Clapper txt_Javier Hernández_Mar_2019

«Un tipo cualquiera» comenzó a narrarse hace tres años, mucho antes de la tragedia que vivió el propio autor y que le marcó un antes y un después. “En esos tres años yo viví dos vidas”, describe en el epílogo de su libro que ahora sale a la luz como una suerte de práctica resiliente. Pero advierte al lector en cuanto micrófono tiene a su alcance que, en la novela, no se vislumbra esa herida abierta que tiene desde entonces.

«Un tipo cualquiera», amar contar historias

Me incliné a escribir ´Un tipo cualquiera´ por un tema simple y sencillo: amo contar historias”, destacó en ese mismo breve epílogo donde además confía que el libro nació porque quería hacer una historia que atravesara la amistad, el amor, el drama, la familia, “pero por sobre todo que haga un paneo sobre ese pulso sensible que se establece cuando la gente se quiere de verdad”.

«Un tipo cualquiera» es la historia de un taxista al que le gustaría estar enamorado, aunque desconoce eso que llaman amor y jamás le presentaron a ese abstracto al que identifican como felicidad. Existe una Rosario o muchas, como cada ciudad que cambia con las diferencias urbanas pero, por sobretodo, con la propia mirada del que observa, del que la habita y la vive íntimamente. La Rosario de «Un tipo cualquiera», se erige en ese punto de fuga que pone en jaque la mirada del propio protagonista, Juan Lamónica, pero también la del lector que transita, junto a él, un torbellino de fuertes emociones a lo largo de la historia.

«Un tipo cualquiera», un tal Juan Lamónica

Juan Lamonica no es un tipo cualquiera. O sí. Depende el cristal con que se lo mire”, se descibe en las primeras líneas del libro. El protagonista es un joven de 38 años que no conserva ya casi rasgos de inmadurez, salvo en la mirada de su amada Tia Mary y su familia que lo bancan en todas. Un muchacho que sufre en silencio la ausencia de amor, pero guarda una esperanza en el futuro. Que se siente solo e infeliz y eso lo atormenta, incluso en oportunidades llora y se desahoga y encubre su sufrimiento en la epidemia generalizada de desamor. Que pide explicaciones a un Dios muy privado, porque no cree “en el Dios que todos llaman como Dios” y entonces se construye su propia figura.

En el auto de su patrón, Salvador, un “corsita 2004”, se gana la vida como taxista y en él recorre una ciudad cargada de significados tan hondos como sus propias vivencias. La ciudad es presente y pasado: la bicicletería de calle Iriondo de su amigo-hermano Tito, la Escuela Républica de Bolivia donde cursó la primaria, la zona del Anfiteatro donde vio por primera vez a quien fuera su más adorada novia pero que duda que sea su compañera porque, justo, se llama Soledad. La peatonal Córdoba, la zona del río, el bar de Moreno y San Lorenzo.

«Un tipo cualquiera», estructuras más íntimas y un giro inesperado

El tiempo parece cíclico en la vida de Juan pero la historia tendrá un giro inesperado en la trama cuando una herida le cambie la vida y le haga replantearse sus estructuras más íntimas, mirar a los ojos a sus objetivos y accionar sobre sus deseos de cara al futuro. La desesperación le jugará una pelea pero él dará batalla en una carrera contra el tiempo que se volverá caótica de la noche a la mañana.

La tapa del libro «Un tipo cualquiera», muestra el atardecer desde el muelle en la playa de una localidad costera al oceano atlántico argentino. El mar y el cielo dorado, ese inmenso e insondable par de signos se mezcla con dos gaviotas que miran todo desde lo alto. En el borde costero, un hombre y una mujer, pequeñitos, van al encuentro, con sus ilusiones a la intemperie.

Quién te dice cómo hacer algo que nunca hiciste? ¿Por qué nadie te enseña a vivir distino? ¿Ahora que hago con toda esta vida nueva o esta poca vida que me queda?”, se preguntará Lamónica en soledad en su nuevo refugio en La Lucila del Mar, esa localidad bonaerense al que escapa como un rayo fugaz, mudadopara tratar de buscar ese “otro aire” y “la sal de la vida”. Durante el transcurso de la trama, casi sin darse cuenta, se encontrará ante la oportunidad de ser él mismo, de conocer definitivamente el amor y amigarse con la felicidad.

PH_Héctor Río

«Un tipo cualquiera», Squillaci y sus otros rumbos

Pedro Siquillaci, quien además de escritor (tiene editado otro libro de 2008 titulado «Perfiles de Rosario», es periodista y jefe de la sección espectáculos del diario La Capital, plantea en «Un tipo cualquiera» una narrativa que se luce en las descripciones de sus personajes y los paisajes que ellos habitan.

Hace uso de su larga experiencia musical (como intérprete -fue baterista- y periodista de espectáculos) y es detallista a la hora de volcar esos recuerdos artísticos plasmados en letras o miradas críticas de grandes de la música y el cine, con lo que consigue que, elementos y acciones secundarias de la historia, pasen a tener un tono propio y se llenen de ritmo y potencia descriptiva en la voz de un narrador omnisciente.

«Un tipo cualquiera», un epílogo con derecho a ver la luz

Como una banda músico-visual, Squillaci cita a Bersuit para decir que “por las noches la soledad desespera”, recuerda una escena de la película «Nos habíamos amado tanto» de Ettore Scola para ahondar en las impresiones de una despedida que no tenía que ser “para siempre”, e incluye, entre otras referencias artísticas, el fragmento de un poema de Rubén Vedovaldi en la voz de un trovador desconocido para hablar del futuro y del mañana: “Recuerda cuando venga el porvenir, dile que fuimos juntos a buscarlo”, escribe.

Pese a la tragedia, Squillaci cuenta en el epílogo que sintió que el protagonista de su historia tenía derecho a ver la luz: “Que ese universo de amor y humor de Juan Lamónica tenía que mostrarse”. Quizá por ese motivo decidió compartir ese tesoro invaluable con el mundo exterior. Y para eso lo publicó tal cual fue escrito en lo que llama “su otra vida” porque, escribió: “Quise salvar a ese tipo cualquiera. Darle una vida más. Y quizá, sin darme cuenta, Lamónica también me salvó a mí”.


Squillaci eligió narrar una historia de manera simple y directa. Como se cuenta en el barrio o en el café cuando ya cerró la edición del diario y queda tiempo para las conversaciones. Y la voz de alguien encanta a una pequeña multitud”, escribe Reynaldo Sietecase, en un fragmento de la contratapa del libro. Y señala que: ¨´Un tipo cualquiera´ habla del amor, la amistad, los vínculos familiares, la muerte. Pedro, periodista de oficio, decidió contar desde otro lugar -desde el puro deseo para ser más preciso- las peripecias de un tipo común marcado por un estigma que lo lleva al límite y desbarata su vida”. Y cierra: “La parábola de Juan Lamónica exige de voluntad y compromiso ante el abismo, los mismos sentimientos que empujaron a Pedro a escribir este libro. Un gesto que sus amigos celebramos”.