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El 9 de agosto se estrenó en los cines nacionales la película El Ángel, dirigida por Luis Ortega, basada en el caso de Carlos Eduardo Robledo Puch. El título del film se debe al apodo con el que el joven criminal había sido conocido mediáticamente: El ángel de la muerte o ángel negro. Con apenas 20 años de edad, fue condenado a cadena perpetua por diez homicidios calificados, un homicidio simple, una tentativa de homicidio, diecisiete robos, ser cómplice de una violación, una tentativa de violación, un abuso deshonesto, dos raptos y dos hurtos. Hoy tiene 66 años y se encuentra en un penal de Sierra Chica.

Más allá de su corta edad, lo que sorprendía era quién era Robledo Puch. “Procede de un hogar legítimo y completo, ausente de circunstancias higiénicas y morales desfavorables; tampoco hubo apremios económicos de importancia, reveses de fortuna, abandono del hogar, falta de trabajo, desgracias personales, enfermedades, conflictos afectivos, hacinamiento o promiscuidad”, se lee en una de sus pericias psiquiátricas. Por otra parte, su aspecto físico resultaba difícil de asociarse con un delincuente. Sus rizos rubios decoraban la cara de niño bueno que escondía la real monstruosidad del mayor asesino en serie de la historia nacional.

El Ángel, estereotipo de la locura

Los estereotipos aparecen como consecuencia de una economía cognitiva, es decir, anticipan experiencias e interpretaciones de la realidad creando una memoria selectiva para desenvolvernos en el mundo. Asimismo, resulta clave deconstruirlos, sobre todo cuando se trata de cuestiones sociales. En este caso, en lo que respecta a la interpretación de los criminales.

Los estudios sobre las patologías mentales y la delincuencia fueron/son de gran interés para los especialistas. Una de las principales teorías implementadas a fines de 1800, fue la de Cesare Lombroso, médico y criminólogo italiano. Influenciado por los postulados de Charles Darwin, vinculó a los delincuentes con la evolución del hombre. Al analizar cráneos y visualizar anomalías, llegó a sostener que el delincuente “es un ser que se encuentra en una fase intermedia de la evolución, entre el simio y el hombre”.

Este “error evolutivo” que poseían los “delincuentes natos” para Lombroso, se acompañaban de algunas características físicas: asimetrías en el rostro y cráneo con la frente chata, mayor desarrollo de la mandíbula inferior, orejas grandes y brazos largos, mayor fuerza en el lado izquierdo del cuerpo, vista aguda, entre otras. Si bien hoy la criminología avanzó y estas características ya no son tenidas en cuenta, los estereotipos sociales en torno a la delincuencia continúan presentes y El Ángel no se concibe dentro.

El Ángel, estereotipo cuestionado

Tal como interpreta Lorenzo Ferro a un joven “Carlitos”, nada podía hacer sospechar al entorno de la monstruosidad del adolescente. Un rostro despreocupado, pacífico, con una belleza que zigzaguea entre lo masculino y lo femenino. Niño cuya madre apaña sin terminar de comprender algunas alarmas que el pequeño iba proponiendo. Un padre poco presente que acepta falsas promesas de cambio por parte de su hijo. Voces suaves que no logran ser sorprendidas por el horror.

En el colegio, el joven conoce a Jorge Ibañez, interpretado por Chino Darín (que en la película se llama Ramón Peralta), quien junto a su padre lo incluye dentro de sus planes delictivos. Sin embargo, en su realidad Carlitos no necesitaba compañía. De hecho, el verdadero Robledo Puch es sospechado de haber asesinado a su compañero. Chocaron de frente contra un taxi y el joven falleció en el acto. Según la familia Ibañez, este sería el doceavo asesinato del Ángel Negro.

La sorpresa de “el niño bien” que esconde al monstruo, similar al Dexter interpretado por Michael C. Hall, revela que no hay estereotipos físicos que alojen una mente psicopática y criminal. Sí hay una historia de vida. Sí hay una disfunción familiar. Sí hay un contexto social que no colabora. Sí hay un psiquismo dañado. El ser en tanto biopsicosocial vuelve a poner en jaque lo esperable, lo naturalizado. Aquí no hay ángel.