Clapper txt_MATÍAS QUEROL_Abr_2019
Envuelto en un discurrir sobre el lugar del arte en la sociedad, y las dificultades con las que se enfrentan los artistas para ser visibles en este mundo de redes sobre-escenificado, el cronista desinformado ha llegado demasiado temprano a la función. Es el último viernes de abril y la noche algo lluviosa nos trae algo más que uno de los primeros fríos del otoño.
Está sentado en una de las butacas de la fila séptima del Teatro Empleados de Comercio y, de repente, suspende aquellos interrogantes filosóficos que lo venían turbando para dejarse afectar emocionalmente x lo que verá. ¿Qué verá en Leites? Podemos adelantar que a un encantador de serpientes, alguien/algo que desde el grado cero de su escenificación invita a compartir con el público un juego estético personalísimo y audaz de ser-otro.

Leites, mensajes o masajes para ser-otro
Pero antes de seguir narrando nuestro encuentro en el río musical de Leites, nos permitimos pensar las malditas interrupciones de la publicidad cuando escuchamos música ¿Alcanza con hacer click en “omitir anuncio” o instalarnos el ad block para estar a salvo de su control? Pensemos el mensaje/masaje que aparece sin nuestra elección en las plataformas, y que colonizan con “ofertas” o “beneficios” las luces tenues de la intimidad. Sabemos que la publicidad dice todo lo que tiene para decirnos, y no es poco, esto es, que no alcanza con el rostro que mires en tu espejo, que jamás podrá satisfacerte la imagen de vos mismo, humana demasiada humana, que éste te devuelve.
Así las cosas, ser-otro dejaría en este mundo sobre-escenificado de redes de ser una elección estética, y más un imperativo publicitario del cual no será tan fácil despegarse para volver, un santo día, con las propias manos y la propia voz, a la creación de un arte autónomo. ¿Qué significa a estas horas ser un artista? Si ser-otro es la condición misma del artista para fugarse de una vida utilitaria que nos aplana como una llanura pampeana, ¿cómo podríamos diferenciar a aquel que busca ser-otro (poniendo manos a la obra con “su” arte) de tantísimas almas que quieren ser-otras, pero que andan x las calles con grilletes invisibles en sus extremidades; sometidas al verbo imperativo de la publicidad on-line que les exige cambiar y cambiar x poco y nada?
Leites, bocanada de aire y el re-encuentro con el lugar
En este contexto de un arte que globalmente cada vez tiene menor lugar, asediado x tantas pantallas y flujos de información para comprar a la medida de cada cual “tu diferencia”, Leites resulta una bocanada de aire fresco y grata revelación para los amantes de la libertad. Leites sabe ser-otro desde una búsqueda estética que obedece a propias derivas emocionales. Ya en las primeras canciones el cronista desinformado bosqueja líneas mentales que luego estarán presentes en la escritura de esta reseña. Vemos que propone un show que va más allá de lo estrictamente musical, más bien, arma un rompecabezas de significantes que juegan cada uno en el Todo.
Leites juega a ser-otro y le sale de maravillas. Vamos siendo espectadores de cómo arma/desarma poéticas mutaciones con la carne de un cuerpo que es un signo más, re-cubierto x telas, accesorios y escenografías que componen la obra. Los cuerpos de la dupla Leites + Vieiro se vuelven, durante la hora y pico de duración del show, cajas de resonancias de estados emocionales que germinaron como semillas fértiles en otro lugar, en otra tierra, en el Valle de Punilla en Córdoba, donde durante un largo tiempo se instalaron para componer su último trabajo discográfico Montaraz.

Leites, jugar a ser-otro en la Noforma
Nada nos exige Leites y los suyos para que troquemos nuestras identidades con él desde un verbo imperativo; como sí nos exigiría cualquier spot quemabocho de la publicidad. Nada nos pide, sólo arma el juego, y se nota que es, ante todo, una ofrenda ritual para él mismo. Podríamos ir más lejos y decir que ni siquiera Leites es un verbo o acción desarrollada en el tiempo. Leites mismo crea un ser que trasciende el acto intencional, unidad de sentido que trazara coordenadas x donde se moverían las personas y las cosas, sino que es un artista que se hace/deshace a cada momento, en cada lugar, una apuesta de exhibir frente al público el juego de la propia poética evaporación de una No-forma.
El cronista desinformado echa mano a lo que va recordando de la noche del viernes 26 de abril. Siempre, claro está, quedarán x fortuna cosas en su tintero, algo que se asemeja al deseo. Sin dudas, Leites asume la tarea esquizo de ser-otro con total entrega y convicción, dejándose fluir x los vaivenes del sentido, donde no hay espacio para los vigías de género: musical o sexual. No hay nombre, no hay verbo, no hay un sujeto trascendental robustecido para una acción demorada. Leites es parte del entorno que narra, Leites mismo en vivo es un viaje al “Cerro azul” y su expresión “en tu lugar hay más” suena a una llave que nos abre mil puertas en la casa.
Leites, la brújula en sus manos
Federico Leites nos produce un enorme placer que merece ser enfatizado, estar ahí, porque vamos teniendo- sin esperarlo- una respuesta no “erudita” a las indagaciones previas sobre el lugar del arte en la sociedad. Más vivo que nunca, tenemos la primera respuesta: emocional, intuitiva, casi de brujería. Un artista crea para sí mismo e, indirectamente, seduce a su público, pero nunca olvidando que la brújula debe estar siempre en sus manos. El artista es un fiel servidor para sí mismo. Ya lo sabemos, no hay acto de seducción más pobretón que aquel que se devela en su intención, aquel que muestra los hilos de una verdad que siempre será mejor ocultar para acercarnos y sentir-nos en la fantasía.

Leites es un performer que sabe “olvidarse” de su público x una vía directa; aunque el sentido de su humor e ironía desplegado en escena en la comunicación es, a la vez, algo que también el público parece disfrutar . No pide nada a cambio, tan sólo viaja, y nos hace volar x los montes y los ríos para re-encontrarnos con la contemplación de la fuerza natural en algún que otro bolsillo perdida. Leites va y viene, viene y va, y los pasos en la danza acompasan arpegios de la guitarra de un “hermano” que, x detrás, pareciera con sus dedos nuestro fuego avivar.
Leites, quiebres tímbricos para vivir en una flor
Leites vende lo que quiere, y nosotros su público, compramos sin siquiera preguntar x el valor. ¿Cómo podríamos definir a este artista? Aquel que sabe desaparecer humanamente ante su público, para volver camuflado de sombras, bifurcaciones o tropelías de un gaucho pop que levanta el vozarrón. ¿Cómo podríamos seguir definiendo a este artista? Aquel que sabe imponer quiebres imprevistos vocales en lo tonal y tímbrico, que se vuelven una impronta insoslayable de su arte para cualquier espectador que sienta el latido de su corazón y esté ávido de algo nuevo.
Leites es un macho machazo que empuña un facón y, a la vez, es una cuerpA fémina que se contorsiona delicadamente para evaporarse y “andar en las nubes” por el cerro azul o “vivir en una flor”. Leites, como todo artista genuino, juega en vivo a ser-otro, y lo consigue toda vez para regocijo de un público que es transformado a la par, que saldrá pateando x el cemento de Corrientes con algo mejor en su alma que el veneno mortal de las fake news que manchan nuestras sábanas.
Sin dudas, esto es lo que más asombra, Leites explota en fuerza centrífuga una multiplicidad voces que salen de su voz, las que nunca sabremos con cuál de todas quedarnos, y cuál de todas puede ser la original. Hay un Leites-vocalista que brilla con afinaciones extraordinarias (la participación de Alejandro Lauphan como artista invitado en su tema “Gurisito Cósmico” fue sublime), así como hay un Leites-actor que monta/desmonta personajes rudamente tiernos, que rompen y tensan y dinamitan x los aires estereotipos binarios de género de un mundo líquido que no cesa de cambiar; y que él le toma el pulso a partir de un manejo exquisito de los matices. Un artista genuino es alguien/algo que sabe desaparecer como humano frente a su público, así como es alguien/algo que sabe matizar el torrentoso caudal de sus lenguajes para no ahogarse como Narciso.
Leites, “bruta” en la tribuna
Otro de los recursos que gana es la escenografía latinoamericanista a cargo de Michele Siquot y el vestuario gaucho pop que termina siendo un encaje sensual con el verosímil general propuesto en la obra. En un plano, Leites juega con el quiebre estilístico de ser el macho machazo y, a la vez, en breves segundos, muta en la ruta de una estrella fugaz que conquistará el universo todo con el falsete.
Pero hay algo sustancial y de peso en su obra que se respira y que es un re-encuentro nada naif con la fuerza natural; habilitándose a sumergirse en las zonas oscuras. Leites es oscuridad y x momentos la canción “Bruta” o “Yang” así lo demuestran. “Creo en el vaciamiento hasta los cimientos, no leo porque no creo en lo que veo” es el comienzo de letra en “Bruta”. En “Bruta” el ritmo y la interpretación vocal tienen connotaciones que viran hacia un punk-rock: tosco, varonil, malevo y desafiante. El estribillo es un punto altísimo en la pieza musical porque repite “soy bruta, soy bruta…” desde un registro vocal que parece ponernos en presencia de un barrabrava queer que agita las banderas arco iris en su tribuna.

Leites, contemplar no sin perturbaciones
No hay contemplación de la fuerza natural que esté ajena a las perturbaciones. No todo es tan fácil a la hora de sentirse parte de algo o estar con alguien, pareciera decirnos- sin decir- Leites. En Leites hay tensiones internas de un sujeto de la contemplación que aparece y desaparece, que se encuentra y desencuentra, en un propio extravío de dar con una narración que fuera el oasis en el desierto de un arte representativo. No hay sujeto entero, un Yo estable que pudiera ordenar un relato lineal sobre lo que está viendo o sintiendo, sino más bien Leites es cuerpo/lienzo que refleja en su piel cómo es penetrado x diversos estados emocionales en sintonía con la memoria ancestral del Montaraz.
En “Hormigas con preguntas” repite “Es que nunca sabremos la horma de todo esto, la horma de todo esto…”. Así mismo, en “Cascadita” se refleja en el agua el sujeto incompleto frente a la inmensidad de la fuerza natural que lo sobrepasa “Ay, si yo pudiera, guardar todas tus formas, ay si yo supiera oírte a toda hora (…) es como replicar formas sin ser igual”. Leites se muestra, se oculta, y se vuelve a mostrar, en una medida justa apelando al escondite x detrás de la escenografía armada con tejidos y tapices que cuelgan en el aire; algo que dialoga con el vestuario y se asemeja a los velos de la seducción.
En una cultura musical actual, donde las capas sonoras se aplanan como en el trap radial para crear totalizaciones estéticas, donde todo se aplana en un pasaje al acto mortífero y donde no hay diálogo posible, Leites frota las piedras para crear la calurosa fogata de la ambigüedad que nos reúne a todxs en derredor, a la espera de un nuevo amanecer, a la espera sin tiempo de tan sólo ver pasar ociosamente el tiempo en comunión.

Leites, nueva canción latinoamericana
En fin, ¿quién es Leites? ¿qué es Leites? Un pájaro, una flor, una brisa o el vivo recuerdo sentido de Tito vivo, que sabemos le está sirviendo un té con limón y miel para cuidar las cuerdas vocales que llegarán en nuevas melodías a un “cielo color durazno”. Nada queda en Leites en un único plano de la escucha/mirada. Nada a dios gracia y la virgen es definible de antemano para gratitud de un público que aplaude y aplaude y queda curado de x vida de toda “bruta” erudición. Nada es ubicado en el casillero correcto de un género correcto para la escucha de un retro-track que suena a opio de los pueblos en la FM de alta rotación.
¿Quién se atreve a mirar de frente al presente? ¿Dónde vemos al artista, el que se atreve a seguir siendo otro, y levanta su facón dorado de gaucho pop para batirse a duelo en cualquier esquina con el tibio que fuera?¿Cómo reconocerlo x las calles de estas ciudades saturadas de letreros leds y bytes impersonales? ¿Cómo dejarnos afectar x su obra de nueva canción latinoamericana, obra que puede vincularnos a la belleza americana de un Gepe en Chile? Leites es algo o alguien que va y viene y nunca acaba del todo, como un “Cascadita” de agua que fluye en lo “Oscurito” de la noche, como el yin y el “Yang”, algo que se asemeja al deseo.