisión norteamericana y el streaming mundial con un último suspiro.
Desde 2010, Pretty Little Liars nos regaló una temporada por año con una trama prometedora basada en una serie de libros mal escritos, pero que fue decayendo de a poco con los cabos sueltos y el abuso de los plot twists más absurdos de la tv contemporánea.
Quienes durante todos estos años seguimos la novela producida por Freeform, navegando semana a semana en servidores que ya no existen, y nos bancamos recesos de meses eternos, nos merecemos un final digno de una serie basada en los pilares del policial y suspenso.
La historia transcurre en Rosewood, un pueblo estadounidense en el que nunca pasa nada, hasta la noche de la desaparición de Alison, la abeja reina de la secundaria local. El grupo de amigas incompleto por la ausencia de su líder tragada por la tierra, es ahora heredero de un puñado de secretos a medio ocultar y mil preguntas sin respuestas, que complicarán la investigación policial y las vidas de todos los habitantes del poblado.
El misterio te atrapa desde el comienzo del Piloto, con un salto de tiempo, mostrando al grupo fragmentado por la incertidumbre y melancolía por el descubrimiento sin vida del cuerpo de Alison un año después de su desaparición. Además, a Aria, Hanna, Spencer y Emily ahora las une algo más que la ausencia de su amiga: una fuente anónima llamada “A” las chantajea virtualmente, amenazándolas con la revelación de datos que comprometen a las chicas con un secreto no tan bien guardado.
“I’m back bitches, and I know everything. –A”
Secretos ahogan a las protagonistas, con infidelidades, secuestros, robos, asesinatos y, en sus peores momentos hechos paranormales, llegando a situaciones límites que superan y perturban al espectador.
Con unas iniciales cuatro temporadas bien recibidas por la crítica, donde el enigma crece y mejora en cada capítulo, incubando un instinto minucioso y detallista, Pretty Little Liars te atrapa lo suficiente como para seguir bancando las restantes (y nefastas) tres últimas temporadas. Con los giros argumentales más delirantes, la producción de Marlene King bajó su calidad de manera increíble, haciendo capítulos tediosos, con un guión incoherente y malas actuaciones. Sin contar los innumerables manotazos de ahogado, donde meten y sacan personajes, creando pistas falsas y complicaciones innecesarias en la narrativa. La ficción peca con un mal uso de recursos como ciencia, tecnología, adulterio, sexualidad y hasta hechos paranormales. Hasta llegar al punto en el que la producción de Pretty Little Liars se cebó tanto como para hacer un spin-off: Ravenswood, un unitario rarísimo de fantasmas, que fue cancelado tras una corta temporada por la mala recepción y rating, haciendo de cuenta que nada pasó y continuando con el experimento preliminar.
En estos últimos años nos vendieron situaciones tiradísimas de los pelos donde personajes que creíamos muertos resultaron vivos. Pretty Little Liars es producida por Marlene King, quien probablemente irá al infierno por mala y mentirosa. Es la responsable del odio a esta serie que comenzó siendo amada pero que terminó siendo un dolor constante, como ese novio que sabés que te está mintiendo y no le creés, pero tampoco lo podés dejar.
Esta señora nos metió un salto de tiempo de 5 años porque la trama resultaba insostenible y un bodrio. Luego de darnos la identidad de –A sobre el final del segundo año estiró la serie creando nuevos antagonistas y sumó a Uber A, Big A y hasta inventó a Amoji, UN VILLANO QUE FIRMABA LAS AMENAZAS CON EMOJIS. Marlen, me quiero ir al inframundo con vos.
Sufrimos mucho, y en una séptima temporada aburridísima creímos que podíamos llegar a tener lo que queríamos cuando en los últimos episodios sin razón, la calidad de los mismos mejoró de forma esperanzadora, casi alcanzando el clímax de los mejores momentos de la novela… Pero no.
Algo terrible ocurre en la entrega número 19. La cadena Freeform transmitió un penúltimo episodio con mucho olor a reconciliación, paz, matrimonio, hijos y finales felices. No chicos, todo lo hermoso que se estaba dando, cuando veíamos que se estaba pudriendo todo, que cada vez había más revelaciones y todo se ponía un poco más caliente y emocionante con riesgos de que todo salga a la luz y que las protagonistas terminen en la cárcel o muertas… Nos muestran la puntita de lo que puede ser un final espantoso y americano.
En la noche del martes 27 nos merecemos más que un final de princesas con sus maridos, donde después de tantas cagadas que se mandaron queden impunes. No está buena la toma final a sus caras hermosas y exfoliadas mirando a la nada y pensando en todo. Después de siete años no está bueno que terminen mirando al horizonte, lo pedimos por nuestra salud mental y por la calidad del Twin Peaks de la próxima generación.