Clapper txt_Pau Turina_Nov_2018

Se acerca fin de año y a pesar del contexto actual de crisis que sufre el país, las editoriales independientes continúan apostando a la publicación de libros de autores y autoras locales. Entre ellas, está Le Pecore Nere, un sello trasnacional que tiene como fin —o como principio— ser un espacio literario que dé lugar a distintas voces, especialmente a aquellas que construyan tramas literarias modernas y contemporáneas, que permitan forjar puentes entre Italia y Argentina.

En esta oportunidad, edita la primera novela de la escritora Van Cez (Vanesa Gómez) llamada En el umbral, la historia sobre dos hermanos, un secreto y un reencuentro. Noelia Lorenzo menciona sobre la novela: “Gaby y Luis son los protagonistas que, al mismo tiempo, devienen personajes de otra historia, la de la infancia, la del umbral. Van Cez escribe con imágenes potentes y una cadencia marcadamente poética, filosófica y cotidiana. La escritora vuelve a mostrar el compromiso con la literatura, en este caso con su primera novela”.

Van Cez (Vanesa Gómez) nació en Rosario en 1986. Es escritora y profesora de Filosofía. Publicó los libros Saudade (poesía, primer premio concurso “Adolfo Bioy Casares”, 2011). Sirena entre los dedos (cuento, primer premio concurso “Río Ancho Ediciones”, 2013). Como dramaturga, ha coescrito la obra Tenerlo todo. En 2018, su cuento Arañas fue seleccionado para participar de la antología Rosario se lee, proyecto editorial que nuclea a narradores y poetas de la ciudad.

Hubo un tiempo en el que Van se convenció que nos salvábamos con y por la literatura. Pero, para ella la ficción no puede ocupar el espacio de la vida, aunque la rodea, la entreteje y la atraviesa. Hoy, lo que cree es que la literatura no salva a nadie, pero la salvó a ella, al otorgarle una forma de ser/estar en el mundo. Y que es, sin lugar a dudas, la mejor.

Clapps!_¿Desde cuándo escribís y cómo llegaste a la literatura?

Van_En la solapa de Saudade, mi primer libro, dice que escribo desde siempre. Cuando me pidieron la biografía para la solapa, no lo dudé. La duda vino después, con el paso de los años. Intuía que en esa pequeña oración se cifraban otras cuestiones. Si a escribir se aprende leyendo, leí entonces, con los ojos cerrados, los cuentos de hadas que mi mamá me contaba cada día, las historias de mi abuelo, en el campo, las historias de terror de mi papá, las fantasías de mis amigos. Pienso en Pavese. En cómo esas historias se convirtieron en recuerdos que se solidificaron en mi memoria. En mis mitos personales. Quizá ellos (familia, amigos) escribieron en mí, como si fuera una hoja en blanco. Pero realmente, ¿yo podía hacer eso, escribir? Cuando aprendí a leer, devoré todas las aventuras de Robin Whood: Nippur de Lagash, Dago, Pepe Sanchez. Manuales escolares, diccionarios, enciclopedias.

El primer libro que leí fue Rimas y leyendas, de Bécquer: tapa negra, de cuero, hojas marrones. Lo sacaba cada semana de la biblioteca de la escuela y planeaba robarlo el último día de clase. Pero un amigo me regaló una edición que traía también las cartas y el robo quedó frustrado. El segundo libro que leí fue Mujercitas. Lo leí tirada en un sofá “reciclado” por mí: sillón de hierro de jardín, un colchón en desuso; compré maní con cáscara y fue mi lectura de invierno. No sé cuántas veces lo leí y lo releí. Sí sé que fue una lectura hermosa. El tercero fue El banquete, de Platón, regalo de mi hermano para mi cumple. Esos tres libros, en el estante de mi ropero, fueron mi biblioteca.

El primer cuento que escribí debió haber sido a los once o doce años. Todos creyeron que había robado, copiado la historia. Quizá no supe encontrar a la persona adecuada para que lo leyera. Para ser escritor, es necesario tener al menos un lector. Seguí escribiendo, en absoluto secreto, acumulando borradores, ideas. Me entretenía copiando los diálogos de la gente que me rodeaba, me sentaba cada tarde en la esquina de mi casa, a tomar mate de leche con mi abuela y a escuchar y tomar nota de lo que la gente que pasaba decía.

El salto de fe llegó de la mano del encuentro con Alma Maritano. Fue la primera persona que me hizo sentir que yo también podía hacer eso, escribir. Cuando empecé el taller literario de Alma, no me importó otra cosa más que leer y escribir. Me volví una lectora voraz y quise compensar mis faltas de lectura, dedicándome a leer obras completas: Colette, Proust, Oscar Wilde, Víctor Hugo. Fueron años intensos. De los dieciséis a los veintiuno. Después, fui aflojando con el sentimiento de culpa, y pude leer sin sentir esa necesidad de compensar el tiempo perdido. En la actualidad, hay días en los que ni leo ni escribo. Creo que así fue como llegué a la literatura.

Clapps!_¿Cómo surgió la idea de esta novela? ¿Primero fue la idea de un cuento y después se convirtió en novela, o siempre pensaste que por el tema necesitaba ser una novela?

Van_Fue primero un cuento, pero no me di cuenta hasta mucho tiempo después. Tenía las voces de los personajes, pero no tenía aún la historia, sólo escenas, momentos, impresiones. Cuando le di rienda suelta a los personajes, supe que el germen de la novela se encontraba en el cuento Días Domingo, del libro Sirena entre los dedos. Ese descubrimiento no me sorprendió, sino que me tranquilizó, porque realmente me había quedado la sensación de que esos personajes tenían todavía mucho por hacer y decir. Me alegró en cierta forma, no haberlos abandonado, aunque más de una vez quise hacerlo.

Clapps!_¿Te gusta el tema de la infancia para escribir? ¿Por qué pensás que es un tema tan potente?

Van_No sé si es un tema que me guste, pero sí noto que es un tema que me obsesiona. La fuerza, la potencia, derivan de que la crueldad, la credulidad o inocencia, es mucho más descarnada en los niños, que todavía no atravesaron las sucesivas barreras que la sociedad les va imponiendo. El filtro del eso no se dice, eso no se hace, eso no se toca, eso no se piensa… Y también en los ancianos, que ya están de vuelta de todo, curtidos por la realidad o fuera de ella. En literatura, el ser es una posibilidad, la posibilidad de todas mis posibilidades. En cambio, el no-ser es lo infinito, el caleidoscopio donde todo es posible, hasta lo imposible. Me interesa, cuando escribo, partir del ser (una posibilidad) y avanzar hacia lo desconocido: el no-ser, que no es no-ser, sino las infinitas posibilidades frustradas y esperanzadas del ser.

Clapps!_¿Sentiste como un desafío el hecho de escribir una novela?

Van_Sí, era ya algo personal. Había intentado otras veces, otras tres veces; la primera en el secundario, una historia de amor y aventura muy medieval, muy rosa, muy cursi, que mis compañeras leían con ansias cada día (les pido disculpas); las otras dos en el taller literario, como ejercicio de escritura, pero ninguna me satisfacía. Estaba (estoy), habituada a la estructura del cuento. Pasar de un género centrípeto, a otro centrífugo es quizás comparable a teñirme el pelo. Nunca me teñí el pelo. Sólo me animé una vez a cortarlo muy cortito. Y me llevó años animarme. Doy este ejemplo porque escribir es antes que nada, algo físico. Se escribe con el cuerpo, como dijo la Duras. No hay otra forma.

Ahora estoy cerrando “Como si fuera un sueño”, una novela experimental también, y creo que no puedo/quiero terminar de escribirla porque aún no di a nadie a leer el texto. Dar a alguien a leer un texto es una instancia realmente aterradora. Así que estoy juntando fuerzas para animarme.

El libro se presentará el viernes 30 de noviembre, a las 19hs, en la librería Paradoxa (Mendoza 923).