Clapper_txt Matías Querol_Feb_2018
La llave que encontramos para comprender la popularidad de Los Redondos tiene que ver con volver sobre esta serie de diez canciones que, en mayor o menor medida, y pese a diferencias formales en lo musical, exponen un sentir masculino próximo a la soledad rencorosa por desear sin ser deseado. De la misma manera, y en línea con lo anterior, en muchos de los casos de esta lista está presente un guiño cómplice a la condición de clase social donde “lo popular” armoniza con la voz del Indio; y que sólo un cizañero con lupa del gremio del rock podría adjudicarle con malicia un tinte benefactor.
Estas diez canciones, pronto a ser reveladas aunque ya deslizamos ligeramente un anticipo de alguna de ellas para un lector/fan atento, se vuelven espejo fiel de la eterna desdicha de los jóvenes lobos alzados; reducidos a papel obra por un photoshop ya imperativo como estética digital sin porosidades en los primeros ´90. “Algo” en estas diez canciones/faros alumbra a la manada quemándose de amor a la espera de una presa zigzagueante que nunca llegará a los brazos. Ese “algo” es el “nunca” en el deseo para estas mayorías que bajan la vista por el rechazo femenino que los hunde en la nada; materia prima expresiva que ebulle como honda verdad cuando uno juega y se pierde y se encuentra en la discografía ricotera.
Los Redondos, primeras cinco (5) canciones
En esta segunda entrega, de una serie final de tres (3) notas configuradas en #ModoAvión, continuamos con la parte más atractiva de todas, esto es, la presentación a nuestros lectores de las primeras cinco (5) canciones de los primeros cinco (5) álbumes de estudio editados oficialmente por Los Redondos en las que adivinamos en el juego de escucha flotante este eje temático/conceptual: sentir masculino de frustración por un deseo no correspondido por las mujeres. Vamos a la primera canción de la obra ricotera que creemos está relacionada con el eje temático/conceptual en tanto factor que pudiera hacernos comprender el fenómeno de popularidad inédito en el rock argentino.
1-«Yo no me caí del cielo» (Gulp-1985)
Editada en el primer álbum oficial de Los Redondos, Gulp (1985), “Yo no me caí del cielo” es un rock desesperado que abre con una intro ascendente en la que se destaca el saxo a cargo de Willy Crook en diálogo de frases con la guitarra de Skay. De entrada, y con una letra breve que se repite a lo largo de toda la canción, Indio lanza una suerte de súplica al viento ante un inminente abandono en el que pone al joven lobo en condiciones de desdicha”. “Nena no quiero perderte, no pases de todo, que no está tan mal. Yo no me caí del cielo, pero sí de un bar muy triste (…)”. A su vez, la frase que le sigue en el estribillo confirma la situación de espera en ese “bar triste” acompañado de un “vino malicioso”, “Nena hay alegrías y alegrías, y hay mucho vino malicioso, y poco vino del mejor”. “Yo no me caí del cielo” abona la idea de un guiño cómplice que revalida lo popular del que hablábamos en la primera entrega. Sobre el final, la reiteración en la voz desesperada del Indio “No, no, no (…)” suena a un fallido auto-convencimiento por revertir una pérdida que parece inevitable.
2-“Motorpsico” (Oktubre-1986)
Editada en el segundo álbum de Los Redondos, Oktubre (1986), para muchos considerado el punto más alto de su discografía, “Motorpsico” tiene un registro sonoro muy diferente a la expansiva y desesperada “Yo no me caí del cielo”. A partir de una base y una interpretación vocal del Indio apagada e introspectiva, “Motorpsico” suena a viaje interior por sentimientos ligados a una melancolía vivenciada en soledad. En este caso, el deseo del joven lobo se retrae a grado cero como pérdida de un horizonte definido de acción; dejando en manos de “su” Dios la fortuna de su amor. “Siempre tengo a mi lado mi Dios, así me das mas, un susurro muy especial, así me das más”. La letra pone de relieve cómo se llega a la verdad de “todo amor”, esto es, una legalidad implícita que como “mercado” puede dar o privar; según le toque en suerte. “Motorpsico, el mercado de todo amor, lo que debes, como puedes, quedártelo”, en este fragmento del estribillo parece quedar plasmado un deseo o amor no correspondido por la mujer, y que lleva, como dijimos, a una retracción melancólica motorizada por fantasías psi que alternan entre pérdida del deseo (“nada”) y omnipotencia de superhéroe masculina (“gloria”).
3- “Ella debe estar tan linda” (Un baión para el ojo idiota-1988)
Editada en el tercer álbum, Un baión para un ojo idiota (1988), “Ella debe estar tan linda” es un rock and roll frenético que acompaña musicalmente la letra asociados a una experiencia de vértigo; donde la figura poética del auto se confunde con la carrocería/cuerpo del joven lobo pasado de dureza.“Conduje toda la noche, reventando los cambios, con mis ojos de Durax lastimados, por Dios la ruta está trabada y fría, y cae la lluvia en estocadas finas”. “Ella debe estar tan linda” es trasnoche/extrañamiento/soledad/reviente/banquina pero, sobre todo, mínimo rapto de cordura culposa acerca de un encuentro que “no puede durar”; como si nuestro joven lobo se diera cuenta que así- en estado/durax– la ruta (su porvenir) seguirá «trabada y fría». En este pasaje, Indio juega poéticamente con el “durax” que metaforiza los excesos, lo consumen al personaje central, y atentan contra la “durabilidad” de una relación de amor con la que sueña, solitario, con su “cara sobre la almohada encadenada de plata”.
Más adelante,“Todo lo que comí es una naranja” (…) sin un centavo«, son otras de las frases que construyen un antihéroe marginal en el amor donde “Ella” vuelve a ser ubicada en lo alto del podio de un poder desigual frente al hombre reventado que la desea y se le rinde; sin tener recursos para acceder a ella y dispuesto a sufrir, espinas sobre la piel: “Quiero morder el tallo de su rosa, aunque me clave sus uñas espinas”. “Ella debe estar tan linda” sugiere que “ella” está en otro lugar, y no con “él”, y por estar en ese otro lugar inaccesible, «debe estar tan linda». “Ella” está presente en lo que le queda al joven lobo como resto de imaginación, que la desea sobre su almohada, con tan sólo una naranja (popular) como mínimo alimento en el estómago. “Ella debe estar tan linda” se vuelve virtual comparación entre “Él” y “Ella”, estado de monstruosidad decadente en «Él» tras haber(se) conducido toda la noche, reventando los cambios, frente a «Ella»; belleza superior que lo supera y lo hunde como piltrafa descartable desde su ausencia agigantada.
4- “La parabelium del buen psicópata” (Bang, Bang, estás liquidado-1989)
Llegamos a la canción que, de alguna manera, nos dio la primera letra para armar esta lista. “La parabelium del buen psicópata”, del álbum Bang, Bang estás liquidado (1989), es un temazo indiscutido donde el riff de guitarra de Skay del inicio no puede pasar desapercibido, así como el solo al promediar la canción que punza como daga al corazón. “La parabelium del buen psicópata” abre de entrada con la voz del Indio cantando una letra que sintoniza nunca mejor (como la canción anterior ubicando a «la noche» en primer plano) con el eje temático/ conceptual de la eterna desdicha de los lobos alzados heridos por las flechas del amor. “La noche tira un salto mortal, pura tontera del punto g, y el joven lobo quemándose de amor (…) amores como flechas van, cruzando el sueño y te acribillarán”. El estribillo nos suena a tregua intermitente frente a la indiferencia femenina y ubica a la cultura rock como resistencia/aguante/trinchera para despistar al hambre de la soledad a partir de «migajas» de sonoridad/descontrol/evasión. “Y atrapa migajas, de rock maravilla para este mundo, y traga esas migas, indescriptibles trucos de placer”.
5– “Tarea fina” (La mosca y la sopa-1991)
En el año 1992 Los Redondos editan el álbum La mosca y la sopa, trabajo discográfico que definitivamente los catapultaría a la popularidad de la mano de “Mi perro dinamita” y “Un poco de amor francés”. En el álbum figura “Tarea fina”, otra de las producciones que responden al eje temático/conceptual que definimos como frustrada mala pasada en el deseo/amor de los hombres. “Tarea fina” es otro de los grandes temas que ponen de relieve el sentir masculino de un deseo que se ve obstaculizado en la búsqueda de su satisfacción; y vuelve a enfatizar la soledad en ese rincón de fumar en la oscuridad fluctuando como marioneta entre el «hielo» y las «brasas» por los caprichos de su amada. “Quemando la turbina, te escapás, vas a volver a herirme, otra vez. En tu ternura está acechándome, una buena traición de mujer, que echa hielo y brasas en mi corazón, fumando en la oscuridad (…)”, así comienza la letra de «Tarea fina» que podría haber sido compuesta por alguno de los grandes referentes del tango argentino, en la cual el rencor pasional domina la escena.
En otro de los pasajes queda bien explícito, una vez más, la sensación de picante inferioridad en relación al poder de otro hombre con guita («auto guapo«) que le ofrece a «su» mujer (objeto de posesión) vivir en el (nor)delta. La falta de recursos para acercársele en un ejercicio de seductora «tarea fina» (mujer que elige otros buenos nuevos horizontes) llevan al joven lobo a rockearla sin careta para paliar sus pesares: “Sobrio no te puedo ni hablar, estoy perdido sin mi estupidez, un auto guapo va a venir por vos, y nada va a cambiar, vas a vivir en el delta en un lanchón, buscando de qué reír (…) tarea fina perdida en mi soledad”. Como vimos, “Tarea fina” vuelve a poner el eje en la soledad del hombre, cruel heredero de esa mayoría silenciosa que no puede en homogéneo más que pifiarle en el amor y, a la vez, robustece la contra-figura de este otro hombre rival («auto guapo») que sí sabe conquistar con todo el oro del mundo a la mujer de las «piernas más bonitas» que se hayan visto jamás. (continuará…)